NAFTA y el déficit comercial de EU
Washington— Hay mucho sobre el Tratado de Comercio de Norteamérica (NAFTA, por sus siglas en inglés) que debería modernizarse, como las reglas actualizadas para el comercio electrónico y protecciones más fuertes de la propiedad intelectual.
Sin embargo, la administración también ha enfatizado su deseo de reducir el déficit comercial –el grado en que Estados Unidos importa más de lo que exporta– en las renegociaciones del NAFTA.
Esto se basa en la creencia de que cuando Estados Unidos compra más de países extranjeros que los países compran de nosotros, los empleos aumentan en otros lugares y disminuyen aquí en casa. Se trata de una suposición errónea, pero que desgraciadamente ha encontrado su lugar en el diálogo político general. Un déficit comercial no siempre es malo para los trabajadores y los consumidores de Estados Unidos.
Para empezar, una economía poderosa como la nuestra a menudo tiene un déficit comercial debido al inmenso poder de compra de su gente. La renta neta promedio per cápita de México es de aproximadamente 13 mil, mientras que el hogar medio de los Estados Unidos aporta más de 41 mil cada año. Los estadounidenses tienen una capacidad mucho mayor para comprar bienes que los consumidores en México. No debería sorprender que hagamos exactamente eso.
Los ciudadanos de México, sin embargo, simplemente no pueden darse el lujo de comprar cosas a la misma tasa y cantidad que los estadounidenses hacen desde México. Si los mexicanos de repente se hicieran más ricos, probablemente empezarían a comprar más productos estadounidenses. Es por eso que es bueno para Estados Unidos que las economías de otras naciones crezcan. Cuando crecen, compran más productos nuestros, y crecemos aún más.
A medida que los Estados Unidos adquieren más bienes de México, los trabajadores mexicanos se hacen más ricos, lo que significa que podrán comprar más bienes de los Estados Unidos.
Una economía en crecimiento en México también significa que los trabajadores mexicanos tienen menos razones para inmigrar ilegalmente a los Estados Unidos. Y mientras que los consumidores y las empresas estadounidenses tengan dinero, pueden comprar más bienes baratos de México, adquiriendo activos e insumos, en el caso de las empresas, y ‘más cosas’, en el caso del consumidor. En pocas palabras, todos ganamos con un comercio libre y justo.
La inversión extranjera también inclina el cálculo del saldo comercial. Debido a que tenemos la economía más grande del mundo y la moneda más fuerte, más dinero entra a Estados Unidos que el que sale. Este excedente de inversión se suma a nuestro déficit comercial, a pesar de que este estímulo de efectivo en el exterior es un positivo para nuestra economía.
Cuando una empresa canadiense decide invertir en una empresa estadounidense, aumenta nuestro déficit comercial, porque le debemos un beneficio. Del mismo modo, cuando el Gobierno mexicano compra bonos del Tesoro de Estados Unidos (como la mayoría del mundo lo hace), el déficit comercial estadounidense aumenta, porque les debemos pagos de intereses. En ambos casos, el sector privado y el Gobierno utilizan la infusión de efectivo para aumentar la productividad. La llegada de inversiones como éstas son deseadas e indicativas de una economía fuerte.
Debería ser alentador de que somos, con mucho, el mayor receptor mundial de inversión extranjera directa. Nuestro déficit comercial significa, en parte, que las empresas estadounidenses se consideran una mejor inversión que las empresas de otros países. Más inversión en las empresas estadounidenses significa más puestos de trabajo y mayores salarios para los trabajadores estadounidenses.
Espero que la administración Trump pueda renegociar NAFTA para construir un futuro mejor para la clase media estadounidense. Tenemos problemas reales con el comercio, como mercados cerrados, subsidios extranjeros y propiedad intelectual robada. Pero la creación de barreras adicionales y de impuestos sobre las importaciones para reducir el déficit comercial no debería ser el centro de nuestra política comercial.
Estados Unidos ya se beneficia del comercio y, cuando hay competencia libre y abierta, los trabajadores y consumidores estadounidenses ganan.