Se propaga a nivel nacional pandilla ‘Mara Salvatrucha’
Salvatruchas toman fuerza entre más adolescentes cruzan la frontera para reclutarlos
Washington— Danny Centeno-Miranda tenía 16 años cuando huyó de El Salvador, aventurándose a venir solo a Estados Unidos buscando una salida de la violenta pandilla MS-13, a la cual, según la Policía había pertenecido por varios años.
Siendo capturado en la frontera estadounidense, las autoridades federales lo enviaron a vivir con un tío en un tranquilo suburbio de Virginia. Se inscribió en la preparatoria, consiguió un trabajo en el restaurante Benihana y envió dinero a casa para que su padre comprara un carrito para vender elotes.
Pero Danny conoció a pandilleros en la escuela y se vio nuevamente inmiscuido en las tensiones entre la MS-13 y una pandilla rival. Bajo órdenes de los líderes de la mara en El Salvador, según los detectives, Danny fue baleado mientras caminaba rumbo a la parada del camión escolar una mañana de septiembre.
El asesinato en el 2015 fue uno de los primeros ataques conforme la sanguinaria pandilla se hacía presente de nueva cuenta con Estados Unidos tras años de mantener un relativo silencio. El aumento en la violencia ha impactado especialmente a Long Island y a Boston, Houston, y al área de Washington D.C. donde las autoridades vinculan docenas de asesinatos con la pandilla.
El nuevo realce de la MS-13 ha estado siendo alimentado por la reciente ola de adolescentes inmigrantes, como Danny, que viajan a Estados Unidos por su propia cuenta para escapar de la pobreza y de la violencia de las pandillas, sólo para volver a caer en ello justo aquí en Estados Unidos, de acuerdo con una investigación del Washington Post que incluye las reseñas de docenas de casos en la corte así como también entrevistas con miembros de la Policía local y federal, abogados, familias y expertos en inmigración.
Entre los adolescentes, la mayoría provenientes de Centroamérica, hay miembros de la MS-13 que se unen a las pandillas aquí, y otros recién llegados –que buscan encajar en una nueva cultura que tiene su propio lenguaje– quienes pronto son reclutados por la pandilla.
En años recientes, más de 150 adolescentes y menores han sido detenidos en la frontera, son revisados y colocados en comunidades por medio de la Oficina de Refugiados y Reasentamiento (ORR). Muchos otros entran de manera ilegal eludiendo a las autoridades de inmigración.
Sólo una pequeña fracción de estos adolescentes están involucrados en casos de violencia perpetrada por las pandillas, y muchos son víctimas de ello, pero el resurgimiento de la MS-13 ha hecho que se incremente el escrutinio del programa de reasentamiento arriba mencionado.
Algunos políticos y oficiales de la Policía dicen que a peligrosos miembros de la pandilla se les está permitiendo la entrada al país, y otros dicen que los servicios y operativos de rastreo son inadecuados.
Dar seguimiento a estos casos resulta limitado, y muchos adolescentes no se presentan a sus procedimientos de inmigración, según lo demuestra una reciente investigación del Congreso. Al mismo tiempo, hay fisuras en las iniciativas locales para entablar un enlace con aquellos menores y adolescentes vulnerables antes de que la pandilla lo haga.
El incremento de la violencia perpetrada por la MS-13 se ha convertido en un foco de tensión en el debate nacional en torno a la inmigración. El presidente Trump y el procurador general, Jeff Sessions, han prometido erradicar a la mara, mientras que los defensores de los inmigrantes dicen que las personas jóvenes están siendo señaladas como chivos expiatorios a favor de una agenda anti-inmigrante.
El caso de Danny ilustra cuán difícil es encontrar un balance entre la compasión y la seguridad. ¿Acaso él era un adolescente que necesitaba ayuda? ¿O era miembro de una pandilla que no debería estar aquí?
“¿Acaso les cerramos las puertas a todas aquellas personas que sólo quieren quedarse aquí y encontrar una mejor vida… y en el inter dejar fuera a un puñado de estos que va a sembrar el caos en nuestra comunidad?”, preguntó un fiscal federal que no tiene permiso de hablar de manera pública y que ha manejado casos relacionados con la MS-13. “¿O abrimos las puertas y dejamos entrar a las buenas personas y algunas malas junto con las primeras?”.
Los integrantes de la MS-13 llegaron de California, Texas, Ohio, Arizona, Virginia y Maryland, congregándose en Richmond en el domicilio de uno de los principales líderes de la Costa Este en el 2015.
Habían pasado 10 años sin que se diera una junta de tan alto nivel en la MS-13 –y los policías estaban escuchando como parte de una investigación mayor.
El líder “Chucky” hacía saber los lineamientos de los directivos de la MS-13 en El Salvador: matar a un mayor número de miembros de las pandillas rivales, aplastar las rivalidades internas y ganar más dinero.
La pandilla se ha basado tradicionalmente en las extorsiones, los robos, la prostitución y el narcomenudeo para generar ingresos. Héctor Silva Ávalos, estudioso de la Universidad Estadounidense que analiza al grupo delictivo, dijo que la idea era “recuperar la Costa Este”.
En los años 80 inmigrantes salvadoreños fundaron la MS-13, que a mediados de los 90 se propagó a El Salvador –donde sus líderes permanecen presos– y a la Costa Este.
En la actualidad, la mara posee entre 900 y mil 100 miembros en la región del Distrito Columbia, y alrededor de 10 mil en 40 entidades, según cálculos policiales.
En El Salvador, Honduras y Guatemala, en el 2012 existían 85 mil integrantes de la MS-13 y la Calle 18, según cálculo del Departamento de Estado.
La pandilla ofrece una sombría opción a muchos menores centroamericanos: entrar o morir. Muchos se arriesgan en la travesía con destino a Estados Unidos para escapar.