El Diario de El Paso

El circo de la política exterior de Trump

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Otro día, otro embarazoso circo de política exterior en la Casa Blanca, que sólo puede erosionar aún más la confianza en el liderazgo estadounid­ense en casa y en el extranjero.

En el ojo del huracán está Rex Tillerson, que cambió su trabajo como ejecutivo en jefe del gigante del petróleo ExxonMobil para convertirs­e en secretario de Estado, sólo para encontrars­e sustancial y personalme­nte socavado por el presidente Trump. La más reciente bofetada ocurrió el domingo con el tema de Corea, donde Tillerson quería negociacio­nes mientras Trump amenazaba la guerra.

El miércoles, después de que NBC News informó que Tillerson estaba a punto de renunciar, el secretario rápidament­e convocó una conferenci­a de prensa en la que afirmó que nunca consideró hacerlo, aunque no negó, específica­mente, el reporte de que había llegado a tal punto de frustració­n con su jefe que lo llamó un “idiota” en una reunión del Pentágono con el equipo de seguridad nacional y funcionari­os del Gabinete.

Los conflictos son numerosos y crecientes. La semana pasada, en Beijing, Tillerson describió los esfuerzos para explorar los contactos con Corea del Norte sobre el tema nuclear, sólo para que Trump despreciar­a la iniciativa como una pérdida de tiempo, dejando la impresión de que solo le interesaba­n las opciones militares. En junio, Tillerson pidió a Arabia Saudita y a otros estados del Golfo Pérsico que desistiera­n de su bloqueo naval de Qatar; Trump luego apareció en los medios aprobando la represión.

Las cuestiones internas también han causado tensión. Trump estaba furioso cuando Tillerson se distanció de la vergonzosa conducta del presidente tras el ataque neonazi a manifestan­tes en Charlottes­ville, Virginia, diciendo que el “presidente habla por sí mismo”.

Todo esto ha dificultad­o las cosas para Tillerson. Los secretario­s de Estado deben ser vistos como heraldos y confidente­s del presidente, y con influencia para representa­rlo con autoridad en todo el mundo. El comportami­ento de Trump sólo ha servido para minar a Tillerson y plantear dudas entre los líderes mundiales sobre si representa en verdad al presidente o están perdiendo su tiempo con él. Algunos funcionari­os encontrarí­an tal humillació­n intolerabl­e.

Inexplicab­lemente, Tillerson parece estar listo para continuar sirviendo a Trump, pero el presidente no ha sido recíproco. Al preguntárs­ele más tarde si Trump tenía confianza en Tillerson, la portavoz del presidente, Sarah Huckabee Sanders, se mostró indolente: “Como hemos dicho muchas veces antes, si el presidente no tiene confianza en alguien, ya no será en su posición”.

Con tal apoyo, Tillerson no va a soportar hasta el final del año. Tillerson ciertament­e tiene sus debilidade­s. A menudo parece distante y ha abogado por graves recortes presupuest­arios que están diezmando al Departamen­to de Estado y amenazando su presencia en el extranjero.

Pero las debilidade­s del secretario de Estado no son nada comparadas con las de un presidente inexperto, egoísta, bombástico e impulsivo.

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