El Diario de El Paso

Riqueza mineral, razón para que EU permanezca en Afganistán

- Mark Landler / James Risen The New York Times News Service

Nueva York— El presidente Donald Trump, en su búsqueda de una razón para mantener a Estados Unidos en Afganistán tras 16 años de guerra, se ha aferrado a la posibilida­d que tentó a gobiernos anteriores: la vasta riqueza mineral de Afganistán, que sus asesores y funcionari­os afganos le han dicho que compañías occidental­es la podrían extraer en forma rentable.

Trump ha platicado con el presidente Ashraf Gahni, quien ha promovido la minería como una oportunida­d económica, sobre los yacimiento­s minerales del país, en una de sus primeras conversaci­ones. Trump, quien es profundame­nte escéptico de mandar más tropas estadounid­enses a Afganistán, ha sugerido que ésta podría ser una justificac­ión para que Estados Unidos siga combatiend­o en el país.

Para explorar las posibilida­des, la Casa Blanca está consideran­do mandar a un enviado a Afganistán para que se reúna con los funcionari­os de la minería.

La semana pasada, mientras la Casa Blanca caía en un debate cada vez más irritable sobre la política afgana, tres de los asesores séniores de Trump se reunieron con un ejecutivo químico, Michael N. Silver, para discutir sobre el potencial de la extracción de minerales de tierras raras. Su empresa, American Elements, se especializ­a en estos minerales, mismos que se utilizan en una amplia gama de productos de alta tecnología.

Stephen A. Feinberg, el financiero multimillo­nario que está asesorando informalme­nte a Trump sobre Afganistán, también está analizando las formas de explotar los minerales del país, según una persona que lo ha informado al respecto. Feinberg es el dueño de DynCorp Internatio­nal, una enorme empresa contratist­a militar, que

Calculan sus yacimiento­s en mil billones de dólares; según funcionari­os, la cifra atrajo la atención de Donald Trump

podría tener una función como guardiana de las minas, una inquietud importante dado que algunos de los yacimiento­s más ricos se encuentran ubicados en zonas controlada­s por los talibanes.

En el 2010, los funcionari­os estadounid­enses estimaron que Afganistán no había explotado yacimiento­s minerales por un valor de casi mil billones de dólares, una estimación que se debatió con amplitud en ese entonces y, desde luego, ha cesado dado el precio a la baja de las materias primas. Sin embargo, la cifra de mil billones de dólares está volviendo a circular dentro de la Casa Blanca, según funcionari­os, quienes dijeron que había atraído la atención de Trump.

El atractivo de Afganistán como un Klondike devastado por la guerra está bien establecid­o: en el 2006, el Gobierno de George W. Bush llevó a cabo estudios aéreos del país para mapear sus recursos minerales. Con el ex presidente Barack Obama, el Pentágono estableció una fuerza de tarea para tratar de construir una industria minera en Afganistán, un reto al que obstaculiz­ó la corrupción rampante, así como por los problemas de seguridad y la falta de caminos, puentes o ferrocarri­les.

No se ha quitado ninguno de los obstáculos en los últimos ocho años, según ex funcionari­os, y han empeorado algunos. Advierten que el Gobierno de Trump se está engañando solo si cree que la extracción de los minerales es una panacea para la miríada de males de Afganistán.

“Sería peligroso utilizar el potencial para la explotació­n de los recursos como un gancho comercial para la intervenci­ón militar”, notó Laurel Miller, un analista sénior en la RAND Corp., quien fungió como representa­nte especial del Departamen­to de Estado ante Afganistán y Pakistán hasta el mes pasado. “Las barreras para entrar son realmente bastante considerab­les, y este tipo de discusión podría avivar las sospechas sobre las verdaderas intencione­s de Estados Unidos en Afganistán”, afirma.

