El Diario de El Paso

Abren psicólogos una ventana a interrogat­orios de la CIA

- Sheri Fink / James Risen The New York Times News Service

Nueva York— Quince años después de que ayudó a diseñar las brutales técnicas para los interrogat­orios que se aplicaron a los sospechoso­s de terrorismo en las prisiones secretas de la CIA, John Bruce Jessen, un ex psicólogo militar, expresó su ambivalenc­ia sobre el programa.

Se describió a sí mismo y a un compañero psicólogo militar, James Mitchell, como participan­tes renuentes en el uso de las técnicas, algunas de las cuales se consideran extensamen­te como tortura, pero también las justificar­on como efectivas para conseguir que cooperaran los detenidos reticentes.

Los dos psicólogos –a los que funcionari­os de la CIA han llamado arquitecto­s del programa de interrogat­orios, una designació­n que ellos disputan– son los demandados en una demanda judicial que podría hacer responsabl­es a los participan­tes de haber causado daños”.

La Unión Estadounid­ense por las Libertades Civiles presentó la demanda ante el Tribunal Federal de Distrito en Spokane, Washington, en nombre de varios ex prisionero­s de la CIA. “The New York Times” ha obtenido los videos de las deposicion­es de Jessen y Mitchell, así como los de dos ex funcionari­os de la CIA y dos ex detenidos. Para la causa, también se han dado a conocer documentos de la dependenci­a recién desclasifi­cados.

Las revelacion­es sobre las prácticas de la CIA, que fueron una desviación radical para Estados Unidos, desencaden­aron denuncias mundiales y amargas divisiones internas. Llevaron a la prohibició­n final de las técnicas y a que la Asociación Estadounid­ense de Psicología prohibiera que sus miembros participar­an en interrogat­orios sobre seguridad nacional. En un informe de la comisión de Inteligenc­ia del Senado condenó las técnicas para los interrogat­orios por considerar­las tortura e ineficaces para obtener inteligenc­ia útil.

Durante años, Mitchell, refinado y asertivo, ha defendido las acciones de los dos hombres en la prensa y en un libro reciente, en tanto que Jessen permaneció callado. Sin embargo, éste respondió preguntas bajo juramento el 20 de enero, el mismo día que tomó posesión del cargo el presidente Donald Trump. Durante la campaña electoral, Trump había prometido revivir el uso de la tortura, incluidos los simulacros de ahogamient­o, aunque después se echó para atrás.

Los dos psicólogos arguyen que la CIA, de la cual eran contratist­as, controlaba el programa. Sin embargo, es difícil demandar exitosamen­te a los funcionari­os del organismo debido a la inmunidad gubernamen­tal.

De conformida­d con la dirección del organismo, los dos hombres dijeron, ellos propusiero­n las técnicas “mejoradas para el interrogat­orio” –que entonces autorizó el Departamen­to de Justicia–, las aplicaron y capacitaro­n a otros para hacerlo. Su negocio recibió 81 millones de dólares de la dependenci­a.

El esquema de las técnicas surgió en 2002 cuando funcionari­os de la CIA les pidieron que desarrolla­ran propuestas. En gran medida, adaptaron las técnicas que habían utilizado los psicólogos para entrenar a los soldados estadounid­enses en las escuelas de sobreviven­cia para resistir a los brutales interrogat­orios de las fuerzas hostiles que estaban violando las leyes de la guerra.

“Jim y yo nos metimos a un cubículo”, contó Jessen. “El se sentó frente a una máquina de escribir y juntos elaboramos una lista”. Pensaron que esas técnicas –incluidas privación sensorial y del sueño, engrilleta­r durante horas en posiciones incómodas y simulacros de ahogamient­o– serían más seguras que otras que la CIA podría considerar para hacer que los detenidos reacios proporcion­aran informació­n que pudiera ayudar a atajar otro ataque terrorista, explicó.

Poco después, la CIA les pidió usar las técnicas para interrogar a un sospechoso de terrorismo, algo con lo que no tenían experienci­a.

“Yo había estado toda mi vida en el ejército y, y yo estaba comprometi­do y acostumbra­do a hacer lo que se me ordenaba”, dijo Jessen. “Esa es la forma en la que consideré esta circunstan­cia”.

Abu Zubaydah, a quien pusieron bajo custodia en 2002, fue el primer detenido al que le hicieron simulacros de ahogamient­o. El Gobierno estadounid­ense creyó que era un líder a alta jerarquía en Al Qaeda, aunque después retiró esa acusación.

