El desastre político en Cataluña
La reacción del primer ministro español Mariano Rajoy al referéndum de independencia de Cataluña fue tan absurda como la votación fue imprudente. Los funcionarios catalanes nunca deberían haber programado la votación, pero una vez que lo hicieron, no deberían haberla reprimido. Ahora, resolver este conflicto interno se hizo más difícil y más público.
Rajoy ha intentado pintar el referéndum, en el que las autoridades catalanas dicen que el 42 por ciento de los catalanes votó de nueve a uno por la independencia, sólo como cuestión de aplicación de la ley: el tribunal constitucional de España lo declaró ilegal, por lo que desplegó a la Policía para detener el voto, arrestando a políticos, golpeando a votantes, asegurando las urnas.
Pero la violencia que estalló fue espantosa y la vio todo Europa occidental, todo el mundo. En comparación, el reciente referéndum de independencia del Kurdistán iraquí fue más pacífico.
Un desafío sedicioso a un gobierno nacional electo no puede tomarse a la ligera, y la indiferencia del movimiento de la independencia catalana por el imperio de la ley es inexcusable. Al mismo tiempo, es importante recordar que los separatistas son una minoría vocal en una de las regiones económicamente más importantes de España.
El objetivo de Rajoy debe ser abordar temas importantes para todos los catalanes, la mayoría de los cuales se oponen a la independencia (o al menos lo hizo antes de la votación del domingo).
Encontrar una manera de desactivar las tensiones no será fácil. La reapertura del acuerdo constitucional de 1978 que dio lugar a los actuales acuerdos de autonomía no necesariamente ayudará, ya que España ya ha delegado tantas competencias en las regiones. Y una suspensión formal de la autonomía catalana, como algunos han sugerido en Madrid, sólo inflamaría más las tensiones y conduciría a más votantes hacia partidos separatistas en las próximas elecciones regionales.
Lo que España necesita es un gobierno nacional más sensible, no necesariamente más débil. En el interés no sólo del gobierno minoritario de Rajoy, sino también de los partidos nacionales españoles, es buscar maneras de celebrar el pluralismo del país, al tiempo que refuerzan un sentido común.
Aquí no hay soluciones rápidas. Un gobierno más eficiente y menos corrupto, y más atención a la construcción de un consenso político, ayudaría a romper el regionalismo con el tiempo.
No está claro si la violencia del domingo representa un punto de no retorno para la candidatura de independencia de Cataluña. Pero ha aumentado significativamente las tensiones y ha dejado a dos bandos profundamente dolidos. En el medio se encuentra una gran mayoría de españoles, incluyendo a la mayoría de los catalanes.
Disminuir en España los grandes trastornos políticos y económicos que puede desencadenar este conflicto exigirá tolerancia, paciencia y no poca habilidad política.