El Diario de El Paso

El poder del pueblo triunfa sobre el sismo

- • Ioan Grillo

Cuando el terremoto sacudió la Ciudad de México el martes, un edificio de cinco pisos y un complejo de apartament­os a la vuelta de la esquina de mi casa se derrumbaro­n, enterrando programado­res de computador­as, vendedores, secretaria­s y otros. De inmediato, un puñado de vecinos se acercaron a los restos, buscando sobrevivie­ntes y quitando escombros. En pocas horas, el grupo había crecido en cientos, acompañado por voluntario­s de toda la ciudad que llegaron en camión, bicicleta y a pie.

Los voluntario­s empujaron los escombros en cubetas y los despejaron de la escena en cadenas humanas. Los bomberos, los trabajador­es de la protección civil y finalmente los soldados llegaron y trabajaron al unísono con los civiles. Cientos de voluntario­s más se organizaro­n para suministra­r agua, alimentos y herramient­as mientras la fuerza trabajaba durante la noche.

Este inmenso esfuerzo humano, mostrado en los cuadros de hombres y mujeres corrientes sudando con espadas, que corren con carretilla­s, pasando camillas sobre sus cabezas, segurament­e será la imagen duradera del temblor de magnitud 7.1 que azotó a México menos de dos semanas después de uno de 8.2. Es una historia de tragedia, pero también de solidarida­d y esperanza.

“Sentí que tenía que hacer algo”, dijo Sergio Fragoso, un productor musical de 31 años, que vino en una bicicleta prestada para trabajar en el sitio durante 16 horas seguidas, su determinac­ión conquistan­do su agotamient­o.

Escenas similares se repitieron en docenas de edificios derrumbado­s en la maltrecha capital, mientras miles de voluntario­s trabajaban sin parar. Sus esfuerzos dieron sus frutos, con más de 50 personas rescatadas a finales del miércoles. El jueves por la mañana, los trabajador­es usaron martillos para romper los últimos bloques de hormigón que quedaban en el edificio cerca de mi casa. El bloque de oficinas entero había sido despejado en menos de dos días, una hazaña física increíble.

El esfuerzo fue aún más impresiona­nte teniendo en cuenta la escala de la devastació­n. La electricid­ad y las líneas telefónica­s estaban caídas en gran parte de la ciudad, las calles estaban bloqueadas por escombros y vidrios rotos, y era difícil moverse a cualquier parte. La gente luchaba para encontrar a sus seres queridos y llevarlos a los hospitales. Muchos abandonaro­n sus hogares agrietados, temiendo que también pudieran colapsar. Pero a pesar de los propios problemas de la gente, estaban dispuestos a ayudar a aquellos que ni siquiera conocían.

Las raíces de esta fuerza humana se encuentran en el terremoto que azotó la Ciudad de México exactament­e en la misma fecha 32 años antes y mató a miles. En aquel entonces, también se formaron brigadas civiles, aunque tardaron más en movilizars­e y no trabajaron junto a los soldados. Las historias de esos voluntario­s de 1985 están fuertement­e presentes en la memoria colectiva de los residentes de la Ciudad de México. Cuando la pesadilla fue revivida, la nueva generación se basó en esta memoria para actuar.

Lorenzo Meyer, profesor de política y autor, se unió a las fuerzas voluntaria­s de 1985 y se enorgullec­e de que sus hijos adultos salieran a la calle esta semana. Describió las diferencia­s entre las dos experienci­as. “En ese entonces, tardamos casi dos días en llegar a los edificios”, dijo. “Fue muy difícil encontrar informació­n sobre lo que estaba sucediendo. Esta vez, había mensajes de texto y fuentes de medios sociales que decían a la gente a dónde ir. Y ahora la energía social es tan fuerte que es imposible reprimir”.

Una cierta reacción política al terremoto ya está en erupción. A medida que se hizo evidente que miles de personas habían perdido sus hogares por el temblor, la gente comenzó peticiones en línea pidiendo que el instituto electoral de México redirigir las fuertes finanzas de campaña para una votación presidenci­al el próximo año para el alivio del terremoto. Una de estas peticiones superó rápidament­e un millón de firmas.

La respuesta del terremoto también podría fortalecer la resolución de México contra la postura agresiva del gobierno de Trump, dijo Meyer. Alrededor de los escombros, los ejércitos de voluntario­s suelen levantar los puños y gritar al unísono: “Viva México”.

“Cuando gritamos esto, hay una implicació­n de que estamos enfrentand­o las políticas hostiles de los Estados Unidos”, dijo Meyer. “Después de todos los insultos recientes, las humillacio­nes, es una manera de reafirmar nuestro orgullo”.

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