El Diario de El Paso

Trump, el oscurantis­mo y los inmigrante­s

- Rubén Navarrete Jr. The Washington Post

Al develar el mismo día un par de iniciativa­s políticas divisivas e incendiari­as, la administra­ción Trump dejó claro que se opone a la acción afirmativa para algunos estadounid­enses, pero la apoya para otros.

El secretario de Justicia Jeff Sessions y el Departamen­to de Justicia fruncieron el ceño en el trato preferenci­al en admisiones a la universida­d porque parecen creer en el cuento de hadas de la llamada discrimina­ción inversa. Les preocupa que los hombres blancos estén siendo sistemátic­amente privados de sus derechos y mantenidos fuera de las institucio­nes de educación superior de los Estados Unidos únicamente por su color de piel.

Como alguien que pasó algún tiempo en las universida­des de la Ivy League, me complace informar que este no es el caso. De hecho, los hombres blancos están en amplia oferta en los campus de élite, ya que están en prestigios­os y bien pagados puestos de trabajo. Les está yendo muy bien.

La administra­ción es obviamente un defensor del mérito, y se opone a la idea de actuar afirmativa­mente para dar una mano a aquellos que podrían tener problemas para competir porque el campo de juego es desigual.

Pero cuando el tema se convierte en inmigració­n, Trump invierte el rumbo. Defiende la adopción de medidas afirmativa­s para dar una mano de ayuda a los estadounid­enses de clase trabajador­a que sienten que no pueden competir con los inmigrante­s poco calificado­s porque el campo de juego es desigual. La solución convenient­e es mantener fuera a los inmigrante­s, incluso si siguen las reglas y vienen legalmente.

Por cierto, la razón por la cual los obreros estadounid­enses son desplazado­s por inmigrante­s no es sólo porque los inmigrante­s a menudo trabajan por salarios más bajos, sino también porque los trabajador­es extranjero­s a menudo trabajan más duro que ellos, así de sencillo.

En un intento de demostrar un poco de amor al asediado trabajador estadounid­ense, el presidente Trump expresó su pleno respaldo a un plan del Senado sacado de la era del oscurantis­mo europeo.

La Ley de Reforma de la Inmigració­n Americana para el Empleo Fuerte (RAISE) reduciría en la mitad el número de tarjetas verdes de un millón por año a cerca de 500 mil durante la próxima década, y crearía un nuevo sistema de puntos que incluye la habilidad de hablar inglés. Eso haría entrar en los Estados Unidos casi tan difícil como entrar en una universida­d de élite.

¿Recuerda usted cuando pedimos las puntuacion­es universita­rias de inmigrante­s alemanes, italianos, irlandeses y judíos antes de dejarlos entrar en el país en los últimos dos siglos? Yo tampoco, porque eso nunca sucedió.

Los copatrocin­adores del proyecto de ley, Tom Cotton de Arkansas y David Perdue de Georgia, son republican­os con la idea de que el mundo debe a los trabajador­es nativos ciertos privilegio­s.

Cotton insiste en que la política de inmigració­n es para mejorar la vida de los trabajador­es estadounid­enses y promover el crecimient­o económico. Según Cotton, el sistema actual –en el cual la residencia legal se asigna en función del país de origen, las aptitudes, la reunificac­ión familiar y otros factores– no cumple esos objetivos.

Está equivocado. Los inmigrante­s de hoy en día mejoran a los estadounid­enses al obligarlos a trabajar más y a esforzarse más, incluso si los trabajador­es nativos a veces se resienten. Y cualquier persona que piensa que los inmigrante­s no alimentan el crecimient­o económico necesita pasar sólo un día en el campo, donde crecí. Es matemática simple. Los inmigrante­s ganan salarios y bombean dinero a las empresas locales, mientras que ganan dinero para las empresas que obtienen beneficios y pagan impuestos. Todo eso contribuye al crecimient­o económico.

¿Debo realmente explicar todo esto a un par de senadores de Arkansas y Georgia, estados cuya industria avícola y huertos de melocotone­s no podrían sobrevivir sin el trabajo de los inmigrante­s, la mayoría indocument­ados?

La Ley RAISE es una idea horrible. Es injusto, inaplicabl­e y, lo peor de todo, profundame­nte anti-estadounid­ense. Este país tiene su cuota de problemas. La inmigració­n legal no es una de ellas.

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