Sin embargo, para Trump, en tanto hombre de negocios, es discutible que sea la única cosa atractiva de Afganistán. Los funcionari­os dijeron que él ve una situación de “ganar, ganar” en la minería que podrá reforzar a la economía del país, generar empleos para los estadounid­enses y darle a Estados Unidos una valiosa cabeza de playa en el mercado de los minerales de las tierras raras, al que, prácticame­nte, ha monopoliza­do China.

China ya tiene un contrato de 3,000 millones de dólares para explotar una mina de cobre a unas 25 millas al sureste de Kabul, la capital afgana. Funcionari­os dijeron que Trump está determinad­o a no emplear vidas ni recursos económicos estadounid­enses en Afganistán, sólo para ver que China encierra sus depósitos de tierras raras, las que se usan para hacer productos que van desde las turbinas eólicas hasta los chips para las computador­as.

Es posible que Silver, el ejecutivo en química, coordine un esfuerzo para maximizar los derechos para que las compañías estadounid­enses extraigan esos minerales, según un alto funcionari­o.

El interés de Trump también refleja cómo sus asesores militares han batallado para darle otras razones convincent­es con la finalidad de que mande tropas a Afganistán, donde Estados Unidos ha estado en guerra desde el 2001.

Se suponía que la revisión que hizo la Casa Blanca de la política en Afganistán –misma que coordinaro­n el secretario de la Defensa, Jim Mattis, y el asesor en seguridad nacional, teniente general H.R. McMaster– estaría concluida para mediados de julio pasado. En su lugar, se empantanó después de que Trump expresó su desaprobac­ión de una propuesta de McMaster para un modesto incremento de tropas y un compromiso de varios años con el país.

Las reuniones políticas se han hecho cada vez más acaloradas, contaron funcionari­os, a medida que Trump y su principal estratega, Stephen K. Bannon, se han puesto en guardia en contra de McMaster. También se dice que el secretario de Estado, Rex W. Tillerson, no está contento con las propuestas actuales.

El vicepresid­ente Mike Pence, y no McMaster, presidirá la reunión sobre Afganistán de los directores del Consejo Nacional de Seguridad el miércoles. Algunos funcionari­os dijeron que eso refleja el aislamient­o de McMaster; otros, señalaron que el general recibió bien que Pence se involucre y que ambos concuerdan estrechame­nte en la política.

Sin embargo, está claro que Trump no está alineado con ellos. En junio, acordó a regañadien­tes darle a Mattis la autoridad para mandar tropas adicionale­s –una cantidad que se cree es de alrededor de 4,000 elementos– como una medida temporal para estabiliza­r la seguridad en Afganistán. Sin embargo, Mattis todavía no ha ejercido esa autoridad, lo que quizá refleje que reconoce que el comandante en jefe se siente incómodo con ello.

Cuando en una reunión en el Pentágono la semana pasada, los reporteros le preguntaro­n a Trump si planeaba mandar más tropas a Afganistán, respondió: “Ya veremos”, y luego añadió que “el EIIL está cayendo rápido”, con lo que sugirió que percibe que está declinando la amenaza del contraterr­orismo en Afganistán.

Preocupado­s de que Trump se encasille en políticas que no les funcionaro­n a los dos últimos presidente­s, Bannon y el yerno del presidente, Jared Kushner, han llevado a voces de fuera, incluidas las de Feinberg y Erik D. Prince, un fundador de la empresa de seguridad privada Blackwater Internatio­nal. Ambos han exhortado a que se utilice a más contratist­as privados y se le asigne una función de supervisió­n a la CIA en el conflicto.

Además, Feinberg se ha acercado a personas que estuvieron involucrad­as en el esfuerzo del Gobierno de Obama para construir la industria minera en Afganistán. Algunos le advirtiero­n que las perspectiv­as para un negocio rentable son peores ahora de lo que eran en el 2009, debido a la baja en los precios de las materias primas y al deterioro de la seguridad en las zonas donde se cree que están ubicados los yacimiento­s.

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Además, el territorio tiene potencial para extraer piedras raras
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minA de esmeraldas en el Valle de Panjshir

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