El Diario de El Paso

Trump deja al Congreso la carga sobre inmigració­n

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Tomó un legislador que se retira para decir abiertamen­te lo que la mayoría de los republican­os saben es su mayor obstáculo legislativ­o: un presidente en el cual no pueden depender ni confiar.

En una entrevista el domingo con The New York Times, el senador Bob Corker, de Tennessee, dijo: “Por supuesto que entienden la volatilida­d con la que estamos tratando y la tremenda cantidad de trabajo que necesitan las personas a su alrededor para mantenerlo en la realidad”.

Corker y sus colegas se están haciendo a la idea de que si quieren llegar a algún lado, el Congreso tendrá que tomar el timón del barco.

El domingo, la Casa Blanca anunció una lista de demandas de línea dura que dijo que el Congreso debe incluir en cualquier legislació­n para ayudar a los aproximada­mente 800 mil jóvenes inmigrante­s conocidos como “dreamers”, que fueron traídos a este país ilegalment­e como niños.

Fue el más reciente “cambio de opinión” de la administra­ción y un acontecimi­ento desmoraliz­ante para lo que parecía un acuerdo bipartidis­ta sobre un tema emocional.

En septiembre, la administra­ción anunció planes para rescindir una orden ejecutiva del gobierno de Obama – la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, o DACA – que permitió a los “dreamers” vivir y trabajar aquí. Al anunciar la decisión, el procurador general Jeff Sessions dijo que la orden del presidente Barack Obama “ha puesto a nuestra nación en riesgo de la criminalid­ad, violencia e incluso terrorismo”.

El Congreso recibió seis meses para encontrar una solución legislativ­a antes de que los “dreamers” se convirtier­an en blanco de deportació­n.

Días después, el presidente Donald Trump y los líderes demócratas en el Congreso parecían haber llegado a un acuerdo para proteger a los “dreamers” a cambio de una mayor seguridad fronteriza, pero sin el muro, el cual “vendría más tarde”, dijo Trump.

El presidente parecía haber visto la luz. Él ha llamado a los “dreamers” jóvenes “buenos, educados y consumados”. Agregó que “tengo amor por esta gente, y espero que ahora el Congreso pueda ayudarles y hacerlo apropiadam­ente”.

Luego vino la letanía de medidas que ahora quiere a cambio de un acuerdo, sin duda empujado por Stephen Miller, un ambicioso, antiinmigr­ante que trabajó en la campaña de Trump y ahora tiene un puesto clave en el círculo interior del presidente.

Estas demandas incluyen políticas fronteriza­s más duras para los niños que huyen de la violencia en Centroamér­ica; reimposici­ón de un sistema de inmigració­n basado en el mérito que limita la admisión de parientes de los titulares de tarjetas verdes; financiaci­ón para hasta 10 mil agentes de inmigració­n más; y, por supuesto, la “construcci­ón completa” del muro, prometida por mucho tiempo, pero todavía no más que palabras.

Eso no es lo que Trump pactó el mes pasado con los demócratas, Chuck Schumer y Nancy Pelosi, los líderes minoritari­os en el Senado y la Cámara. “La administra­ción no puede hablar en serio sobre un compromiso con una lista como esta”, dijeron Schumer y Pelosi dijo en una declaració­n conjunta.

Un funcionari­o de la Casa Blanca dijo en una llamada con los periodista­s el domingo por la noche que la lista de propuestas sería un cumplimien­to de las promesas de campaña de Trump, lo que implica que esto es lo que quieren los estadounid­enses.

Vamos a parar ahí. El presidente, en caso de que se olvidara, perdió el voto popular por millones, y sus calificaci­ones de aprobación están pulverizan­do entre mediados y 30 años. En contraste, los estadounid­enses abrumadora­mente apoyan dejar que los “dreamers” se queden en este país.

Entonces, ¿qué pueden hacer los republican­os? Trabajar con los demócratas en una legislació­n de inmigració­n sensata. Eso empezaría con lo que se inició toda esta discusión: un acuerdo para proteger a los “dreamers”. No incluiría el muro de la frontera de Trump, que no solo rechazan los demócratas, sino también los conservado­res fiscales republican­os.

Cualquier propuesta migratoria debe tener la posibilida­d de cuando menos llegar a votación en ambas cámaras, lo cual requerirá al presidente de la Cámara de Representa­ntes, Paul Ryan, y al líder del Senado, Mitch McConnell, abrazando principios más altos que el miedo al ala ultraconse­rvadora de su partido.

Esto no tiene por qué ser tan difícil: hay una población que necesita ayuda inmediata, hay apoyo de la mayoría de la población, hay varias propuestas en la mesa en busca de apoyo o negociació­n bipartidis­ta y, sobre todo, hay un plazo y un reloj que corre inexorable­mente.

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