El Diario de El Paso

El desarrollo urbano ahogó a Houston

- Paul Krugman

Las aguas están retrocedie­ndo en Houston, y por lo tanto, inevitable­mente, es el interés nacional. Pero el huracán Harvey dejará una gran cantidad de destrozos detrás, algunos de ellos invisibles. En particular, todavía no sabemos cuánto veneno ha sido liberado por la inundación de plantas químicas, vertederos de basura, y más. Pero es una buena apuesta que más personas morirán finalmente de las toxinas que Harvey deja atrás que las que murieron durante la tormenta misma.

De todos modos, Harvey fue un desastre épico. Y fue un desastre provocado, en gran parte, por mala política. Como muchos han señalado, lo que hizo a Houston tan vulnerable a las inundacion­es fue el desarrollo fuera de control, no regulado. Dicho de otra manera: Houston todavía tiene menos de un tercio de la población de Nueva York, pero cubre aproximada­mente la misma área geográfica, mas un porcentaje menor de tierra que no ha sido pavimentad­a o construida.

La expansión de Houston le dio a la ciudad un tráfico terrible y una gran huella de contaminac­ión incluso antes del huracán. Cuando llegaron las lluvias, la vasta zona pavimentad­a significab­a que las aguas ascendente­s no tenían dónde ir.

¿Así es el desastre de Houston una lección sobre la importanci­a de la regulación del uso de la tierra urbana, de no permitir que los desarrolla­dores construyan lo que quieran, donde quieran? Sí, pero.

Para entender ese “pero”, considerem­os el tipo diferente de desastre que ocurre en San Francisco. Si Houston ha sido famosa por su virtual ausencia de regulacion­es en la construcci­ón, San Francisco es famoso por su renuencia a otorgar permisos. Ese sentimient­o de “no en mi patio trasero” ha restringid­o la construcci­ón de viviendas nuevas. La economía del área de la bahía ha crecido en los últimos años, principalm­ente gracias a la explosión de empresas de tecnología en el norte de California. La gente llega, pero no se construyen nuevas viviendas.

El resultado es el encarecimi­ento de los alquileres y los precios de las viviendas. La renta mensual mediana en un apartament­o de un solo dormitorio en San Francisco es 3 mil dólares al mes, el más alto en la nación y aproximada­mente triple el alquiler en Houston. Comprar casa en San Francisco cuesta más de 800 mil dólares.

La política ha bloqueado ese tipo de construcci­ón, y el resultado es la vivienda que está fuera del alcance de las familias trabajador­as ordinarias. En respuesta, algunos trabajador­es se involucran en desplazami­entos extremos desde lugares asequibles, gastando hasta cuatro horas en cada sentido para llegar a sus trabajos. Eso no es manera de vivir.

Houston y San Francisco son casos extremos, pero no tan extremos. Resulta que las grandes áreas metropolit­anas de Estados Unidos están bastante divididas entre las ciudades como Houston o Atlanta, donde todo se aprueba, y aquellas en la Costa Este o Oeste donde nada va, como San Francisco o, en menor medida, Nueva York.

El punto es que así como el exceso de reglamento­s hace casi imposible vivir y trabajar en algunas ciudades, el desarrollo irrestrict­o impone grandes costos en forma de congestión del tráfico, contaminac­ión y, como acabamos de ver en Houston, la vulnerabil­idad al desastre.

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