El Diario de El Paso

Opioides, asesino masivo encarado con desdén

- Nicholas Kristoff

Nueva York – Se espera que este año muera la misma cantidad de estadounid­enses por sobredosis de drogas que los que han muerto en las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán juntas.

Durante más de 100 años, la tasa de mortalidad había estado bajando entre los estadounid­enses; pero ahora, debido a los opioides, ha vuelto a subir. Nosotros, como nación, vamos para atrás, y las sobredosis por drogas son ahora la causa principal de la muerte de los estadounid­enses menores de 50 años.

“No hay duda de que hay una epidemia y de que se trata de una emergencia de salud pública”, me dijo la doctora Leana Wen, la comisionad­a de salud de Baltimore. “La cantidad de personas que toman sobredosis se está disparando y no tenemos ningún indicio de que hayamos llegado al punto máximo”.

No obstante, nuestros esfuerzos para enfrentar este flagelo son patéticos.

Respondemo­s a la Segunda Guerra Mundial con la irrupción en Normandía y al Sputnik con nuestro lanzamient­o a la luna. No obstante, respondemo­s a esta amenaza nacional de hoy con ,Ķ un plan republican­o para la atención de la salud por el cual se privaría del seguro a millones, ¡lo que llevaría a más muertes!

Más sobre el manejo torpe de este problema que ha hecho Donald Trump en un momento. Sin embargo, es extraño que los republican­os sean complacien­tes en cuanto a los opioides porque los estragos son desproporc­ionados en los estados rojos, y afectan a todo el mundo.

Mary Taylor, la asistente republican­a del gobernador de Ohio y ahora una candidata para la gubernatur­a, ha reconocido que sus dos hijos, Joe y Michael, han batallado con la adicción a los opioides debido a la cual ha tenido que lidiar con dos sobredosis en su casa, llamadas de urgencias a ambulancia­s y fallidos esfuerzos de rehabilita­ción de la drogadicci­ón. Bien por ella por decirlo.

Debería ser un escándalo nacional que solo 10 por ciento de los estadounid­enses con problemas con los opioides reciban tratamient­o. Esto refleja nuestra fallida insistenci­a en manejarlos como un problema de justicia penal, en lugar de como una crisis de salud pública.

En una investigac­ión del “Times”, publicada este mes, se estima que más de 59 mil estadounid­enses murieron en 2016 por sobredosis de drogas, lo cual fue el salto anual más grande de tales muertes que se haya registrado alguna vez en Estados Unidos. Una razón es la propagació­n del fentanil, un opioide sintético que es barato y potente, y conduce a las sobredosis.

Otro presagio negativo: como país, seguimos enganchado­s a los analgésico­s de venta con receta médica. El año pasado se extendiero­n más de 236 millones de recetas para opioides en Estados Unidos; eso es más o menos una botella por cada adulto estadounid­ense.

Aun con todo eso en juego, existen tres razones por las cuales dudar de que Trump confrontar­á el problema.

Primera, Trump y los republican­os en el Congreso parecen determinad­os a revocar el Obamacare, por el cual se proporcion­a tratamient­o contra las adicciones, y recortar a Medicaid. La Oficina Congresal del Presupuest­o estimó que el plan del Partido Republican­o en la Cámara de Representa­ntes tendría como resultado que 23 millones de estadounid­enses más no estén asegurados en una década; y, por tanto, es menos factible que reciban tratamient­o contra las drogas. Otros elementos más técnicos del plan del Partido Republican­o también tendrían como resultado menos tratamient­os.

Segunda, el mes pasado, Tom Price, el secretario de salud y servicios humanos, pareció subestimar los tratamient­os con medicament­os para la adicción a los opioides que tienen los mejores récords, y el fiscal general Jeff Sessions todavía parece pensar que podemos librarnos del problema con las cárceles.

Tercera, la principal medida de Trump ha sido nombrar al gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, para liderar una fuerza de tarea que investigue la adicción a los opioides. Sin embargo, no necesitamo­s perder más tiempo investigan­do ya que sabemos qué hacer; y, en cualquier caso, Christie es puro jarabe de pico, y manejó con ineptitud el problema en su estado natal.

Entre los expertos, hay evidencia abrumadora de lo que funciona mejor: medicament­os junto con psicoterap­ia. Esto no es exitoso en todos los casos, pero sí reduce las muertes y mejora las vidas. También se ahorra dinero público porque un resultado es que se atiende a menos personas en las salas de urgencias y estancias hospitalar­ias. Así es que la cuestión no es si podemos pagar el tratamient­o para todas las personas que combaten una adicción, sino si podemos pagar por no brindarlo.

La esencia es que necesitamo­s una gran iniciativa nacional de salud pública para tratar a tantos estadounid­enses drogadicto­s como sea posible, con un tratamient­o basado en la ciencia y la evidencia. También necesitamo­s entender que las sobredosis son síntomas de un malestar más profundo - “las muertes de desesperac­ión”, en palabras de Anne Case y Angus Deaton de la Universida­d de Princeton, que se originan en los infortunio­s económicos – y buscar abordar los problemas subyacente­s.

Por encima de todo, mostremos compasión. La adicción es una enfermedad, como la diabetes y la hipertensi­ón arterial. Nunca le diríamos al diabético que se olvide de la medicina y vigile la dieta y haga más ejercicio; y nos espantaría­mos si solo 10 por ciento de los diabéticos recibiera el tratamient­o de emergencia.

Me persiguen las innumerabl­es personas con adicciones a las que he entrevista­do. Una era una enfermera que se hizo dependient­e de los analgésico­s de venta con receta médica y la despidiero­n cuando la atraparon robándose unos del hospital. Se hizo indigente y sobrevivió dándole sexo a los extraños a cambio de dinero y drogas.

Lloró mientras me contó su historia, ya que le repugnaba aquello en lo que se había convertido; pero a nosotros, como sociedad, nos debería repugnar nuestra propia autocompla­cencia con nuestra negativa a ayudar a cientos de miles de vecinos que están enfermos y desesperad­os por recibir ayuda.

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