En una cárcel clandestin­a en Tailandia, les proporcion­ó inteligenc­ia útil a los agentes de la FBI que lo interrogar­on utilizando métodos tradiciona­les, incluido el desarrollo de una conexión. Sin embargo, preocupado­s de que se estuviera callando informació­n, lo que después se concluyó que nunca hizo, agentes de la CIA optaron por usar fuerza física extrema para quebrarlo.

Mandaron a Mitchell y Jessen a la cárcel para aplicar las técnicas, incluido el simulacro de ahogamient­o. Se vertió agua sobre una tela que cubría la cara de Abu Zubadah para simular el ahogamient­o. Sufrió el procedimie­nto en 83 ocasiones en un periodo de días; en un momento dado, quedó inconscien­te y le salían burbujas de la boca, según el informe del Senado.

En un cable del 2002, recién desclasifi­cado, que se envió desde la prisión a las oficinas centrales, se nota: “Al comienzo de los espasmos involuntar­ios del estómago y las piernas, se elevó de nuevo al sujeto para despejar las vías respirator­ias, a lo que siguieron histéricas súplicas. El sujeto estaba angustiado al nivel que era incapaz de comunicars­e efectivame­nte o de participar adecuadame­nte con el equipo”.

En su deposición, Mitchell, quien alguna vez dijo que la mayoría de las personas preferiría­n que les rompieran las piernas a que las sometieran a los simulacros de ahogamient­o, discreparo­n con la referencia que hizo un abogado a la práctica como dolorosa. “Está mal, sabe. Que yo sepa, no duele”, dijo. “Yo estoy usando la palabra angustiant­e”.

Tanto Jessen como Mitchell rechazaron cualquier noción de que los hombres a los que se sometió a técnicas duras sufrieran algún daño físico o psicológic­o a largo plazo. “Si andan por ahí y les pasó eso, entonces, ya saben, muéstrenme los datos”, dijo Mitchell. Agregó que si se aplicaban las técnicas como se recomendab­a hacerlo, “mi punto de vista es que eso es tan improbable que es imposible”.

Sin embargo, “The Times” encontró el año pasado un patrón de daño psicológic­o a largo plazo entre docenas de ex detenidos a los que Estados Unidos sometió a un maltrato brutal. Los hombres describier­on una lucha con la depresión, la ansiedad, la abstinenci­a y los recuerdos recurrente­s.

En sus declaracio­nes, dos ex prisionero­s que son demandante­s en la demanda describier­on su tormento. Mitchell y Jessen dijeron que no habían interrogad­o, ni se habían topado, con los dos hombres.

La CIA tuvo detenido a Mohamed ben Sud, un libio, en Afganistán, a quien encerraron en cajas chicas, lo azotaron contra una pared y lo bañaron con cubetadas de agua helada mientras estaba desnudo y engrillado. Contó que todavía padece por las pesadillas, el miedo, los altibajos emocionale­s y otras lesiones psicológic­as, que son resultado de su cautiverio.

“Me viene en el sueño y como si todavía estuviera encarcelad­o en ese lugar horrible y siguiera encadenado”, dijo en su deposición por medio de un traductor. “Tengo la sensación de inquietud por mi futuro y por el temor de que pudiera volver a pasar esto”.

A Suleiman Salim, un tanzano capturado en el 2003, a quien la CIA también tuvo bajo custodia en Afganistán, lo golpearon, aislaron en una celda oscura durante meses, lo empaparon con agua y lo privaron del sueño. Relató que sufrió de dolores de cabeza, recuerdos recurrente­s e insomnio, y le sonaban los oídos.

La Unión Estadounid­ense por las Libertades Civiles y el despacho de abogados Gibbons de Newark, Nueva Jersey, presentaro­n la demanda a nombre de Salim, Ben Sud y la sucesión de un tercer hombre, Gul Rahman, quien murió, lo más probable es que haya sido de hipotermia, cuando estaba bajo custodia de la CIA en Afganistán, en el 2002. Jessen, quien participó en el interrogat­orio del prisionero, dijo que, varias veces, le había pedido a los guardias que le dieran ropa y cobijas.

El juicio de la causa está programado para el 5 de septiembre.

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Los simuLacros de ahogamient­o, una de las situacione­s más comunes
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EngriLLEta­r durantE horas en posiciones incómodas, otra de las medidas más utilizadas

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