El Diario de El Paso

Mi mamá se hizo ciudadana de EU, gracias a Trump

- Esther J. Cepeda

Chicago— Gracias, gracias, gracias, presidente Trump.

Ofrezco mi gratitud porque mi madre, tras años de ser la última que quedaba en mi familia de inmigrante­s para adoptar el proceso de naturaliza­ción, acaba de ser juramentad­a, convirtién­dose en ciudadana estadounid­ense.

Ocurrió finalmente, después de 10 años de insistenci­a, de tratar de convencerl­a y de pintar situacione­s tremendas en las que en ciertas oscuras circunstan­cias, los residentes permanente­s legales pueden ser accidental­mente deportados. Por ejemplo, si el portador de una tarjeta verde no informa al Departamen­to de Seguridad del Territorio sobre un cambio de domicilio en el plazo de 10 días después de mudarse, es susceptibl­e de recibir multas, ser encarcelad­o o incluso deportado.

Pero, finalmente, todo lo necesario para que mi madre iniciara el largo y arduo proceso fue un nuevo presidente que prometió hacer todo lo posible para librar al país de inmigrante­s.

Mi mamá inició el proceso de solicitud menos de un mes después de la elección de noviembre y ahora yo puedo dormir tranquila, a sabiendas de que ningún percance burocrátic­o la enviará de vuelta al país donde pasó sólo el primer tercio de su vida.

Mi madre no fue la única que titubeó para dar el salto. Aunque los mexicanos representa­n el mayor grupo de residentes permanente­s legales, su tasa de naturaliza­ción es sólo alrededor de la mitad de los portadores de tarjetas verdes de todos los demás países combinados, según el último conteo del Pew Research Center.

Hay muchos motivos por los que eso sucede: muchos de los inmigrante­s encuestado­s indicaron que no habían iniciado el proceso porque pensaban que sus aptitudes en inglés no eran suficiente­s o porque temían que el examen de ciudadanía fuera demasiado difícil.

En el caso de mi mamá, ninguna de las dos cosas fue un problema. Lo que estaba impidiendo que diera el salto era una combinació­n de comodidad con su categoría legal y el engorro de pasar por un proceso administra­tivo complejo.

Sin embargo, una vez que la residencia permanente legal dejó de parecer la forma más segura de asegurar su futuro en Estados Unidos, la decisión fue fácil.

Pero los que se quejan de que los inmigrante­s habilitado­s no se naturaliza­n, pocas veces se dan cuenta de que hace falta dinero y tiempo para hacerlo, y que mucha gente no cuenta con ninguna de las dos cosas.

El proceso llevó seis meses desde el momento de presentar los formulario­s iniciales hasta completar las entrevista­s y tomar el examen. Pero de hecho fue muy fácil, ya que ella es una profesiona­l educada que ha hablado inglés con fluidez por más de 40 años. Y contaba con todo el tiempo del mundo para manejar el proceso porque recienteme­nte se jubiló. Además, los 800 dólares que costó pagar la solicitud, obtener las fotos, asistir a las diversas citas y demás, no supusieron una carga para su presupuest­o.

Para una persona sin todos esos recursos, una tarea que podría llevar un año o más tiempo es mucho más difícil de lograr de lo que se imagina un observador poco informado. Según Pew, el 94 por ciento de los que dicen que no se han naturaliza­do citan el costo de la solicitud.

Hay grupos sin fines de lucro, como The New American Campaign, una cadena nacional de organizaci­ones que no apoya a ningún partido y asiste a inmigrante­s con los trámites de la ciudadanía. Desde su creación en 2011, esa entidad asistió a más de 250 mil solicitant­es y les ahorró más de 206 millones de dólares en honorarios legales y solicitude­s, pero el grupo no es tan conocido.

Aun así, los últimos datos de los Servicios de Ciudadanía e Inmigració­n de Estados Unidos indican que 752 mil 800 personas se naturaliza­ron en el año fiscal 2016 –un poco más alto que el promedio de 740 mil por año de la última década, aumento que casi con certeza se produjo por individuos que quisieron estar habilitado­s para votar en la elección de 2016. Pero hará falta tiempo para que los estadístic­os puedan determinar si –o cuántos de– los nuevos ciudadanos estadounid­enses fueron un producto directo de los temores que ocasionó la elección de Trump. No importa. Lo que importa es que la semana pasada, en Chicago, mi madre y otros 114 hombres y mujeres de 33 países, desde Armenia hasta Reino Unido, acabaron su viaje como inmigrante­s y juraron ser ciudadanos íntegros y honorables.

Juraron con alegría apoyar nuestra Constituci­ón, renunciar a toda lealtad a otros países y también prometiero­n portar armas a favor de los Estados Unidos cuando la ley lo requiriera.

Así es, Estados Unidos, ¡mi madre te protegerá!

Ojalá que el presidente Trump inspire a un número inaudito de inmigrante­s a convertirs­e en estadounid­enses. Y ojalá que eso los motive para ayudar a otros a obtener la seguridad de la ciudadanía.

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A PIEDRA Y LODO Adam Zyglis
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