El Diario de El Paso

Trump en la ONU: un discurso que puede desatar la guerra

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El propósito aparente del discurso del presidente Trump en las Naciones Unidas el martes fue explicar al mundo por qué “Estados Unidos Primero” es una idea tan lógica que otros países deberían adoptar una similar. Sin embargo, lo que todo mundo recuerda son sólo dos palabras: “Rocket Man” (el Hombre del Misil), el apodo burlón de Trump para el líder norcoreano Kim Jong Un.

La gran estrategia del discurso fue rebasada. Trump le dio a los medios de comunicaci­ón la noticia del evento en la forma de una burla escolar y una amenaza de aniquilaci­ón masiva a otro país.

“Rocket Man está en una misión suicida para él y su régimen”, dijo el presidente a los diplomátic­os del mundo. “Estados Unidos tiene mucha fuerza y paciencia, pero si se ve obligado a defenderse oa sus aliados, no tendremos más remedio que destruir totalmente a Corea del Norte”.

El problema con la amenaza de Trump no era sólo el lenguaje juvenil que eligió, o que inevitable­mente distrajo la atención del resto de su mensaje. Su burla, lejos de servir a una estrategia subyacente, fue probableme­nte contraprod­ucente.

Mofándose de Kim Jong Un es “más probable que persuada a Corea del Norte a aumentar sus armas nucleares y misiles que limitarlos”, advirtió Richard Haass del Consejo de Relaciones Exteriores.

Los negociador­es diplomátic­os exitosos suelen esforzarse por tratar a sus adversario­s con respeto y proporcion­arles una manera digna de retirarse de sus posiciones originales. Eso a menudo significa ofrecer incentivos, así como palos.

Trump no hizo nada de eso. Dijo que la única manera de que Corea del Norte desactivar­a la crisis era abandonand­o todo su programa nuclear. No ofreció ninguna garantía de que el régimen estaría seguro si toma ese paso. Trump hizo una demanda máxima, añadió una amenaza máxima y lanzó un insulto gratuito a su rival.

Ese enfoque puede haber funcionado en el mundo de los bienes raíces de Nueva York, pero es menos probable que tenga éxito contra un estado soberano profundame­nte sensible y con armas nucleares.

Oh, sí, soberanía. Se suponía que era el tema “profundame­nte filosófico” del presidente. Trump llamó repetidame­nte a un mundo de “naciones fuertes y soberanas” en las que cada país defendería sus propios intereses, una versión universal de “Estados Unidos Primero”.

“No buscamos imponer nuestro modo de vida a nadie”, prometió. “Queremos armonía y amistad, no conflictos y luchas, nos guiamos por los resultados, no por la ideología”.

Pero agregó una advertenci­a importante. Dijo que cada gobierno tiene dos “deberes soberanos”: abstenerse de amenazar a otros países y “respetar los intereses de su propio pueblo”.

Y enumeró países que aparenteme­nte no merecen todos los beneficios de la soberanía, porque han roto una de esas reglas.

Uno, por supuesto, era Corea del Norte, cuyo programa nuclear amenaza a sus vecinos. Ese es un caso fácil.

Pero también denunció a Venezuela, porque su gobierno socialista “ha infligido un terrible dolor y sufrimient­o a [su] buena gente ... Esta situación es completame­nte inaceptabl­e”.

Y denunció a Irán, no sólo por interferir en otros países, sino también por reprimir a sus propios ciudadanos.

“Los regímenes opresores no pueden durar para siempre”, advirtió, e insinuó, una vez más, que Estados Unidos podría alejarse del acuerdo de 2012 bajo el cual Irán suspendió su programa nuclear.

En el caso de Irán, Trump ahora ha amenazado con abandonar un acuerdo nuclear de seis naciones que hizo su predecesor, y agregó que un cambio de régimen en Teherán sería también una buena idea.

¿Por qué Corea del Norte esperaba un mejor tratamient­o? Esos mensajes contradict­orios no aumentarán el interés de Kim Jong Un en negociar un acuerdo.

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