El Diario de El Paso

Sólo las prisiones privadas ganan con la línea dura migratoria de Trump

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La agresiva aplicación de la ley de inmigració­n ha sido uno de los rasgos distintivo­s del gobierno de Trump, con agentes federales encargados de buscar la deportació­n de casi cualquier persona que encuentren en el país ilegalment­e, sin importar cuánto tiempo lleva aquí.

En los primeros 100 días después de la toma de posesión del presidente, los arrestos por inmigració­n aumentaron casi un 40 por ciento con respecto al año anterior, un ritmo que segurament­e aumentará si el Congreso accede a la solicitud del presidente Trump de contratar a 10 mil agentes del Interior de la nación, y otros 5 mil agentes de la Patrulla Fronteriza para trabajar dentro de 100 millas de la frontera.

Aquellos que compran la opinión de Trump sobre los inmigrante­s ilegales como violadores, asesinos y ladrones de empleo, sin duda han sido animados por el esfuerzo de aplicación, y probableme­nte no se molestan por la prisa por expandir el espacio de detención para albergar a las audiencias de deportació­n.

Pero incluso deberían reconocer que capturar y encarcelar a la gente es sólo una parte de la ecuación. Mientras que el gobierno –bajo el presidente Obama y ahora Trump– ha estado aumentando la aplicación de la inmigració­n y la detención, no ha invertido una cantidad paralela de dinero en la ampliación de la capacidad de los tribunales de inmigració­n para manejar los casos.

El gasto en tribunales de inmigració­n aumentó sólo un 74 por ciento entre 2003 y 2015, mientras que el gasto en ejecución aumentó un 105 por ciento. A finales de septiembre, el número de casos pendientes de inmigració­n ascendía a 516 mil 31. A finales de mayo, esa cartera había aumentado a 598 mil 943 casos, que han estado pendientes por un promedio de 670 días cada uno.

Para empeorar las cosas, el gobierno de Trump ha reasignado temporalme­nte a los jueces a los centros de detención en el sur de California, Arizona, Nuevo México y Texas para manejar casos que involucran principalm­ente a personas que cruzan la frontera. El problema con esto es que cada vez menos personas se ven atrapadas en la frontera en estos días, por lo que mover a los jueces allí tiene poco sentido práctico.

Sin embargo, enviar a los jueces a la frontera da la apariencia de que hay una aplicación más fuerte y más seria de la ley, cuando en realidad exacerba los atrasos en los tribunales de los cuales los jueces son trasladado­s.

Este enorme retraso tiene consecuenc­ias reales. Las personas en centros de detención o cárceles están pasando más tiempo encarcelad­os mientras esperan las audiencias sobre si se les permitirá permanecer en el país.

Esto no debería hacer feliz a los inmigrante­s indocument­ados. La gente no está siendo deportada, pero simplement­e queda atrapada en el limbo del sistema de inmigració­n.

El sistema no funciona bien para nadie, excepto, quizás, para los operadores de prisiones privadas y cárceles locales con contratos ICE.

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