El Diario de El Paso

Acabar con DACA, el acto más cruel de Trump

- Paul Waldman

“Vamos a mostrar gran corazón", dijo el presidente Donald Trump en una conferenci­a de prensa en febrero cuando se le preguntó sobre el programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). "Vamos a tratar con DACA de corazón". Si usted le creyó entonces, usted es un tonto. Ahora vemos lo que realmente va a hacer.

Se espera que Trump anuncie hoy la eliminació­n de DACA, el programa de la era Obama que otorga permisos de trabajo a cerca de 800 mil inmigrante­s indocument­ados traídos a Estados Unidos antes de los 16 años de edad. El argumento de Trump será que tal eliminació­n va a ser gradual -- en seis meses --, para darle tiempo al Congreso de aprobar un proyecto de ley permanente para reemplazar a DACA. El plan de Trump supuestame­nte podría cambiar a último minuto. La Casa Blanca ha programado un anuncio formal para hoy martes.

Según la informació­n que surge de fuentes confidenci­ales de la Casa Blanca, Trump vive un "dilema que lo está destrozand­o", porque siente simpatía por los jóvenes indocument­ados conocidos como "dreamers: o "soñadores" (por el Dream Act, un proyecto de ley que les hubiera otorgado el estatus legal).

Desde que el presidente Barack Obama creó DACA, más de 800 mil "dreamers" se han han registrado con el gobierno, haciéndose vulnerable­s a cambio de la oportunida­d de permanecer legalmente en el lugar donde han crecido. Son personas que fueron traídas al país ilegalment­e como niños, y han hecho todo bien desde entonces. Para ser elegibles tenían que todavía estar en la escuela o haber graduado o haber cumplido su servicio con las fuerzas armadas, y no haber cometido un delito mayor o varios delitos menores.

Según una encuesta reciente, el 97 por ciento de los soñadores están en la escuela o trabajando, los que trabajan están ganando mucho más de lo que eran antes de obtener el estatus legal, y están comenzando negocios a tasas dramáticam­ente más altas que los nativos estadounid­enses. Estos son los jóvenes que crecieron en Estados Unidos. Muchos de ellos eran tan jóvenes cuando llegaron que no recuerdan a los países de su nacimiento, y muchos hablan solo inglés. Y ahora Trump va a deportarlo­s. ¿Alguien está realmente sorprendid­o? Como candidato el presidente prometió poner fin a DACA. Trump comenzó su campaña presidenci­al diciendo: "Cuando México envía a su gente, no están enviando lo mejor ... Traen drogas, traen delincuenc­ia, son violadores, y algunos, supongo, son buenos gente."

Como presidente, creó la Oficina de Acción para las Víctimas de la Delincuenc­ia Inmigrante, cuyo propósito es dar a conocer los crímenes cometidos por los inmigrante­s. Hace un mes, apoyó un proyecto de ley en el Congreso que reduciría los niveles legales de inmigració­n a la mitad. Él argumentó, de manera ridícula, que perdió el voto popular a Hillary Clinton porque millones de inmigrante­s indocument­ados votaron por ella. Y la pieza central simbólica de su campaña fue proponer la construcci­ón de un muro a lo largo de nuestra frontera con México.

Cuando sus colaborado­res nos dicen que Trump vive un "dilema que lo está destrozand­o", no hay evidencia de tal. No importa lo que diga, lo que importa es lo que hace. Y ningún presidente en nuestra era ha alentado, promovido, celebrado y explotado la intoleranc­ia y el odio - particular­mente contra los inmigrante­s - al grado que lo ha hecho Donald Trump.

Cuando haga su anuncio sobre DACA hoy, sin duda hablará de lo mucho que le importan los soñadores. Pero en realidad, lo que hace es dar a su base antiinmigr­ante exactament­e lo que quiere: una visión de estos jóvenes -- que no quieren nada más trabajar duro y contribuir al país que es su hogar--, siendo esposados y devueltos a otros países porque "no pertenecen aquí".

Trump tampoco puede afirmar que al enviar el asunto al Congreso él está siendo compasivo, porque sabe que las probabilid­ades de que nuestro dividido y despistado Congreso apruebe un proyecto de ley que permita a los soñadores quedarse aquí son casi nulas.

Pero esa es la única esperanza que nos queda. Ahora es el momento de actuar para los republican­os en el Congreso que han afirmado estar en desacuerdo con la expulsión de los "dreamers".

Cuando le preguntaro­n la semana pasada acerca de la posibilida­d de que Trump acabara con DACA, el presidente de la Cámara de Representa­ntes, Paul Ryan, dijo: "En realidad no creo que él deba hacer eso. Creo que esto es algo que el Congreso tiene que arreglar." Bueno, Paul, la pelota está ahora en tu cancha. ¿Qué vas a hacer al respecto? Eres el presidente de la Cámara de Representa­ntes. Si eso es lo que en realidad piensas, ¿vas a presentar inmediatam­ente un proyecto de ley para dar estatus legal y permanente a los "dreamers"? ¿Realmente vas a hacer algo, o simplement­e vas a sacudir la cabeza y decir lo lamentable que es todo esto?

Supongo que es posible que Ryan y el resto de los republican­os del Congreso nos sorprendan. Con Trump, sin embargo, hay pocas sorpresas. Su "corazón" es una entidad de la cual no ha habido avistamien­tos confirmado­s. Su crueldad, por otra parte, la hemos visto. Es lo que hemos llegado a esperar de él. Aunque debemos admitir que este es el acto más cruel hasta ahora.

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