Riqueza mineral, razón para que EU permanezca en Afganistán
Nueva York— El presidente Donald Trump, en su búsqueda de una razón para mantener a Estados Unidos en Afganistán tras 16 años de guerra, se ha aferrado a la posibilidad que tentó a gobiernos anteriores: la vasta riqueza mineral de Afganistán, que sus asesores y funcionarios afganos le han dicho que compañías occidentales la podrían extraer en forma rentable.
Trump ha platicado con el presidente Ashraf Gahni, quien ha promovido la minería como una oportunidad económica, sobre los yacimientos minerales del país, en una de sus primeras conversaciones. Trump, quien es profundamente escéptico de mandar más tropas estadounidenses a Afganistán, ha sugerido que ésta podría ser una justificación para que Estados Unidos siga combatiendo en el país.
Para explorar las posibilidades, la Casa Blanca está considerando mandar a un enviado a Afganistán para que se reúna con los funcionarios de la minería.
La semana pasada, mientras la Casa Blanca caía en un debate cada vez más irritable sobre la política afgana, tres de los asesores séniores de Trump se reunieron con un ejecutivo químico, Michael N. Silver, para discutir sobre el potencial de la extracción de minerales de tierras raras. Su empresa, American Elements, se especializa en estos minerales, mismos que se utilizan en una amplia gama de productos de alta tecnología.
Stephen A. Feinberg, el financiero multimillonario que está asesorando informalmente a Trump sobre Afganistán, también está analizando las formas de explotar los minerales del país, según una persona que lo ha informado al respecto. Feinberg es el dueño de DynCorp International, una enorme empresa contratista militar, que
Calculan sus yacimientos en mil billones de dólares; según funcionarios, la cifra atrajo la atención de Donald Trump
podría tener una función como guardiana de las minas, una inquietud importante dado que algunos de los yacimientos más ricos se encuentran ubicados en zonas controladas por los talibanes.
En el 2010, los funcionarios estadounidenses estimaron que Afganistán no había explotado yacimientos minerales por un valor de casi mil billones de dólares, una estimación que se debatió con amplitud en ese entonces y, desde luego, ha cesado dado el precio a la baja de las materias primas. Sin embargo, la cifra de mil billones de dólares está volviendo a circular dentro de la Casa Blanca, según funcionarios, quienes dijeron que había atraído la atención de Trump.
El atractivo de Afganistán como un Klondike devastado por la guerra está bien establecido: en el 2006, el Gobierno de George W. Bush llevó a cabo estudios aéreos del país para mapear sus recursos minerales. Con el ex presidente Barack Obama, el Pentágono estableció una fuerza de tarea para tratar de construir una industria minera en Afganistán, un reto al que obstaculizó la corrupción rampante, así como por los problemas de seguridad y la falta de caminos, puentes o ferrocarriles.
No se ha quitado ninguno de los obstáculos en los últimos ocho años, según ex funcionarios, y han empeorado algunos. Advierten que el Gobierno de Trump se está engañando solo si cree que la extracción de los minerales es una panacea para la miríada de males de Afganistán.
“Sería peligroso utilizar el potencial para la explotación de los recursos como un gancho comercial para la intervención militar”, notó Laurel Miller, un analista sénior en la RAND Corp., quien fungió como representante especial del Departamento de Estado ante Afganistán y Pakistán hasta el mes pasado. “Las barreras para entrar son realmente bastante considerables, y este tipo de discusión podría avivar las sospechas sobre las verdaderas intenciones de Estados Unidos en Afganistán”, afirma.
Sin embargo, para Trump, en tanto hombre de negocios, es discutible que sea la única cosa atractiva de Afganistán. Los funcionarios dijeron que él ve una situación de “ganar, ganar” en la minería que podrá reforzar a la economía del país, generar empleos para los estadounidenses y darle a Estados Unidos una valiosa cabeza de playa en el mercado de los minerales de las tierras raras, al que, prácticamente, ha monopolizado China.
China ya tiene un contrato de 3,000 millones de dólares para explotar una mina de cobre a unas 25 millas al sureste de Kabul, la capital afgana. Funcionarios dijeron que Trump está determinado a no emplear vidas ni recursos económicos estadounidenses en Afganistán, sólo para ver que China encierra sus depósitos de tierras raras, las que se usan para hacer productos que van desde las turbinas eólicas hasta los chips para las computadoras.
Es posible que Silver, el ejecutivo en química, coordine un esfuerzo para maximizar los derechos para que las compañías estadounidenses extraigan esos minerales, según un alto funcionario.
El interés de Trump también refleja cómo sus asesores militares han batallado para darle otras razones convincentes con la finalidad de que mande tropas a Afganistán, donde Estados Unidos ha estado en guerra desde el 2001.
Se suponía que la revisión que hizo la Casa Blanca de la política en Afganistán –misma que coordinaron el secretario de la Defensa, Jim Mattis, y el asesor en seguridad nacional, teniente general H.R. McMaster– estaría concluida para mediados de julio pasado. En su lugar, se empantanó después de que Trump expresó su desaprobación de una propuesta de McMaster para un modesto incremento de tropas y un compromiso de varios años con el país.
Las reuniones políticas se han hecho cada vez más acaloradas, contaron funcionarios, a medida que Trump y su principal estratega, Stephen K. Bannon, se han puesto en guardia en contra de McMaster. También se dice que el secretario de Estado, Rex W. Tillerson, no está contento con las propuestas actuales.
El vicepresidente Mike Pence, y no McMaster, presidirá la reunión sobre Afganistán de los directores del Consejo Nacional de Seguridad el miércoles. Algunos funcionarios dijeron que eso refleja el aislamiento de McMaster; otros, señalaron que el general recibió bien que Pence se involucre y que ambos concuerdan estrechamente en la política.
Sin embargo, está claro que Trump no está alineado con ellos. En junio, acordó a regañadientes darle a Mattis la autoridad para mandar tropas adicionales –una cantidad que se cree es de alrededor de 4,000 elementos– como una medida temporal para estabilizar la seguridad en Afganistán. Sin embargo, Mattis todavía no ha ejercido esa autoridad, lo que quizá refleje que reconoce que el comandante en jefe se siente incómodo con ello.
Cuando en una reunión en el Pentágono la semana pasada, los reporteros le preguntaron a Trump si planeaba mandar más tropas a Afganistán, respondió: “Ya veremos”, y luego añadió que “el EIIL está cayendo rápido”, con lo que sugirió que percibe que está declinando la amenaza del contraterrorismo en Afganistán.
Preocupados de que Trump se encasille en políticas que no les funcionaron a los dos últimos presidentes, Bannon y el yerno del presidente, Jared Kushner, han llevado a voces de fuera, incluidas las de Feinberg y Erik D. Prince, un fundador de la empresa de seguridad privada Blackwater International. Ambos han exhortado a que se utilice a más contratistas privados y se le asigne una función de supervisión a la CIA en el conflicto.
Además, Feinberg se ha acercado a personas que estuvieron involucradas en el esfuerzo del Gobierno de Obama para construir la industria minera en Afganistán. Algunos le advirtieron que las perspectivas para un negocio rentable son peores ahora de lo que eran en el 2009, debido a la baja en los precios de las materias primas y al deterioro de la seguridad en las zonas donde se cree que están ubicados los yacimientos.