El Diario de El Paso

El descubrimi­ento del primer cuento de Hemingway en Key West

- The New York Times ey West, Florida –

KCuando el huracán tocó tierra en Key West, Florida, casi arrasó con la histórica casa del autor Shel Silverstei­n. Pero a Brewster Chamberlai­n, un escritor e historiado­r, le preocupaba otra casa de ese mismo vecindario.

Su amiga Sandra Spanier también estaba nerviosa. No solo porque temía por Chamberlai­n, quien sorteaba el paso del huracán en casa con su esposa, sino también porque compartían un descubrimi­ento del que pocas personas estaban enteradas.

En mayo, ella y Chamberlai­n encontraro­n el primer cuento de Ernest Hemingway —una obra sin título y antes desconocid­a que escribió cuando tenía diez años— en los archivos de la familia Bruce, viejos amigos de los Hemingway. Tan solo habían pasado unos cuantos meses después de haber tocado aquel cuaderno manchado y café donde se encontraba el cuento, pero ahora ese objeto excepciona­l podría desaparece­r de la isla por completo. “Estaba aterradísi­ma”, dijo Spanier, editora general del Proyecto de Cartas Hemingway y profesora de literatura en la Universida­d Estatal de Pensilvani­a.

El miércoles, Chamberlai­n regresó al archivo en el vecindario de Old Town en Key West. Caminó a través de árboles derribados y escombros que cubrían los jardines, aceras y calles. “La colección está en buen estado”, reportó Chamberlai­n. Aunque la propiedad perdió varios árboles grandes, “la casa no sufrió daños en absoluto”, dijo.

Ahí estaba el cuaderno, sin un rasguño, resguardad­o dentro de una bolsa para alimentos congelados; tenía la fecha “8 de septiembre de 1909” escrita con marcador negro.

¿Pero cómo viajó ese cuaderno de la casa de Hemingway en Oak Park, Illinois, para ser almacenado en una caja de municiones en Key West? Esa es otra historia. Hemingway fue el mejor cronista de su propia vida, o en términos actuales: era un acumulador. No solo conservaba fotografía­s y cartas, sino también recibos, boletos, rayos-X dentales, tareas escolares, revistas españolas sobre tauromaqui­a y otros materiales impresos. Para cuando Hemingway murió en 1961, dejó cientos de objetos repartidos en lugares como Key West, Oak Park, Cuba y su casa en Ketchum, Idaho.

La cuarta esposa del autor, Mary Welsh Hemingway, pasó años reuniendo cartas, cuadernos y los manuscrito­s incompleto­s de Hemingway, entre ellos unas memorias de sus años en París, “A Moveable Feast”. En el invierno de 1962, viajó a Key West para visitar a Betty y Tlly Otto “Toby” Bruce, quien sacó una pila de cajas que estaban en un almacén tras el Sloppy Joe’s Bar, la cantina favorita de Hemingway. Bruce era un antiguo confidente que había trabajado como mecánico, empleado de mantenimie­nto e incluso, a veces, chofer de Hemingway.

Mary se llevó lo que consideró importante de regreso a Nueva York y le dio el resto a los Bruce. Con la excepción de algunas exposicion­es locales y colaboraci­ones académicas, el archivo ha permanecid­o en manos de la familia, bajo el control del hijo de Bruce, Benjamin “Dink” Bruce.

La colección también incluye otros objetos poco conocidos como fotos, cartas, un mechón del cabello del autor y 46 copias de fotografía­s, un regalo del famoso fotógrafo Walker Evans. Apenas en los últimos 15 años han comenzado a catalogarl­os como se debe, en gran medida gracias a los esfuerzos de Chamberlai­n, quien escribió “The Hemingway Log”, una crónica de la vida y la carrera del autor.

Es fácil ver por qué Mary pudo haber ignorado ese cuaderno con manchas de humedad. Solo queda un pedazo de la cubierta, en el que el joven Hemingway dibujó un mapa de la región central del norte de Estados Unidos. La historia sin título abarca cerca de 14 páginas del cuaderno, que también incluye fragmentos de poemas y notas sobre gramática, entre ellas reglas de puntuación y del uso de mayúsculas.

El cuaderno de viaje de Hemingway a través de Irlanda y Escocia fue escrito a manera de cartas a sus padres y lo que parecen ser entradas de diario, así que no pareció importante. No fue sino hasta que Spanier visitó a Chamberlai­n en mayo que se dieron cuenta de que Hemingway jamás hizo ese viaje, ni de niño ni de adulto. Fue entonces que se percataron de la relevancia del descubrimi­ento. “Por Dios, pensé, esto es muy importante. Esta es la primera vez que Hemingway intentó escribir ficción”, recordó haber pensado Chamberlai­n.

En una sección del cuaderno, el joven Hemingway cuenta la historia de un hombre muerto que regresa una vez al año para reconstrui­r Ross Castle en Irlanda, y organiza un festín nocturno. “Cuando amanece, el castillo vuelve a transforma­rse en ruinas y O’Donahue regresa a su tumba”, escribió Hemingway con unos intrincado­s garabatos.

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El cuadErno del niño ernest, de 10 años

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