El Congreso desafía a Trump sobre Rusia
Estados Unidos ha luchado para encontrar la respuesta correcta a la intromisión de Rusia de las elecciones de 2016 desde que fue revelada el otoño pasado. El presidente Barack Obama tomó represalias en diciembre, pero esas sanciones no castigaron suficientemente al Kremlin por interferir en los procesos democráticos de Estados Unidos o asegurarse de que no volvería a ocurrir.
Su sucesor todavía tiene que comprender la urgencia de ir más allá. A pesar de que su familia y sus asesores se han visto comprometidos por las acusaciones crecientes de colusión con Moscú, el presidente Donald Trump ha resistido ferozmente más penalidades.
El jueves, el Congreso dejó de lado sus disputas partidistas el tiempo suficiente para cumplir con el deber cívico que Trump ha abandonado, dando paso final a la legislación imponiendo nuevas y amplias sanciones a Rusia y limitando fuertemente la capacidad de Trump de suspender las nuevas y existentes. El Senado lo aprobó por una votación de 98-2, luego de una similar y resonante votación de 419-3 en la Cámara.
El proyecto de ley impone crédito y otras restricciones a las empresas que participan en proyectos energéticos rusos, a las instituciones financieras extranjeras que facilitan tales proyectos y a los proveedores de armas a Siria. El presidente debe notificar al Congreso antes de hacer cambios a la política de sanciones de Rusia y los legisladores pueden bloquear tales cambios.
Sus asesores señalaron inicialmente que Trump no tendría más remedio que permitir que el proyecto de ley se convierta en ley. El jueves, sin embargo, su nuevo director de comunicaciones, Anthony Scaramucci, sugirió que Trump podría vetar el proyecto de ley, aparentemente como un preludio para impulsar una legislación “más dura”. Sin embargo, como dijo el dirigente minoritario Chuck Schumer en el piso del Senado, “yo también soy neoyorquino, y conozco la basura cuando la huelo”.
Por otra parte, si Trump vetara el proyecto de ley, será una señal más de su voluntad de curry favor con el presidente ruso, Vladimir Putin. En ese momento el Congreso no debe vacilar en anularlo.
Trump está particularmente agraviado por la disposición que le da al Congreso el poder de anularlo si intenta levantar cualquiera de las sanciones, incluida la devolución de los compuestos, como Moscú ha exigido.
Típicamente, el Congreso da flexibilidad a los presidentes para suspender temporalmente las sanciones como una herramienta de negociación. Pero el Congreso cree que no puede confiarse en él y que Rusia debe ser responsabilizada, a pesar de que Estados Unidos debe tratar de trabajar con Putin en Siria y otros asuntos.
No es sorprendente que los rusos adviertan que las nuevas sanciones empujarían a las relaciones ruso-estadounidenses hacia “un territorio inexplorado” e invitarían a represalias. Rusia, bajo tensión económica, está preocupada. Un asesor de Putin dijo que las sanciones reducirían aún más el crecimiento económico.
Las sanciones son a menudo controvertidas, pero son una herramienta no violenta –y en este caso oportuna y apropiada– para dejar en claro cuándo el comportamiento de otro país ha cruzado una línea y para aplicar presión que podría hacer que sus líderes reconsideren el rumbo.