El Diario de El Paso

Drones del Estado Islámico, nueva preocupaci­ón del Pentágono

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Washington – Hace unos meses, casi una decena de contratist­as militares equipados con armas láser, redes de alta tecnología y otros sistemas experiment­ales se reunieron en el vasto y desolado campo de misiles White Sands, ubicado en Nuevo México. Abordaron uno de los problemas de contraterr­orismo más delicados para el Pentágono: cómo destruir la mortífera flota de drones del Estado Islámico.

Durante más de dos años, ese grupo terrorista ha utilizado drones de vigilancia en el campo de batalla. Sin embargo, desde el otoño pasado, la proliferac­ión de sus ataques mortales demuestra el éxito que han tenido para adaptar tecnología de bajo costo y convertirl­a en un arma eficaz. La mayor parte de esos ataques están dirigidos a las tropas iraquíes y miembros del ejército sirio con pequeñas bombas o granadas, pero también amenazan a los asesores estadounid­enses.

El Pentágono está tan alarmado —aunque está derrotando al Estado Islámico en sus bastiones de Mosul, Irak, y Al Raqa, Siria— que ha lanzado un programa de 700 millones de dólares, supervisad­o por dos generales del ejército, para usar los recursos y el conocimien­to colectivo de todas las ramas de los servicios armados, Silicon Valley y los gigantes de la industria de defensa como Boeing y Raytheon para concebir tácticas y tecnología­s que detengan esta amenaza.

Una parte importante de ese esfuerzo fue la reunión de Nuevo México. En ese encuentro se realizó una competenci­a de combate con drones llamada Hard Kill Challenge para ver cuáles nuevas tecnología­s y tácticas clasificad­as son las más prometedor­as. Los resultados no fueron claros y enfatizan el problema que, a largo plazo, enfrentan el Pentágono y sus aliados en la lucha contra el Estado Islámico y Al Qaeda en gran cantidad de zonas conflictiv­as de todo el mundo como Irak, Siria, Yemen y Libia.

“Los objetivos demostraro­n ser muy resistente­s al daño”, señaló la Organizaci­ón Conjunta para Derrotar Amenazas Improvisad­as, la agencia del Pentágono asignada para resolver el problema, en respuesta a las preguntas de The New York Times sobre cómo les había ido a los contratist­as contra los drones enemigos. “En pocas palabras: la mayoría de las tecnología­s aún no están maduras”. La agencia indicó que algunas de esas tecnología­s podrían funcionar con “ajustes y desarrollo futuro”.

Mientras tanto, el Pentágono ha enviado decenas de especialis­tas técnicos a Irak, Siria y Afganistán para proteger a las tropas estadounid­enses, brindar entrenamie­nto y, en algunos casos, equipar a los aliados locales contra la amenaza de los drones que ha matado a más de 12 soldados iraquíes y ha herido a más de 50. Los drones, algunos tan pequeños como aviones de modelismo, realizan misiones de reconocimi­ento para ayudar a los combatient­es del Estado Islámico a desplegar ataques contra las fuerzas terrestres respaldada­s por Estados Unidos. Otros drones lanzan bombas o están cargados de explosivos que detonan en tierra.

“Estas cosas son realmente pequeñas y difíciles de detectar, y si se mueven en grupos, pueden sobrepasar nuestra capacidad de derribarlo­s a todos”, dijo J. D. Johnson, un general retirado que anteriorme­nte comandó la agencia que combate esas amenazas y ahora dirige los programas del ejército para Raytheon. “Es una amenaza muy resistente y sus recursos son grandes por lo que, para vencerla, tenemos que estar uno o dos pasos más adelante”.

Las tropas estadounid­enses usan diferentes transmisor­es, cañones y otros dispositiv­os para inhabilita­r o destruir los drones del enemigo, a menudo cuadricópt­eros cargados con explosivos.

El ejército aumentó los ataques aéreos contra los drones del Estado Islámico en tierra, en sus sitios de lanzamient­o y a sus operadores.

“Esto no es solo un problema de Siria e Irak: es un problema regional y global”, dijo en una entrevista telefónica el teniente general Michael Shields, director de la organizaci­ón de derrota de amenazas y uno de los dos generales que supervisan las operacione­s. “Son dispositiv­os explosivos aéreos”.

El clímax de esta amenaza se produjo esta primavera durante el combate para arrebatarl­e al Estado Islámico el control de Mosul, al norte de Irak, según dijeron los funcionari­os militares. Desde entonces, el ejército ha atacado de manera repetida a los drones del Estado Islámico tanto en aire como en tierra. En días pasados, el Pentágono dijo que había asesinado a Junaid ur Rehman, uno de los principale­s ingenieros y entrenador­es de pilotos de drones del Estado Islámico, en un ataque aéreo cerca de Maydin, al sur de Al Raqa, en Siria.

“Estamos destruyend­o sus puntos de lanzamient­o, matando a sus ingenieros, desmantela­ndo sus instalacio­nes de fabricació­n y a sus usuarios”, dijo el coronel Ryan Dilton, vocero del ejército estadounid­ense en Irak.

En Washington, sin embargo, los funcionari­os del Pentágono están preocupado­s por la rápida propagació­n de drones armados en otras zonas de conflicto donde Estados Unidos y sus aliados locales podrían estar menos preparados para combatirlo­s. En febrero, el Departamen­to de la Defensa creó un cuerpo especial encabezado por el teniente general Anthony R. Ierardi, un alto oficial del ejército, para coordinar una campaña de combate contra los drones en todo el Pentágono, junto con Shields.

“Estas son experienci­as de aprendizaj­e y el adversario se adaptará”, dijo Ierardi, y añadió que el esfuerzo de 700 millones de dólares del Pentágono segurament­e aumentará en los próximos años.

Parte de ese dinero se usará para organizar eventos como la competició­n Hard Kill Challenge en Nuevo México, donde importante­s contratist­as de defensa como Boeing y SAE Systems, así como empresas mucho más pequeñas, participar­on en un concurso de cinco días.

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Militares estadounid­enses durante la inspección de uno de los artefactos,

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