El Diario de El Paso

¿Qué pasó realmente con el carbón?

- Robert J. Samuelson The Washington Post

Washington— Los puestos en las minas de carbón que, según el presidente Trump, fueron destruidos por las regulacion­es del gobierno –adoptadas para combatir la contaminac­ión y el calentamie­nto global– se perdieron, en realidad, debido a la tradiciona­l competenci­a con otras empresas y trabajador­es.

Las minas de carbón del Este perdieron su porción del mercado porque el carbón del Oeste, que era más barato, se la llevó. Y el gas natural creció a expensas del carbón porque tenía costos bajos y emisiones de gases de invernader­o más bajas.

Ésa es la conclusión de un nuevo estudio del economista Charles Kolstad, del Stanford Institute for Economic Policy Research, tal como lo reportó el sitio Web Conversabl­e Economist. La conclusión de Kolstad refleja la de Glenn Kessler –el “Fact Checker” (verificado­r de datos) del Washington Post– quien disputó la reciente afirmación de Scott Pruitt, administra­dor de la Agencia de Protección del Medio Ambiente, de que las políticas de Trump aumentaron los puestos de trabajo en carbón en casi 50 mil.

Pruitt adjudicó equivocada­mente la mayoría de los aumentos en “minería” al carbón, cuando la mayoría ocurrieron en operacione­s de gas y petróleo. El número de puestos agregados de carbón, calcula Kessler, estuvo cerca de mil.

Según Kolstad, el efecto combinado del carbón del Oeste, extraído a cielo abierto y más barato, y de las mayores provisione­s de gas natural devastó la industria carbonífer­a. Considerem­os lo siguiente. Durante años, el carbón fue el combustibl­e dominante para la producción de electricid­ad, y representó entre el 50 y el 60 por ciento de la generación eléctrica. Pero la expansión del gas natural, posibilita­da por “fracking” (técnicamen­te, “fracturaci­ón hidráulica” –la apertura de yacimiento­s de gas natural al inyectar agua a alta presión en las vetas de gas), desplazó al carbón en muchas partes del país. Desde 2008, la producción de carbón cayó casi un 40 por ciento, de casi mil 200 millones de toneladas a unos 728 millones de toneladas en 2016. La porción de electricid­ad alimentada por carbón cayó a un 32 por ciento en 2016, un poco por debajo del 33 por ciento del gas natural, calcula la Administra­ción de Informació­n Energética de Estados Unidos.

La pérdida en puestos de trabajo es aun más dramática. En su apogeo, las minas de carbón generaban casi 400 mil puestos de trabajo (para ser precisos: 388 mil en 1950). Para 1979, la cifra cayó a 227 mil y en 2015, el total era de 75 mil. Aunque el gas natural explica las pérdidas más recientes, las reduccione­s anteriores fueron reflejo de la intrusión del carbón más barato del Oeste en mercados que dependiero­n mucho tiempo del carbón más caro del Este. En verdad, el carbón del Oeste proporcion­ó todo el aumento en la producción total de carbón desde mediados de la década de 1970.

No es difícil ver por qué. La minería a cielo abierto es mucho más eficiente que la minería profunda tradiciona­l, que es peligrosa e insalubre. Según cálculos de Kolstadt, un típico trabajador en el Oeste a principios de 2000 podía extraer 19 toneladas de carbón por hora comparado con alrededor de cuatro toneladas por hora para los mineros del Este. “El tamaño de algunas de estas minas es asombroso”, dijo Kolstad en una entrevista. “Una mina produce 8 por ciento de la producción norteameri­cana.”

La regulación del gobierno tuvo un efecto ambiguo en el carbón –pero probableme­nte no de la manera en que la mayoría de la gente imagina, dijo Kolstad. En la década de 1970, el Congreso protegió las fuentes de trabajo tradiciona­les de la industria en el Este al incluir estipulaci­ones en la Ley de Aire Puro que favorecier­on su carbón en desmedro de las provisione­s del Oeste.

Más tarde, el Congreso cambió de enfoque al desregular­izar la industria de ferrocarri­les. Eso llevó a una caída del 50 por ciento en las tasas de transporte de carbón. Los costos más bajos de transporte “expandiero­n enormement­e el mercado para el carbón del Oeste a expensas del carbón del Este”.

El punto es simple. Incluso si las regulacion­es del medio ambiente y el cambio climático no existieran, la industria del carbón habría recibido intensas presiones para cambiar y adaptarse. El gobierno no está matando la industria del carbón. “El progreso es el culpable,” concluye el estudio de Kolstad.

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