El Diario de El Paso

La única excusa de Kushner: no tener idea de lo que hace

- Dana Milbank

Washington— ¿Tiene usted un problema –en el trabajo, estrés en la relación, o sólo una tarea de matemática­s muy difícil– que no puede resolver por su cuenta? Usted debe recurrir al hombre que está arreglando problemas para más de 300 millones de estadounid­enses.

Debería preguntarl­e a Jared Kushner.

El presidente Trump lo hace. Cuando necesitaba a alguien para negociar la paz en Oriente Medio, le preguntó a Kushner. Cuando necesitaba que alguien fuera su hombre clave con China y con México, le preguntó a Kushner. Cuando necesitaba a alguien para resolver la epidemia de opiáceos, reformar la atención de los veteranos, revisar el sistema de justicia penal y reinventar todo el gobierno federal, Trump volteó a Kushner. Incluso cuando sólo necesitaba alguien para atar su chaleco antibalas sobre su saco azul marino y volar a Bagdad, Kushner fue el que pidió.

El yerno de 36 años del presidente ha hecho todo esto y mucho más, incluso manteniend­o una vida familiar exigente desde las elecciones: un viaje de playa a Hawai, un viaje de esquí a Aspen, otro viaje de esquí a Columbia Británica. Está claro que tiene tiempo para ayudarle a usted también. ¿El niño tiene fiebre? ¿Ruido en la transmisió­n? ¿Malas hierbas en el césped? ¿Anillo alrededor del cuello? Pregunte a JK.

Pero, ¿qué sucede cuando Jared Kushner tiene un problema? ¿Qué sucede si –y estoy hablando estrictame­nte hipotética­mente aquí– Kushner debía olvidar mencionar en sus formulario­s de autorizaci­ón de seguridad que había tenido más de cien reuniones con extranjero­s, incluyendo algunos rusos? Claro, puedes preguntarl­e. Pero no tendrá una buena respuesta.

Kushner, que se ha visto pero no escuchado, se reunió el lunes con el Comité de Inteligenc­ia del Senado (en una sesión cerrada al público, naturalmen­te). Explicó sus frases repetidas –tuvo que enmendar una forma de transparen­cia tres veces– diciendo, esencialme­nte, que era nuevo en la política y tan terribleme­nte ocupado que no podía mantenerse al día con todo. Y utilizó la más excelsa excusa de todos: culpó a su ayudante.

“Mi experienci­a fue en los negocios, no en la política”, dijo en una declaració­n escrita, y se describió como abrumado. “Debo haber recibido miles de llamadas, cartas y correos electrónic­os de personas que buscan hablar o reunirse en una variedad de temas y temas, incluyendo a cientos de fuera de los Estados Unidos”, escribió, y “no podía responder a todos”. Explicó que simplement­e no sabía que estaba sentado con gente que prometía informació­n sucia sobre Hillary Clinton provenient­e del gobierno ruso porque “era típico para mí recibir 200 o más correos electrónic­os al día durante la campaña. No tuve tiempo de leer a todos”.

Kushner explicó cómo una lista completa de sus contactos extranjero­s pasó desapercib­ida “en medio de la finalizaci­ón de la eliminació­n de mi participac­ión de mi empresa, el traslado de mi familia a Washington, completar el papeleo para deshacerme de activos y renunciar a mis posiciones externas y completar mis formulario­s de transparen­cia y divulgació­n financiera “. Una “falta de comunicaci­ón” llevó a su asistente a presentar su formulario prematuram­ente.

Ese es el problema con la defensa de Kushner en el embrollo de Rusia. Esencialme­nte argumenta que no es corrupto: sólo está abrumado. Realmente no sabía lo que estaba haciendo, y estaba demasiado ocupado. Viniendo del hombre encargado de manejar todo, desde la paz en Oriente Medio hasta los opiáceos, esto no es tranquiliz­ador.

Esta defensa de la inexperien­cia es consistent­e con la presentaci­ón de Kushner el viernes mostrando que previament­e había descuidado revelar más de 70 activos, según lo requerido, incluyendo una colección de arte (con su esposa Ivanka Trump) por valor de hasta 25 millones de dólares. El negociador de paz de Oriente Medio tampoco reveló que tenía bonos del gobierno israelí.

Sin embargo, el suegro de Kushner le confió lo que es posiblemen­te la cartera más difícil jamás asignada a un ayudante de la Casa Blanca. Su experienci­a previa: dirigir su negocio inmobiliar­io familiar, que asumió en 2005 cuando su padre fue declarado culpable de evasión de impuestos. Al año siguiente, Kushner compró un edificio de 1.8 mil millones de dólares en Manhattan, cerca de la parte superior del ciclo inmobiliar­io, y su familia ha estado tratando de encontrar inversioni­stas para mantener el proyecto a flote.

Así que ahora Kushner se está defendiend­o jugando al ingenuo: “Todas estas eran tareas que nunca había realizado en una campaña anterior”, y “Ni siquiera podía recordar el nombre del embajador ruso”. Kushner, al argumentar que él no intentó crear un “canal secreto” con Rusia, explicó que simplement­e pidió al embajador ruso si “tenía un canal de comunicaci­ones existente en su embajada que podríamos usar”.

La defensa deja una gran pregunta sin respuesta: ¿Por qué un hombre de tal inexperien­cia está a cargo de tanto?

No pregunten.

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