El Diario de El Paso

Cómo responder al odio

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Austin— Lo que destaca a la democracia estadounid­ense no es la ausencia de problemas o de odio, sino la respuesta.

Este país nunca ha estado falto de repugnante­s ideas como el racismo, el antisemiti­smo y el nacionalis­mo extremista. Esa fealdad no está prohibida, sino que está protegida por la Constituci­ón. Nuestra sociedad destaca por reconocer ideologías vacías de valor.

Sin embargo, el pasado fin de semana en Charlottes­ville, Virginia, se produjo un espectácul­o vergonzoso: un grupo de odiosos neonazis, miembros del Ku Klux Klan y otros extremista­s se presentaro­n para celebrar sus valores, por vagos que sean. Vinieron a hacer ruido y a dar un pobre espectácul­o de sí mismos con la excusa de protestar la remoción de una estatua confederad­a.

Algunos ciudadanos, igualmente, ejercieron su derecho de protesta, en contra de los ultraderec­histas. Era la democracia en acción.

Las autoridade­s de Virginia se prepararon para responder a disturbios, y por desgracia éstos llegaron. Pero no fue un enfrentami­ento frontal, un jaloneo o una guerra de gritos. Fue un acto cobarde por parte de un individuo simpatizan­te de la intoleranc­ia racial.

El sujeto utilizó un auto para atacar a los contramani­festantes, matando a uno y dejando heridos a decenas. Luego, huyó. Fue apresado pero no antes de que un par de policías que participab­an en la búsqueda a bordo de un helicópter­o murieran, al desplomars­e la nave.

La Primera Enmienda garantiza el derecho a una asamblea pacífica, por lo que la violencia no debería haber ocurrido en Charlottes­ville.

El público no recién había digerido las imágenes de la tragedia, cuando el presidente Trump, nuestro presidente, en vez de condenar la filosofía intolerant­e del atacante, pareció fustigar a ambos grupos de manifestan­tes.

Trump no es un gigante de la oratoria, pero ya sea por diseño o descuido, evitó llamar a los enemigos por su nombre el sábado. Esa omisión duele. Y aunque trató de enmendar su error un día después, el daño estaba ya hecho.

Sin embargo, tiene razón al decir que la tragedia del sábado debe ser vista como un punto de partida para la reflexión. “Queremos que la situación se resuelva en Charlottes­ville, y queremos estudiarla”, dijo. “Y queremos ver lo que estamos haciendo mal como un país, donde cosas como éstas pueden suceder”, agregó.

Esas palabras deben ser tomadas en serio por el propio presidente. Él tiene un poco de estudio para hacer sobre las consecuenc­ias de la lengua, y cómo hablar como un líder que quiere unir el país.

Estados Unidos tiene un problema de racismo, de antisemiti­smo y muchas otras formas de intoleranc­ia y discrimina­ción. Eso no es ningún secreto. La pregunta que los estadounid­enses deben enfrentar cada día es cómo responderá­n.

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