Dios no castiga con muerte y violencia
La reciente columna editorial "Huracanes y Sismos, ¿Castigos de Dios?", presenta una perspectiva que es problemática a varios niveles. Hay y siempre ha habido acciones inmorales, de acuerdo con los tiempos. Sin duda, hay desastres naturales y si rápidamente no se modifican comportamientos y no se restringen a los ídolos económicos y a la avaricia materialista, que en tantas formas están aplastando a la humanidad, el cambio climático va a seguir incrementando y afectando más gravemente. Estos cambios climáticos son una realidad científica.
A través de la historia ha habido desastres que seguramente pudieran haber sido o fueron interpretados en su tiempo como "castigos" o el fin del mundo. La plaga europea del siglo catorce, que causo 25 millones de muertes. En la edad media, ¿las constantes guerras en Europa, en países cristianos? ¿O los sacrificios humanos que eran común en tantas culturas y religiones por todo el mundo? ¿O hace 65 millones de años, cuando un asteroide de 6 millas en diámetro se estrelló contra la tierra y termino' la era de los dinosaurios? ¡Parecería el fin del mundo! La lista es muy larga.
Es peligroso ver la actualidad como el momento clave de un supuesto enojo divino, pero que en realidad no refleja al Dios que revela Jesús.
La parte religiosa - la teología - es lo más preocupante de este editorial enfocado desde una perspectiva católica. Como católicos, creemos en un Dios que crea y ama, no en uno que castiga con muerte y violencia. Si Dios verdaderamente es amor, y ama a sus hijas e hijos de forma infinita, como va a querer destruir y castigar violenta y mortalmente? Es imposible. ¡Ni padres o madres humanos, limitados, quieren eso!
En el evangelio de San Mateo, Jesús revela al Dios incomprensiblemente misericordioso: Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. (5, 43-45)
Si Dios nos pide que amemos a nuestros 'enemigos', ¿no va a hacer Dios lo mismo, más aun, en formas incomprensibles e infinitas?
Sin duda el pecado y las malas acciones son destructivas en sí mismas. El mal uso del poder y de la libertad humana por personas egocéntricas o narcisistas, la codicia de riquezas, han y siguen azotando a la humanidad – a la Creación. Pero Dios respeta la libertad que nos dio. Este es el drama humano y la realidad que llevo' a Jesús a la Cruz.
La conversión y cambios profundos hacia el bien y el amor solo vendrán cuando aceptemos y nos dejemos mover por el Dios del amor, no por un dios aterrorizante.