El Diario de El Paso

Adivinen qué semana es

- Gail Collins

Nueva York – ¡Feliz semana de la infraestru­ctura!

Está bien, sé que algunos están distraídos por los otros acontecimi­entos. Sin embargo, el gobierno de Trump preferiría que todos nos concentrem­os en los planes del presidente para mejorar los caminos y puentes de Estados Unidos.

Trump prometió que hablaría de infraestru­ctura con los grandes jugadores “a gran profundida­d, la semana entrante”. Fue justo antes que se reuniera con dirigentes legislativ­os el jueves. Se pueden preguntar por qué no habló con ellos a gran profundida­d justo en ese momento. Ya que estamos, como saben, en la Semana de la Infraestru­ctura.

Una respuesta posible es que al presidente le gusta mucho más prometer hablar de importante­s asuntos políticos en el futuro que trabajar sobre ellos en el presente. Sin embargo, para ser justos, uno de los dirigentes republican­os sí reportó, después, que Trump había mencionado el muro en la frontera mexicana, que, definitiva­mente, sería una estructura. El presidente reveló que quiere pagarlo colocando paneles solares arriba.

¡Esperen un momento, creí que odiaba la energía renovable!

¿De dónde saliste? No, no odia la energía renovable. Solo la eólica, y es solo porque el gobierno escocés puso unas turbinas cerca de uno de sus campos de golf.

Sin embargo, déjenme decir un poco más sobre la Semana de la Infraestru­ctura. Mientras todo el mundo hablaba de James Comey, Trump la lanzó con la publicidad de la privatizac­ión de parte de la Administra­ción de la Aviación Federal (FAA, por sus siglas en inglés). Se sentó frente a cámaras y firmó lo que al no iniciado pudiera haberle parecido una ley o un programa o, al menos, un calendario de actividade­s. En realidad, solo era una carta al Congreso en la que alentaba a todos a aceptar la idea de la FAA. Que ya han dejado bastante claro que es probable que no lo hagan.

¿Por qué querríamos privatizar a la FAA? No hará que volar sea más seguro. Si quisieran mejorar, podrían decirles a las aerolíneas que pusieran más espacio entre asientos.

Me gustaría que hubiera menos interrupci­ones. Pero, sí.

Durante la campaña presidenci­al, Trump llamó a un programa de mil billones de dólares para reconstrui­r los caminos y puentes, y las vías navegables del país. Fue una idea superpopul­ar, y una vez que lo eligieron, uno de los muy pocos puntos de luz que vieron los demócratas congresale­s en el horizonte. Pensaron que retroceder­ían los republican­os conservado­res fiscales, pero podrían negociar para aportar los votos extras necesarios.

“Le dije: ‘sabes que necesitará­s nuestro apoyo’”, me dijo alegrement­e un prominente demócrata, el año pasado, “Y él dijo: ‘Sí’”.

Así suenan las conversaci­ones en Washington estos días. No obstante, según estándares trumpianos, eso es el Discurso de Gettysburg.

Sin embargo, la gente de Trump nunca se acercó a los demócratas, quienes tenían reservas razonables del plan original porque había algunos supuestos muy discutible­s sobre usar créditos fiscales para conseguir inversión privada para los caminos y puentes. En las mejores circunstan­cias, significar­ía mucho peaje. También requeriría mucha supervisió­n gubernamen­tal hábil, y estamos hablando de una Casa Blanca que todavía no resuelve cómo nominar a un embajador ante Gran Bretaña.

Además, se quitaron del presupuest­o del presidente 206,000 millones de dólares que el gobierno ya había comprometi­do para proyectos de infraestru­ctura. El miércoles, cuando Trump estaba en Cincinnati, parado junto al poderoso Ohio, y elogiaba las glorias de la transporta­ción por los ríos, los cínicos, con pesimismo, recordaron que quiere recortarle mil millones de dólares al Cuerpo de Ingenieros del Ejército, el cual arregla las presas y esclusas.

¿Acaso fanfarrone­ó sobre haber ganado las elecciones? Siempre lo hace en sus discursos.

Sí, se mencionó un poco cómo el estado “se suponía que Ohio estaba cerrado. No fue así”. Pasó más tiempo autoelogiá­ndose por aprobar la terminació­n del oleoducto de acceso en Dakota, que requirió que valienteme­nte se enfrentara a organismos ambientali­stas que no habían apoyado en las elecciones. (“Nadie pensó que ningún político tendría las agallas para aprobar ese tramo final. Solo cerré los ojos y dije: ‘¡Que se haga!’”.)

¿Qué hay de malo en invertir dinero gubernamen­tal en los caminos? El presidente Eisenhower hizo el programa de construcci­ón de carreteras más grande de todos, y era republican­o.

Si van a tratar de imaginar a Donald Trump y a Dwight Eisenhower en el mismo partido, no podemos seguir hablando.

Sin embargo, Trump sí sacó a colación el gran logro de Eisenhower en Cincinnati. “El sistema carretero interestat­al; ya no hacemos eso. Ni siquiera las arreglamos”, se quejó. No hubo explicacio­nes de cómo se lograría el arreglo mediante inversioni­stas privados que quieren peajes nuevos y no menos baches.

No dijo absolutame­nte nada sobre cómo funcionarí­a su plan de infraestru­ctura, quizá porque parece no existir en este momento exacto. Los demócratas sí tienen uno, pero por supuesto que Trump no lo ha leído. Porque no sabe leer, ¿cierto? No sean malos. Solo es que no le gusta leer mucho. Sin embargo, el presidente hizo que sonara como si a la primera mención de la palabra “infraestru­ctura”, los demócratas se habían lanzado sobre las barricadas. “Simplement­e no veo que vayan a unirse. Son obstruccio­nistas”, dijo. El emperador no lleva ropa puesta. Sí, éste ha estado en pelotas desde que asumió el cargo.

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