La amenaza de abandonar el NAFTA no importa
Washington— Olvídese de deportar a cada inmigrante ilegal. No te molestes agobiando a México para pagar por una pared que no necesitamos de todos modos. Pensándolo bien, mantengamos la política de “una China”. Las mejores ideas del presidente Donald Trump implican invariablemente el abandono de sus extremos, impracticables y peligrosos. El último ejemplo se refiere a una revocación de sus amenazas de retirar o rehacer significativamente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), que él afirmó falsamente que era responsable de perder “millones” de empleos en Estados Unidos. El Wall Street Journal informa: “El proyecto de un nuevo NAFTA muestra la Casa Blanca tratando de navegar por los bancos de alcanzar un acuerdo con sus socios comerciales más cercanos que pueden pasar en el Congreso de EU... Contiene asentimientos a la base de votantes de Trump temeroso y enojado por las pérdidas de trabajos manufactureros de EU –incluido el objetivo general de reducir el déficit comercial de los Estados Unidos con los países del NAFTA y un esfuerzo por mantener normas que favorezcan a las empresas estadounidenses en la contratación para el gobierno.
“El plan también respalda un mecanismo no especificado para evitar que los países manipulen sus monedas para obtener ventajas comerciales, una cuestión de creciente preocupación entre legisladores y algunos economistas, aunque uno menos central en las relaciones comerciales de Estados Unidos con México y Canadá. También incluye provisiones para cuestionar a México en temas laborales y ambientales”.
En otras palabras, es una hamburguesa de nada. Al menos eso fue la reacción de la prensa canadiense: “Los nuevos objetivos del NAFTA bajo la administración Trump –ofrecidos en un resumen de 18 páginas publicado el lunes por la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos– son sorprendentemente sosos, según expertos en comercio y aduanas internacionales”. El informe agregó: “Ellos consideran francamente sensatas las propuestas de Estados Unidos que requieren una cooperación regulatoria, la adición de un capítulo para abordar la economía digital, elevar el límite de gasto libre de impuestos para los canadienses e incluso la desaparición de un mecanismo de resolución de disputas”. Un gurú del comercio es citado diciendo que “no hay nada más cercana a derribar el NAFTA” y “no arroja mucha carne roja a la multitud proteccionista”. Otro señaló: “A pesar de algunos objetivos y medidas proteccionistas anunciados en el documento, en realidad es algo con lo que Canadá y México pueden trabajar”.
La reacción de México también fue medida, como se informó en Fortune:
“El Ministerio de Economía de México dijo en un comunicado que trabajaría para lograr un proceso de negociación constructivo que permita que el comercio y los flujos de inversión aumente y consolide la cooperación y la integración económica para fortalecer la competitividad de América del Norte”.
En declaraciones a condición de anonimato, un alto funcionario del gobierno mexicano dijo que la lista de prioridades “no es tan mala como yo esperaba” y se congratuló de que Estados Unidos no estaba presionando para imponer tarifas punitivas, como ha amenazado Trump.
El Wall Street Journal ve las cosas de la misma manera. “La rápida Kremlinología dice que son los globalistas, dirigidos por Gary Cohn, ex presidente de Goldman Sachs Group Inc., quien dirige el Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca”, informó. “Dicho esto, la batalla no ha terminado, muchas de las disposiciones siguen siendo vagas y el señor Trump se ha reservado el derecho de retirarse por completo –el objetivo de sus asesores nacionalistas– si no está satisfecho con el resultado final”.
Si la hipocresía es el cumplido con el que el vicio paga a la virtud, entonces una política comercial de Trumpkin es un guiño a los beneficios del libre comercio y el peligro de las guerras comerciales. Por frustrante que pueda parecer ver que Trump ganó la presidencia promocionando una política comercial absurda, será un alivio si resulta que nunca dijo lo que dijo, o más probablemente, que no tiene idea de cómo debería funcionar la política comercial.