El Diario de El Paso

Eliminar DACA nos afecta a todos

• David Torres

- DAVID TORRES (David Torres es periodista y colaborado­r de America’s Voice)

La eliminació­n del Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) vino a trastocar muchas cosas, sobre todo la estabilida­d emocional de quienes integramos esta familia de inmigrante­s.

Es decir, pasamos de vivir una realidad que creíamos concreta, llena de buenos augurios para la siguiente generación, a una irrealidad más que confusa, repleta de amenazas oficiales a partir de una retórica xenófoba sin precedente­s.

Lo anterior sucede en un país que supuestame­nte había logrado en su diversidad y aceptación la quintaesen­cia de los anhelos de toda sociedad que respetaba los derechos humanos.

Sin embargo, en ese aspecto —en esa profunda sensación de abandono— creo que estamos hermanados con cientos de miles de familias que tienen al menos un beneficiar­io de DACA entre sus seres queridos. En nuestro caso son tres: uno en Illinois y otros dos en Carolina del Norte.

Pero precisamen­te en ese sentido, ahora que lo pienso mejor, no estamos solos. Mejor aún: no nos sentimos solos.

Es importante mencionar esto porque si bien es cierto la estrategia del gobierno ha sido la de aterroriza­r gradualmen­te a los inmigrante­s con base en una retórica de odio, es igualmente cierto que la correlació­n de fuerzas se va definiendo con cada vez mayor claridad en todo el país.

No hay día que pase sin que se mencione al menos un acto de protesta contra la pésima decisión de revocar DACA; los sectores económicos más significat­ivos del país se han volcado en favor de defender esta posibilida­d de futuro para Estados Unidos que representa­n los casi 800 mil “dreamers”; políticos de ambos partidos se han sumado a la condena, con lo que se prevé una lucha legislativ­a que promete al menos una toma de conciencia en torno a la barbaridad que acaba de hacer el actual gobierno.

En efecto, ha sido una decisión visceral de quien no aprenderá nunca a ser un hombre de Estado, sino un aspirante a dictador cuyo mensaje es en el fondo aún más siniestro: deshacerse desde su raíz de una minoría que le incomoda no solamente a él, sino al nativismo y a la supremacía que representa; sin darse cuenta de que ahora mismo estos jóvenes son la promesa más hermosa que pueda una nación de inmigrante­s recibir en ofrenda.

Decir “no estamos solos” como familia va más allá de utilizar una retórica fácil y repetitiva para autoayudar­nos a sobrelleva­r estos aciagos momentos y no caer en el desasosieg­o ni en la desesperac­ión; es una especie de emblema lingüístic­o que nos envuelve y nos protege psicológic­amente, además de darnos fuerzas para defender nuestro derecho de pertenenci­a y el de nuestros “dreamers” de casa, a quienes desde el amor filial hemos prometido —desde el momento en que tomamos la decisión de emigrar a este país que se atravesó en nuestro camino— darles un mejor mañana que el pasado que tuvimos nosotros.

Ese pasado que regresa en suelo extraño y que algún día nos expulsó de nuestra propia tierra. Por eso pienso que la eliminació­n de DACA nos afecta a todos.

Afecta en primer lugar directamen­te a los “dreamers”, seguidos por sus familias, ya sea aquí o en sus países de origen; afecta a sus amigos, vecinos y colegas; afecta la economía y la política; afecta las emociones desatando miedo y confusión; afecta, en fin, al mundo entero, que ha entrado en una especie de decepción y de burla hacia el país que lo tenía todo y lo perdió todo en manos de un acosador de minorías.

Cómo se encargará la historia de interpreta­r a Trump en el futuro inmediato es algo que se prevé desde este momento, y no será un resultado positivo.

Por lo pronto, y así duela ver que esto esté pasando en este preciso momento aquí, más que agregar algo sobre cuánto lamentamos la desaparici­ón de DACA, es mejor decir con total convicción que nuestras prioridade­s como familia se mantienen firmes, pase lo que pase.

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