Tillerson, el gran ausente en la reunión de la OEA
Una semana interesante y profunda llega a su fin. Existía la posibilidad de que la reunión de la OEA en Cancún lograra producir un nuevo Estado en la América profunda.
Y es que, una declaración de condena contra el régimen de Venezuela hubiera sido levantar el acta de defunción del ALBA, decirle adiós definitivamente al comandante Chávez y recordarle a los pueblos que pese a todo, pese a Trump, pese al muro, pese a Corea del Norte, siguen existiendo los límites. Sin embargo, eso no pasó.
Al final aparentemente la culpa fue de un receso, puesto que todo estaba previsto para proceder con la condena al régimen venezolano cuando los países del Caribe solicitaron un descanso y se les concedió.
Se especula que en ese momento la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, no pasó la charola, sino la pistola de Petrocaribe por la cabeza de tres países de la Caricom –posiblemente Granada, Trinidad y Tobago, y Antigua y Barbuda– que en el último minuto decidieron retirar su apoyo a la resolución sobre la crisis de Venezuela impidiendo así la condena al régimen de Maduro.
Es muy difícil ignorar que América Latina y el Caribe siempre ha estado dispuesta, aunque con desconfianza, a apoyar a los poderosos. Son muchos años de ser el segundo mundo, son muchos años de saber que los del gran garrote cuando no nos convencen con sus argumentos o con su dólares, lo hacen con sus marines.
Eso contaminó durante varias generaciones el sentido de la región. Y si a eso le aunamos la fuerza del petróleo –pasado, presente o futuro– y las enormes deudas de esos países con Venezuela por el suministro petrolero, entonces todo ya estaba anunciado.
Especialmente porque con la ausencia del secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, en la reunión, quedaba claro que pensemos lo que pensemos y nos venga como nos venga a nosotros los mexicanos, América Latina y el Caribe sigue siendo –salvo cuando somos un objetivo electoral o cuando somos el punching bag del presidente Trump– un mundo de segunda.
La idea era buena, pero olvidar la historia siempre es malo. Y ahora hemos conocido una vez más los límites de Goliat frente a David, hemos olvidado que con todo y todo formamos pueblos que más allá de la razón que se enseña en las grandes universidades estadounidenses, está el sentimiento acumulado de generaciones y generaciones que no se fían y que no se fiarán.
Eso no quiere decir que les guste Chávez o que quieran acabar desangrados o muertos por la falta de medicinas, porque eso simplemente quiere decir que cuando se vive en la pobreza durante tanto tiempo se puede alquilar el hambre pero no comprarla.