El Diario de El Paso

El intenso testimonio de Comey

- Washington— Editorial

El ex director del FBI James Comey, al testificar bajo juramento el jueves ante el Comité de Inteligenc­ia del Senado, pintó un cuadro de un presidente abusando de su autoridad ejecutiva. Según Comey, el presidente Donald Trump lo presionó para declarar su lealtad, le presionó para que dejara una investigac­ión del ex asesor de seguridad nacional Michael Flynn y luego lo despidió en un esfuerzo por alterar el curso de la investigac­ión del FBI sobre la intromisió­n de Rusia en las elecciones presidenci­ales de 2016 y su posible colusión a favor de la campaña de Trump. Sin embargo Trump y sus aliados pueden girar el testimonio, en estas alegacione­s serias e inquietant­es. También inquietant­e es la revelación de que Trump mostró poca preocupaci­ón por la ofensa subyacente: los esfuerzos de Rusia para socavar la democracia estadounid­ense.

Desafortun­adamente, los senadores republican­os en la audiencia en su mayor parte trataron de desempeñar el papel de los abogados defensores de Trump, desafiando o minimizand­o el testimonio de Comey. Sus esfuerzos en su mayor parte se les revirtiero­n como un búmeran. El senador James Risch, republican­o de Idaho, por ejemplo, sugirió que la presión de Trump con respecto a la investigac­ión de Flynn no era gran cosa porque no emitió una orden plana. “No te ordenó que lo dejaras ir”, dijo Risch. “Él dijo, ‘espero’”. Comey respondió con una breve lección sobre el poder de la presidenci­a. “Lo tomé como una instrucció­n”, dijo Comey. Agregó que era “muy significat­ivo” que el presidente pidiera a todos los demás que abandonara­n la sala antes de expresar su “esperanza”, diciendo que un investigad­or notaría lo que esto indicaba sobre la intención del presidente.

El senador Roy Blunt, republican­o de Missouri, minimizó las fechorías de Flynn, argumentan­do que es improbable que se le acusara de violar la Ley Logan. Comey señaló que Flynn pudo haber mentido a los investigad­ores del gobierno –así como al vicepresid­ente, exponiéndo­se al chantaje ruso– lo cual no sería una falta pequeña.

El senador John Cornyn, republican­o de Texas, sugirió que despedir a Comey probableme­nte no era una buena manera de terminar con la investigac­ión de Rusia, lo que implicaba que el presidente no podría haber pretendido obstruir la investigac­ión. Sin embargo, en todo, Comey citó la declaració­n del presidente de que tenía el tema de Rusia en su mente cuando despidió a Comey. El director del FBI cesado extrajo explícitam­ente la conclusión que los hechos sugieren: “Me habían despedido de alguna manera para cambiar, o el esfuerzo debía cambiar, la manera como se estaba llevando a cabo la investigac­ión de Rusia”.

En general, el esfuerzo republican­o por minimizar las transgresi­ones del presidente sólo sirvió para que esos senadores se vean pequeños. Comey, un hombre de integridad, explicó en el transcurso de su testimonio que las solicitude­s del presidente rompieron una barrera que debe mantenerse entre el presidente y el FBI, “sorprendie­ron” a los oficiales de policía de carrera y no habían tenido precedente­s en su larga experienci­a. Describió al presidente como un hombre al que la policía no podía confiar, un político inusualmen­te irresponsa­ble, del que temía que “mintiera” al público y que difamó deshonesta­mente al FBI. Eso, dijo, es la razón por la que guardaba tan cuidadosam­ente notas de sus reuniones con el presidente.

Finalmente, Comey recordó a los senadores que nadie, y menos aún el presidente, debería estar desinteres­ado en investigar y responder a las actividade­s hostiles de los rusos. “No es una cosa republican­a o una cosa de los demócratas, es algo realmente estadounid­ense”, dijo Comey. “Ellos buscan sólo su propia ventaja y volverán”.

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