Al rechazar NAFTA, Trump pone en peligro economía de EU
El futuro de la economía estadounidense está en juego esta semana en una conferencia a puerta cerrada entre los tres principales socios comerciales. A partir de ayer, representantes de Estados Unidos, Canadá y México iniciaron una cuarta ronda de negociaciones sobre la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), un pacto de 24 años que ha interconectado profundamente tres grandes economías.
A menudo se dice que los presidentes tienen la culpa o la gloria por el estado de la economía, a pesar de que han hecho relativamente poco para afectarlo. Pero si el presidente Donald Trump toma una decisión imprudente sobre NAFTA, podría lesionar gravemente a los trabajadores de los tres países, y sería directamente responsable.
Cuando el proceso de renegociación comenzó durante el verano, hubo esperanzas de que los funcionarios estadounidenses pudieran aceptar una revisión moderada. El acuerdo comercial fue escrito cuando nació la economía de la tecnología de la información; las nuevas normas comerciales podrían modernizar la manera en que la región comercial norteamericana trata los productos digitales. La nueva tecnología podría simplificar el proceso aduanero. La coordinación de las normas sobre las pequeñas empresas también podría ayudarlas a competir más efectivamente en los mercados internacionales. Estos y otros cambios eran razonables y al alcance de la mano.
Pero las ambiciones de la administración Trump parecen mucho más grandes, lamentablemente. Aunque la posición de Estados Unidos no está muy clara, las indicaciones para la conferencia de esta semana son alarmantes, y los socios comerciales desconfían de varias demandas potenciales de Estados Unidos. Por ejemplo, insistir en que cada automóvil exportado desde México contenga una cantidad prescrita de piezas en Estados Unidos o mano de obra podría alterar un comercio transfronterizo finamente ajustado. Fabricantes de automóviles y partes advierten que los precios de los automóviles subirían y miles de empleos en Estados Unidos se verían amenazados.
Abolir los procesos creados por NAFTA para resolver desacuerdos sobre prácticas comerciales e inversiones transfronterizas suscitaría la oposición tanto de Canadá como de México, cada uno de los cuales insiste en tener un foro neutral para presentar quejas.
La adición de una cláusula de caducidad de cinco años a NAFTA, que requeriría que todas las partes reanudaran el pacto cada medio decenio, anularía el propósito del acuerdo comercial, que es crear certeza y previsibilidad en el comercio transfronterizo.
Cada uno de estos puntos y otros más violarían el principio fundamental de que el gobierno debería, en la medida de lo posible, permitir que la inversión llegue a donde más se necesita para que los bienes se puedan vender al mayor número de personas al precio más bajo. Si los oficiales comerciales de Trump insisten en una o todas estas demandas irrazonables, podrían poner las negociaciones comerciales en un punto muerto.
El presidente, durante mucho tiempo un crítico de NAFTA, podría entonces desechar el acuerdo por completo. Independientemente de las críticas que hubo sobre NAFTA hace un cuarto de siglo, el acuerdo ya ha reformado la economía, sobre todo para mejor. Deshacer la integración económica ahora podría traer a Estados Unidos, y a sus socios comerciales, graves daños económicos masivos.