‘Ya no somos algo fuera de lo común’
A 50 años de unirse, habla una pareja interracial
Oakland, Ca.— En su primera cita, en 1949, León Watson y Rosina Rodríquez fueron al cine. Pero cada uno entró por su cuenta. Primero llegó Rodríguez, una mujer blanca de ascendencia mexicana. Watson, quien es afroamericano, esperó varios minutos antes de entrar y sentarse junto a ella.
“Así le hacíamos siempre”, dijo Rosina Watson. “Se nos quedaban viendo como si estuviéramos en el zoológico. Nosotros nada más nos agarrábamos fuerte de la mano y seguíamos nuestro camino. Si sabíamos que habría algún problema, lo evitábamos”.
Cuando se casaron en Oakland en 1950, acababa de legalizarse en California el matrimonio entre personas de diferentes razas a raíz de una demanda que llegó a la Suprema Corte. Los Watson se cuentan entre las parejas interraciales vivas más antiguas casadas legalmente en Estados Unidos. Pasarían casi dos décadas antes de que se permitiera contraer matrimonio alrededor del país a todas las parejas como la de ellos.
Ayer lunes se cumplió el 50º aniversario de Loving vs. Virginia, el caso de la Suprema Corte de Estados Unidos que invalidó a nivel nacional las leyes contra el mestizaje. En Virginia Mildred y Richard Loving, una mujer afroamericana y un hombre blanco, habían sido sentenciados a un año de cárcel por casarse uno con el otro. El caso constituiría la base para el fallo con el que la Suprema Corte permitió el matrimonio entre personas del mismo sexo.
“Es una bendición que ya no seamos algo fuera de lo común”, dijo León Watson. “En cierto momento, la gente sencillamente lo aceptó”.
Cuando eran novios, los Watson casi siempre se limitaban a los eventos sociales de la sección local del Congreso por los Derechos Civiles, el cual estaba presionando a las compañías de autobuses para que contrataran más choferes afroamericanos. Fuera de sus actividades políticas, el grupo organizaba bailes en los domicilios de sus integrantes, brindando el lugar perfecto para el naciente romance de la pareja.
Poco después de que León Watson le propuso matrimonio a Rosina, el padre de ella viajó desde Nuevo México a fin de disuadirla de casarse. Pero ella no cedió.
Sin embargo, la pareja tuvo problemas después de la boda: cuando los Watson se mudaron a la casita donde aún viven, varias familias blancas se fueron de la colonia. A Rosina Watson le preocupó lo que pasaría en su trabajo si sus compañeros se enteraban del matrimonio.
“En ese entonces era muy poco común, y yo nunca le dije a nadie que estaba casada con un hombre afroamericano”, dijo.
Rosina Watson tenía ya 45 años cuando comentó con un compañero de trabajo su matrimonio. Era secretaria de una empresa techera, y el techo de su vivienda necesitaba reparaciones. Cuando su jefe acudió a ver el techo, ella temió que la despidiera. No fue así.
En su casa, la pareja rara vez hablaba de manera explícita con sus tres hijos sobre cuestiones de raza. Les pusieron nombres en español, mientras que la familia viajaba a México para visitar parientes.
“Están muy conscientes sobre la forma tan terrible como se ha tratado a los afroamericanos”, dijo Rosina Watson refiriéndose a sus hijos.
“Eso realmente nunca ha cambiado. Es lo que nos gustaría que pasara antes de morir”, dice orgullosa.