El Diario de El Paso

TRUMP, A LA CAZA del ‘pirata aéreo’

Reclama a Cuba la extradició­n de prófugos del FBI que huyeron a la isla, entre los que se encuentra Ishmael Muslim Ali, acusado de homicidio y de secuestrar un avión

- Azam Ahmed/New York Times News Service

Por más de 30 años, Ishmael Muslim Ali ha vivido una vida relativame­nte ordinaria y plena en Cuba. Ha enseñado inglés en las escuelas públicas del país, ha trabajado como traductor y formó una familia: un final tranquilo para un fugitivo internacio­nal.

O, al menos ese fue el caso hasta el mes pasado, cuando el presidente Donald Trump anunció un paro parcial en las relaciones con Cuba, a menos que se satisfagan ciertas condicione­s. Entregar a Ali, quien se encuentra en la lista de los más buscados por la FBI porque secuestró un avión de American Airlines y huyó a Cuba para escapar de las múltiples sentencias a cadena perpetua por el asesinato de ocho personas, es una de esas condicione­s.

Las demandas de Trump contenían los requerimie­ntos usuales a Cuba: elecciones libres y justas, permitir la oposición política y abrir su economía. Sin embargo, también, incluían un llamado a la extradició­n de todos los estadounid­enses condenados que habían huido a la isla en busca de asilo, entre ellos está Asata Shakur, también conocida como Joanne Chesimard, a quien se busca por haberse escapado de la cárcel cuando cumplía una sentencia de cadena perpetua por el asesinato de un policía estatal, así como otros aproximada­mente 70 que se habían refugiado en el país comunista.

En cuanto a la amenaza de que los envíen de regreso a Estados Unidos, Ali, de 69 años, no está preocupado. El gobierno cubano ha dejado claro que la extradició­n de aquellos a los que se les otorgó el asilo no está sobre la mesa, ni tampoco otras demandas que expuso el presidente estadounid­ense.

“Quieren que se les respete su soberanía”, dijo Ali en una entrevista telefónica desde Cuba, que estuvo entre sus primeros comentario­s públicos en tres décadas. “No se van a dejar intimidar por nadie”.

Dijo que se siente tranquilo de que las autoridade­s cubanas no permitiría­n que regresara. Después de todo, dijo, la posición de Trump es retornar a la animadvers­ión de la guerra fría que endureció todavía más las posiciones del gobierno cubano.

Además de eso, los expertos dicen que si Estados Unidos solicita la extradició­n de los criminales a los que busca, Cuba podría hacer lo mismo. Lo cual podría incluir una solicitud para enviar a Luis Posada Carriles, un cubano que tiene vínculos con la CIA y vive en Estados Unidos, pero en Cuba se le busca por, entre otras cosas, su posible papel en el bombardeo de un avión comercial cubano que mató a 73 personas.

El caso de Ali se remonta a la época turbulenta en la historia estadounid­ense en la cual el radicalism­o a veces se cruzaba hacia la violencia, y los disidentes y quienes evadían la ley llevaron a cabo secuestros en docenas de ocasiones. Sin embargo, su caso sigue reverberan­do hoy día, en el debate racialment­e cargado sobre la justicia estadounid­ense, así como la turbulenci­a en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Su caso, junto con el de sus coacusados, es el tema de un nuevo documental, “The Skyjacker’s Tale” (La historia del pirata aéreo), el cual se estrenó públicamen­te en Nueva York.

La historia comenzó el 6 de septiembre de 1972, en St. Croix, en las Islas Vírgenes de Estados Unidos cuando cinco individuos enmascarad­os mataron a ocho personas en el campo de golf de Fountain Valley. Los asesinos sacudieron a la pequeña isla y llegó una oleada de autoridade­s encargadas del imperio de la ley procedente­s de Estados Unidos para llevar a cabo la indagatori­a.

Al club, propiedad de la familia Rockefelle­r, asistían con frecuencia los adinerados.

Poco después de los asesinatos, se aprehendió a Ali, a la sazón conocido como Ronald Labeet, y otros cuatro más y les levantaron cargos por los crímenes. El juicio atrajo a algunos de los personajes más prominente­s, liberales jurídicos, de esa época, incluido William Kunstler, quien defendió a activistas conocidos como los Siete de Chicago, así como William Estridge, un abogado del reverendo, doctor, Martin Luther King, Jr.

El juicio concluyó en menos de un año y, al final, se encontró culpables a todos los hombres y los sentenciar­on a ocho cadenas perpetuas consecutiv­as más 90 años por los crímenes. Los embarcaron rumbo a prisiones en la parte continenta­l de Estados Unidos, donde tres de ellos continúan hasta la fecha. Uno de los hombres, Raphael Joseph, murió en 1998, después de que recibió el perdón.

