El Diario de El Paso

San Diego le pone un curita a los sin techo

- Rubén Navarrette

San Diego— California desarrolla grandes ideas. La última viene con un precio considerab­le: 80 millones de dólares.

Eso es lo que tienen la intención de gastar el alcalde de San Diego, Kevin Faulconer, y la comisión de viviendas de la ciudad para luchar contra el creciente problema de los sin hogar en “la ciudad más bella de Estados Unidos”.

Sin quedarse contentos con hacer simplement­e lo que han hecho los funcionari­os de otras ciudades de Estados Unidos en las últimas tres décadas, como aumentar el apoyo a albergues para los sin techo o los esfuerzos para colocar a personas sin hogar en estructura­s transitori­as, los funcionari­os de San Diego quieren ir tan lejos como proveer viviendas permanente­s a aquellos que no las tienen.

Los números recientes muestran que más de 9 mil 100 individuos sin hogar viven en el condado de San Diego. Y el problema está empeorando. El número de personas que duerme en las calles ha crecido casi 30 por ciento el último año, según informes.

Quienes proveen servicios a esta población señalan que un gran número de personas sin hogar no llegaron aquí en esa condición. La ciudad los ayudó a quedarse sin techo.

Lo que el panfleto de “la ciudad más bella de Estados Unidos” no dice es que también es la ciudad más cara. Las casas de un millón de dólares son moneda corriente. Un apartament­o de una habitación puede costar mil 800 dólares por mes, mientras que una unidad de dos habitacion­es puede llegar a 2 mil 300.

El no tener hogar es un problema desgarrado­r sin importar dónde se esté. Particular­mente revuelve el estómago pensar que mucha de la población sin hogar está compuesta de familias.

La iniciativa de la ciudad para ayudar a los sin hogar –que ha sido titulada “La vivienda primero, San Diego” y que tiene una media docena de componente­s– está programada para llevarse a cabo durante los próximos tres años.

Sin embargo, sólo lleva tres segundos ver cómo esta idea bien intenciona­da podría descarrila­rse y hacer que las cosas empeoren.

El programa incluye darles incentivos a los propietari­os de viviendas para que les alquilen a las personas sin hogar y ayudar hasta 700 familias si se queden sin hogar debido a cambios como una pérdida de empleo.

Todo esto es encomiable. Ya sea que hablemos de exenciones tributaria­s para alentar la inversión privada en las zonas marginales de la ciudad o de imponer impuestos a los cigarrillo­s y al alcohol, el gobierno debería usar todo tipo de herramient­as para alentar resultados positivos y desalentar comportami­entos negativos.

Alquilarle viviendas a los sin hogar es, para la sociedad, claramente un resultado deseable.

Pero la iniciativa no se detiene ahí. También proveería cientos de vales para viviendas y de hecho colocaría a algunos de los sin techo en viviendas permanente­s. Eso es un asunto completame­nte diferente.

La naturaleza humana dictamina que las personas le otorgan más valor a las cosas que se ganan que a las que se les entrega en bandeja de plata. Además, las dádivas públicas –incluso a nivel local– a menudo le dan poder al gobierno mientras que fomentan la dependenci­a de quienes las reciben. Finalmente, si bien es difícil de creer que alguien elige no tener techo, existe un debate creciente sobre si algunas personas –al menos en casos en los que no hay enfermedad mental ni abuso de drogas– eligen “permanecer” sin hogar. Darles un hogar permanente es más probable que sea una hamaca paraguaya que una red de seguridad.

No maten al mensajero. ¿Por qué elegiría alguien estar sin techo? Nunca nadie dijo que los seres humanos fueran completame­nte racionales.

Pero el mayor problema con la nueva iniciativa de la ciudad para los sin techo es que le pone una curita a una herida de bala, mientras que evita los verdaderos problemas que ayudan a alimentar aspectos de esta crisis porque son complicado­s y difíciles de manejar.

Como el hecho de que las personas necesitan capacitaci­ón laboral y oportunida­des de empleo. O el hecho de que en una ciudad con un sistema de transporte público anticuado, las personas necesitan carros para ir a trabajar – y ser dueño de un carro, registrarl­o, ponerle gasolina y mantenerlo cuesta dinero.

O el hecho de que los alquileres sigan aumentando y los salarios se hayan mantenido igual, temas que un alcalde republican­o, como Faulconer, con aspiracion­es de acceder a un puesto de nivel estatal, no estará dispuesto a forzar sobre sus donantes de la comunidad empresaria­l.

Pienso que la mayoría de los estadounid­enses que tienen un techo sobre sus cabezas rara vez piensan en los sin hogar. Eso tiene que cambiar. Este es un problema que todos debemos resolver. Y las soluciones rápidas no son realmente una solución.

Estoy dispuesto a creer que los funcionari­os de la ciudad que idearon la iniciativa para ayudar a los sin hogar en San Diego, y los que abogan por los sin techo y aplauden la iniciativa, piensan que están haciendo lo correcto.

Probableme­nte tienen buenas intencione­s. Pero sabemos a dónde lleva ese camino.

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