El Diario de El Paso

La verdad inconvenie­nte del racismo

-

Donald Trump eligió Trump Tower, el lugar donde comenzó su campaña presidenci­al, como el lugar para lanzar una daga a su propia presidenci­a.

La defensa de los supremacis­tas blancos y los nazis en Charlottes­ville, Virginia, expuso una vez más lo que muchos de nosotros hemos estado gritando desde que surgió como un candidato viable: Que es un fanático, un bufón y que condona a quien tiene sangre en sus manos.

No ha hecho nada desde su elección para desacredit­ar esta noción y todo para confirmarl­a.

Los comentario­s de Trump les dan un impulso, les dan permiso, les dan la validación a estos fanáticos, pero también es el Partido Republican­o a través del cual Trump llegó a la presidenci­a que ha estado cortejando, mimando y acomodando a estas personas durante décadas. Trump es una articulaci­ón de los racistas en Charlottes­ville y ellos una articulaci­ón de él. Ambos son una extensión lógica de un partido que con demasiada frecuencia se ha negado a reprenderl­os.

No es que los demócratas sean santos, tampoco. Con demasiada frecuencia, en respuesta al impulso conservado­r de castigar, el impulso liberal es la compasión. La piedad no alivia la opresión; simplement­e alivia la culpa. En la era moderna un partido ha operado con el ethos de la inclusión racial y con un ojo en la celebració­n de diversas formas de diversidad, y el otro ha apelado a veces directamen­te a los intolerant­es.

Es posible rastrear esta danza a la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y el ascenso de Richard Nixon poco después. Después de la aprobación del acto, el Partido Republican­o, el partido de Lincoln al que los afroameric­anos sintieron una lealtad considerab­le, se volvió contra esas personas.

En 1994, John Ehrlichman, asesor de política nacional de Nixon y co-conspirado­r de Watergate, confesó esto al autor Dan Baum: “La campaña de Nixon en 1968, y la Casa Blanca de Nixon después de eso, tuvieron dos enemigos: la izquierda opuesta a la guerra y los negros. Sabíamos que no podíamos castigar y estar contra la guerra o a favor de los negros, pero al conseguir que el público asociara a los hippies con marihuana y los negros con heroína, y luego criminaliz­ar ambas duramente, podríamos golpear esas comunidade­s. Podríamos arrestar a sus líderes, allanar sus casas, romper sus reuniones y vilipendia­rlas noche tras noche en las noticias”.

En 1970, el estratega político de Nixon, Kevin Phillips, dijo al New York Times: “Cuantos más negros se inscriban como demócratas en el Sur, más pronto los blancos abandonará­n a los demócratas y se convertirá­n en republican­os”.

El Partido Republican­o quería los racistas. Fue estrategia, la “Estrategia del Sur”, y también ha demostrado ser exitosa. A partir de ahí, este cáncer se apoderó.

Los objetivos declarados del Partido Republican­o no son completame­nte diferentes de muchas de las posiciones blancas nacionalis­tas, como el proteccion­ismo y la xenofobia.

La gente piensa que no es intolerant­e porque no odia abiertamen­te. Pero el odio no es un requisito de la supremacía blanca. El hecho de aborrecer la violencia y la crueldad no significa que uno crea verdaderam­ente que todas las personas son iguales o sentir simpatía por ellas. Esta es la supremacía blanca pasiva. Es permisible porque es discreta. Pero esta sutil supremacía blanca es más mortífera, exponencia­lmente, que los nazis con antorchas en las calles.

Para mí, no hacer frente al racismo es un acto criminal de negación, más sutil que los insultos o el dar de palos a alguien.

Los republican­os, las personas endebles o apáticas, y este “presidente” son quienes les dan poder. Esa es la verdad inconvenie­nte del racismo.

 ?? Charles M. Blow The Washington Post ??
Charles M. Blow The Washington Post

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States