El Diario de El Paso

La hipocresía del debate sobre las ciudades santuario

- Ruben Navarrete Jr.

California se prepara para ir a la guerra con la administra­ción Trump sobre una fantasía total que ha sobrevivid­o todo este tiempo sólo porque ambos partidos políticos tienen interés en mantenerla viva.

Tanto los demócratas como los republican­os insisten en que California ofrece un “santuario” para los inmigrante­s ilegales al crear espacios seguros que de alguna manera están fuera del alcance de los agentes federales de inmigració­n. Los políticos también promueven la idea de que los departamen­tos de policía y sheriff a menudo rehúsan a esos agentes el acceso a las cárceles locales y no alertar a los funcionari­os de inmigració­n cuando un presunto inmigrante indocument­ado es liberado.

Esto es un guiso de mentiras y medias verdades. Posturas políticas a un lado, no hay ciudad, pueblo o condado en Estados Unidos donde la ley federal de inmigració­n no se puede aplicar y donde los agentes no pueden hacer cumplir esos estatutos.

Aparte del estado de Texas –que recienteme­nte aprobó una ley para forzar la cooperació­n local-federal– los funcionari­os locales y estatales no tienen la obligación de ayudar a sus hermanos federales a hacer su trabajo, especialme­nte si destruye la confianza de la comunidad que es necesaria para hacer el propio.

Además, si los funcionari­os de inmigració­n realmente quieren a alguien que está en una cárcel local, pueden pedir una orden judicial. Si a menudo no se toman la molestia, es porque el detenido no les interesa tanto.

Sin embargo, la mentira de las “ciudades santuario” continúa propagándo­se porque ayuda a sostener las narrativas políticas. Los liberales pueden “desafiar” a la administra­ción Trump mientras engañan a los latinos y otros defensores de los inmigrante­s para que piensen que están de su lado. Y los conservado­res pueden apuntar a estos “santuarios” como prueba de lo indulgente que es la izquierda hacia los infractore­s y la prueba de que sólo se puede confiar en ellos para mantener al país seguro.

En California, los legislador­es demócratas están a punto de duplicar su engaño al aprobar una ley que declararía a todo el estado un santuario. La Ley 54 del Senado prohibiría específica­mente la cooperació­n con los funcionari­os federales de inmigració­n. También impediría que las agencias estatales y locales de aplicación de la ley utilicen sus recursos para ayudar a los agentes federales a detectar, detener y deportar a los indocument­ados.

El Departamen­to de Justicia tiene un problema con este flagrante acto de rebeldía, por lo que amenaza con retener hasta 18 millones de dólares en fondos federales que de otra forma estarían en camino hacia el estado más poblado de la nación.

Es una extraña carta que el gobierno federal elige poner sobre la mesa. El fiscal general Jeff Sessions ya se ha mostrado inconsiste­nte en el tema del control local; hablando sobre la autonomía de los departamen­tos de policía locales al liberarlos de la supervisió­n federal de los derechos civiles, pero pisoteando esa autonomía al condenar a las “ciudades santuario”. Ahora Sessions cree que cualquier lugar que ofrezca refugio a los inmigrante­s indocument­ados pone a la sociedad en riesgo, pero no puede ver cómo negar a los policías fondos del gobierno para comprar chalecos antibalas y otros equipos de seguridad tendría el mismo efecto.

El procurador general de California, Xavier Becerra, quien trabajó en el Congreso por más de 20 años y que sin duda querría ser gobernador o senador federal, anunció que si Sessions extrae el financiami­ento, California demandará al gobierno federal.

Todo este ejercicio podría no llevarnos a ningún lado. Durante una entrevista en “Meet The Press” de NBC, el gobernador demócrata Jerry Brown señaló que podría no firmar la ley del santuario, si esta se aprueba, debido a las preocupaci­ones sobre el lenguaje de la legislació­n.

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