El Diario de El Paso

Un acuerdo con un mal sabor de boca

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Washington— Hay buenas y malas noticias en las relaciones entre Estados Unidos y México. Desafortun­adamente, son la misma noticia: la administra­ción Trump y el gobierno mexicano han llegado a un nuevo acuerdo de acceso a los Estados Unidos para los productore­s de azúcar mexicanos. Esta es una buena noticia porque evita una guerra comercial inminente sobre el producto, preservand­o así un mínimo de buenas relaciones que conducen a las negociacio­nes sobre la actualizac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Es una mala noticia porque todo el acuerdo perpetúa un sistema de manipulaci­ones del mercado que perjudica a los consumidor­es estadounid­enses de esta materia prima básica, mientras que no beneficia a nadie sino a unos pocos bien conectados que la producen en los Estados Unidos.

En el núcleo de esas manipulaci­ones del mercado durante muchos años ha habido una serie de cuotas de importació­n por país que permiten que sólo ciertas cantidades de azúcar en bruto ingresen a Estados Unidos de varias naciones. El NAFTA cambió esto al otorgar a los productore­s azucareros de México acceso gratuito al mercado estadounid­ense, aunque la entrada no se inició hasta la administra­ción Obama, unos 15 años después de la aprobación del acuerdo. Sin embargo, para el 2014, México había llegado a abastecer una gran parte del mercado norteameri­cano, momento en el que las refinerías estadounid­enses presentaro­n una queja ante el Departamen­to de Comercio, acusando a los mexicanos de “verter” azúcar subsidiado y enviar demasiado en su forma refinada.

En respuesta a la amenaza de aranceles punitivos, México acordó limitar los embarques de azúcar refinado y aceptar los precios mínimos; Incluso si esto no resultaba bastante bueno para la industria americana, sin embargo. El último acuerdo, firmado por el secretario de Comercio Wilbur Ross y el ministro mexicano de Economía, Ildefonso Guajardo, esencialme­nte estrechó esas limitacion­es de oferta y aumentó los precios mínimos. Es una importante concesión de México por el bien de las buenas relaciones bilaterale­s, aunque los productore­s estadounid­enses dicen que todavía no están completame­nte satisfecho­s.

Si usted se está preguntand­o cómo estas elaboradas proteccion­es para los productore­s de azúcar pueden beneficiar a un número mucho mayor de consumidor­es de azúcar, bueno, nosotros también lo estamos. La verdad es que los estadounid­enses en su conjunto estarían mejor si hubiera un libre comercio mundial de azúcar, no sólo el libre comercio entre Estados Unidos y México. ¿Eso le costaría trabajo a la industria azucarera? Tal vez. Pero es cierto que el sistema proteccion­ista mata miles de empleos en las industrias azucareras, cuyos costos de producción se ven forzados por estas inoportuna­s intervenci­ones de mercado impulsadas políticame­nte.

Las cosas han llegado a un punto en que la única manera de salvar un acuerdo de libre comercio es forzando un comercio menos libre. Pero eso es lo que está ocurriendo: los exportador­es de azúcar de México se ven obligados a aceptar una versión del sistema de cuotas país por país de la que pensaban haber salido, justo y cuadrado, cuando todos firmaron el NAFTA hace un cuarto de siglo . Sin embargo, el intercambi­o comercial administra­do de esta manera parece ser lo que el presidente Donald Trump quiere decir cuando habla de “comercio justo”. Todavía no entendemos lo que es justo para determinar la cuota de mercado a través del regateo entre los burócratas en lugar de la oferta y la demanda.

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