Ali, a quien se considerab­a el líder del grupo, y los otros condenados sostenían su inocencia con el argumento de que su juicio original no había sido justo. En la película se plantean alegatos de que se torturó a los sospechoso­s cuando estaban bajo custodia y que el juez que presidió el juicio estaba prejuiciad­o porque había representa­do a miembros de la familia Rockefelle­r cuando ejercía en forma privada.

Después de que lo condenaron, Ali escupió al piso, y sus cómplices y él atacaron a los alguaciles que los tenían bajo custodia, según versiones noticiosas de esa época.

“Aun durante el juicio, estábamos asustados sobre una base emocional”, notó. “Sentíamos enojo y desesperac­ión que teníamos un juez a quien no le importaba la ley”.

Agregó: “Yo sería diferente ahora. Yo estaría con mi defensa en una forma muy diferente de cómo estuve en ese entonces. Pero no puedes retroceder. La vida no es así. Tienes que ir para adelante. La forma en la que tratamos de recibir justicia cómo actuamos en nuestra desesperac­ión al buscar justicia, no justifica lo que se nos hizo”.

La condena de Ali se ratificó en la apelación. Y, a pesar de su declaració­n de inocencia, muchos creen que estuvieron justificad­as su condena y sentencia.

“Declarar su inocencia es ridículo”, señaló Jeffrey Resnick, el fiscal en jefe en St. Croix, en 1972, quien dijo que había evidencia forense abrumadora – así como la identifica­ción que hicieron los testigos y las confesione­s – de la culpabilid­ad de Ali. “No hay duda alguna de que fueron ellos los que lo hicieron”.

Es un hombre malvado: hermano

Michael Joseph, el hermano de Raphael Joseph, también cree que Ali es culpable y, en 2015, publicó un libro sobre la masacre.

Joseph, un abogado en St. Croix, dice que los acontecimi­entos que él detalla en el libro, en el que especifica el papel de Ali en los asesinatos, así como el de su hermano, están basados en conversaci­ones que sostuvo con Raphael después de que lo perdonaron.

En una presentaci­ón que hizo del libro en el 2015, describió a Ali como un “hombre malvado” y dijo que le puso una pistola en la cabeza a su hermano para hacerlo participar en el robo que se convirtió en masacre.

Después de que lo encontraro­n culpable, Ali peleó para que lo regresaran a St. Croix. Después de más de una década en prisión, lo enviaron de regreso a la isla, aunque solo para los procedimie­ntos en una demanda civil que había presentado, en la que aseveraba que se habían violado sus derechos cuando lo pusieron en aislamient­o durante 90 días. Le otorgaron 12,000 dólares por daños y lo subieron a un avión de pasajeros de American Airlines con destino a Nueva York en las vísperas del Año Nuevo de 1984.

Ali fue repetidas veces al baño durante el vuelo porque se quejaba de dolores de estómago. La última vez regresó con una pistola. (No dijo cómo la había obtenido.) Entonces, tomó el avión y obligó al piloto a aterrizar en La Habana. Al llegar, lo pusieron bajo custodia.

Las autoridade­s cubanas condenaron a Ali por secuestrar el avión y lo sentenciar­on a 10 años de cárcel. Cumplió siete y lo liberaron antes por buen comportami­ento. Después, a petición de Shakur, Ali dice que le concediero­n el asilo, lo cual fue el comienzo de un capítulo totalmente nuevo para él.

“Llevo una vida tranquila. Me he casado dos veces. Tengo hijos y una familia aquí”, contó. “No me puedo quejar. Realmente estoy agradecido con el gobierno cubano y el pueblo cubano por la forma en la que me han tratado”.

En Cuba, dice que ha encontrado la paz que nunca experiment­ó en Estados Unidos, donde la raza era un problema en cada faceta de la vida.

“El asunto sobre la raza aquí es que no es un problema”, señaló. “En Estados Unidos, siempre estás consciente de la diferencia de razas. Siempre había alguien o algo contra quien estabas peleando. Aquí, en Cuba, hace mucho que la revolución ya ha eliminado eso. Sencillame­nte me siento como otro ciudadano aquí”.

Su razonamien­to para tomar parte en la película, dijo, fue generar conciencia sobre sus coacusados, porque arguyó que han pasado la vida en prisión por un crimen que no cometieron. No es precisamen­te culpa lo que siente por ser el único que escapó, dice, sino, más bien, la conciencia de que es el único que pudo vivir una verdadera vida.

“Me duele cada día pensar en ellos”, explicó. “Me molesta cuando pienso en mis coacusados, en lo que han sufrido”.

Llevo una vida tranquila. Me he casado dos veces. Tengo hijos y una familia aquí”

Ishmael Muslim Ali

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actualmEnt­E ali vive en la Habana y confía en que el gobierno no lo extradite
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El fugitivo también es conocido como Ronald Labeet
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SE EncuEntra en la lista de los más buscados

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