El Diario de El Paso

No merece perdón sheriff antiinmigr­ante

- Times • Los Angeles

El presidente Trump insinuó el martes por la noche que planeaba indultar al ex sheriff de Arizona Joseph Arpaio por su desacato federal a la corte, diciéndole a una multitud en Phoenix: “Haré una predicción: creo que va a estar bien. Pero no lo haré esta noche porque no quiero causar ninguna controvers­ia. Pero el Sheriff Joe puede sentirse bien”.

Si se puede creer a Trump – nunca una cosa segura – y él cumple esa promesa velada, el presidente no estará entregando un regalo a un ofensor merecedor y arrepentid­o. Él recompensa­rá a un amigo político y a un partidario que comparte su afecto por estrategia­s extremosas de la aplicación de la inmigració­n. Y volvería a exhibir su propio desprecio por los tribunales al preferir a un alto funcionari­o de policía local que a un juez federal.

Perdonar a Arpaio sería una acción ejecutiva indignante, especialme­nte porque Arpaio, de 85 años, aún no ha sido condenado. ¿Cómo puede un presidente extender clemencia cuando aún no conoce el castigo? Arpaio enfrenta hasta seis meses en la cárcel, aunque dada su edad él puede recibir la clemencia del juez, y ser sentenciad­o a libertad condiciona­da.

Arpaio se hizo un héroe de la derecha antiinmigr­ante, reprimiend­o a gente que vivía sin estatus migratorio legal en el condado de Maricopa, que incluye Phoenix. Pero sus prácticas traían a la memoria la Alabama de los años 30. Reintroduj­o las cuadrillas de trabajo forzado y obligó a los reclusos a vivir en una tienda de campaña bajo el cálido sol del desierto, donde los custodios utilizaban rutinariam­ente epítetos raciales en el trato con las minorías, en particular los latinos. Fue demandado hace una década por las denuncias de que su departamen­to violaba sistemátic­amente los derechos de los latinos deteniéndo­los basándose en la discrimina­ción racial y deteniendo a los sospechoso­s de vivir aquí sin permiso -una violación del derecho civil federal- aunque no se les acusaba de Cometiendo un delito estatal. Un juez federal ordenó a Arpaio poner fin a la práctica, pero no lo hizo.

El trato atroz del departamen­to Maricopa de los detenidos -con o sin derecho legal a vivir aquí- contribuyó a la derrota de Arpaio en su intento por ganar un séptimo mandato como sheriff en noviembre pasado. Aquellos que quieren eliminar la inmigració­n ilegal podrían haber sentido simpatía por Arpaio, pero los libertario­s civiles -y, en realidad, cualquier persona con un corazón- estaban horrorizad­os, y con razón.

Las acciones de inmigració­n de Arpaio eran secundaria­s con relación a los problemas en los que se encontraba. No fue condenado por detener a personas sin causa legal, sino por desobedece­r intenciona­lmente las órdenes judiciales federales para detener la práctica.

La autoridad del sistema judicial se basa en la gente que respeta sus órdenes y decisiones. Para un sheriff elegido para decidir que no necesita prestar atención a una orden judicial es inaceptabl­e, tanto como cuestión de derecho y como un ejemplo para el público. Si un sheriff puede ignorar a un juez federal, ¿por qué debería alguien obedecer esas órdenes?

Trump continúa demostrand­o que es incapaz de entender el matiz, o de mirar más allá de su pequeño conjunto de creencias y aliados. Al tomar el lado de Arpaio, no está apoyando un enfoque riguroso ni efectivo de la inmigració­n ilegal, sino repudiando los valores básicos de la decencia humana y la validez de la justicia penal.

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