Rusos tendieron trampa, y Trump Jr. cayó en ella
Donald Trump Jr. trata de minimizar su reunión el año pasado con una abogada rusa que decía tener información perjudicial sobre Hillary Clinton. “Fue una nada”, dijo esta semana al programa de noticias de Sean Hannity de Fox News.
Pero todo lo que sabemos por revelaciones públicas acerca de la reunión – desde de qué se trató hasta cómo se desarrolló– está en línea con lo que los analistas de inteligencia tipificarían como una operación de contraespionaje para influir en la política estadounidense.
Tiene todas las características de un operativo de campo profesionalmente planeado y cuidadosamente ejecutado. Y la voluntad de la campaña Trump de acceder a la reunión –y, lo que es más importante, su falta de reportar el episodio a las autoridades estadounidenses– pudo haber sido exactamente la luz verde que Rusia buscaba para lanzar una fase más agresiva de intervención en la campaña electoral estadounidense del 2016.
Comencemos con el interlocutor: la abogada rusa Natalia Veselnitskaya. Al organizar la reunión, el promotor de música y conocido de la familia Trump, Rob Goldstone, se refirió a ella como una “abogada del gobierno ruso”. Tanto Veselnitskaya como el Kremlin han negado eso. Pero lo que está fuera de duda es que ha cabildeado para que Estados Unidos derogue las sanciones de la Ley Magnitsky contra funcionarios rusos por la invasión a Chechenia, a los cuales ella represente regularmente.
Veselnitskaya probablemente no inició de forma independiente un encuentro de alto nivel y tan sensible. Sus esfuerzos para reunirse con los asociados de Trump seguramente eran conocidos por las autoridades rusas en algún momento, dado el monitoreo del correo electrónico del gobierno ruso y otros medios de vigilancia que tienen. El Kremlin miraría con dureza a alguien que los representa legalmente y se moviliza independientemente en algo tan sensitivo como la entrega de información altamente confidencial e incriminatoria de un personaje político estadounidense. Sin esa coordinación obligada, estaría en peligro cualquier esfuerzo de inteligencia rusa relacionado con la campaña presidencial estadounidense.
Una mejor explicación es que Veselnitskaya está lo suficientemente alejada de los corredores de poder de Moscú como para ser un intermediario en una operación de inteligencia, un “agente de acceso” enviados para evaluar y probar el interés de una meta de alta prioridad para el Kremlin. Puede que haya tenido su propia agenda en la reunión: para presionar contra la Ley Magnitsky, lo cual afecta a algunos de sus clientes, pero su agenda se ajustaba a los intereses del Kremlin, sin tener una conexión comprobable con éste.
La práctica más común de inteligencia rusa es cooptar a sus blancos. El hecho de que halla estado acompañada en la reunión con Rinat Akhmetshin, un cabildero rusoestadounidense que se sospecha, aunque él lo niega, tiene vínculos con la inteligencia rusa, refuerza aún más esta conclusión.
La afirmación de Trump Jr. de que Veselnitskaya no entregó la información prometida durante la reunión también es consistente con el funcionamiento de la inteligencia rusa. Lo único que ofreció fue la sugerencia de que hubo contribuciones de campaña ilegales al Comité Nacional Demócrata, pero especificando que era algo que “requería de más investigación”.
Rusia habría querido medir la reacción de la campaña de Trump antes de compartir material preciado, si es que lo tenía.
Además, la inteligencia rusa no se arriesgaría a transmitir información de alto valor a través de Veselnitskaya. Como un intermediario, no un oficial profesional de inteligencia, ella no tendría la confianza del Kremlin para la entrega de información comprometedora. Eso vendría a través de un oficial de inteligencia con experiencia y bajo circunstancias favorables, una vez de haber penetrado el círculo interno del entonces candidato Donald Trump.
Pero incluso en la etapa inicial, la práctica rusa estándar de inteligencia requeriría dejar claro lo que se ofrecía. Y aquí, el acuerdo era obvio para todos. Moscú pretendía desacreditar a Clinton y ayudar a que Trump fuera elegido, y en cambio esperaba que el republicano considerara sus intereses - la relajación de sanciones económicas y otras cosas más adelante.
Desde la perspectiva rusa, el hecho de que Trump Jr. accediera a la reunión habría sido el primer signo prometedor. El veterano político Paul Manafort y el asesor principal Jared Kushner comparecieron con él, lo que habría hecho creer que había un gran interés por la asistencia rusa (y la predisposición a compromisos) por parte de la campaña. Pero, de acuerdo con la tradición de espionaje estándar, el logro más notable de este encuentro radicó en el fracaso de la campaña de Trump de informar a las autoridades estadounidenses apropiadas.
Debemos ser cautelosos acerca de sobreestimar la importancia de este episodio por sí solo. Pero, basándose en la información disponible públicamente, la apertura de junio del 2016 parece haber sido una victoria para Rusia. Ayudó a sentar las bases para la posibilidad de contactos posteriores entre los asociados de Trump y los agentes del gobierno ruso (algunos de estos contactos son ahora conocidos). Y habría permitido que la inteligencia rusa se sintiera cómoda iniciando la siguiente fase de su operación: la sistemática fuga de información sobre Clinton y tratar de penetrar el proceso de votación de Estados Unidos, ya sabiendo que la campaña de Trump estaba interesada en la asistencia rusa.