El Diario de El Paso

El peor presidente para los inmigrante­s

- Ruben Navarrette Jr. The Washington Post

En su boleta de calificaci­ones final, Barack Obama obtuvo una “F” en el tema de inmigració­n.

Rompió su promesa de campaña para reformar nuestro sistema de inmigració­n, deportó a 3 millones de personas, arrastró los pies durante tres años –hasta que empezó su campaña de reelección– antes de brindar ayuda ejecutiva a jóvenes inmigrante­s indocument­ados a través de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA), regresó a casa a miles de mujeres y niños centroamer­icanos refugiados sin escuchar sus solicitude­s de asilo y terminó culpando a los republican­os por sus propias acciones.

Pero ahora, tomando en cuenta su lista de demandas enviada al Congreso a cambio de apoyar el estatus legal pero no la ciudadanía de los jóvenes indocument­ados conocidos como “dreamers”, Donald Trump lo ha rebasado.

Trump afirmó en una declaració­n que cada artículo de su lista de deseos restrictiv­os “garantizar­á prosperida­d, oportunida­d y seguridad para cada miembro de nuestra familia nacional”.

Trump pinta sus objetivos de política migratoria como un remedio a lo que los republican­os siempre han llamado la “amnistía ejecutiva ilícita” de Obama para los jóvenes indocument­ados traídos aquí como niños.

Los derechista­s confunden el sentimient­o fuerte acerca de la inmigració­n con los hechos. Son cosas distintas.

Trump cometió el mismo error cuando dijo que el gobierno de Obama otorgó en el 2012 los “mismos beneficios” que el Congreso había considerad­o y rechazado cuando la reforma migratoria exhaustiva se saltó los rieles varios años antes.

Incorrecto. DACA es un alivio temporal que dura dos años y requiere que los destinatar­ios entreguen su informació­n a la Oficina de Inmigració­n y Aduanas; la “acción diferida” es la deportació­n. El Congreso estaba debatiendo el estatus legal permanente para los inmigrante­s indocument­ados que no hubieran tenido que entregarse.

Alrededor de 700 mil jóvenes están inscritos en DACA, y el número total de “dreamers” en Estados Unidos es de aproximada­mente 1.5 millones.

Trump también afirma que la rama de olivo de Obama a los “dreamers” resultó en un aumento de la inmigració­n ilegal.

Nuevamente incorrecto. Incluso, antes de que Trump asumiera el cargo, la inmigració­n ilegal hacia Estados Unidos desde México y el resto de América Latina estaba en declive, porque se tornó más fácil encontrar trabajo al sur de la frontera. Y cuando sucede un aumento, lo que lo causa son los empleos que ofrecen los empleadore­s de Estados Unidos.

¿Tengo que explicar todo esto a un hombre de negocios que posee hoteles y complejos turísticos que ha admitido haber contratado inmigrante­s porque no puede encontrar estadounid­enses para hacer esos trabajos?

Las demandas de Trump al Congreso son una combinació­n de lo impráctico, lo inhumano y lo imaginario. Incluyen: fondos para un muro a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México que podría costar 25 billones, una continuaci­ón de la represión de la administra­ción de Obama sobre mujeres y niños refugiados de Centroamér­ica y el fin de las subvencion­es a las “ciudades santuario” ficticias.

Y mientras los miembros de su partido continúan insistiend­o en que la inmigració­n ilegal es injusta para quienes “cumplen con las reglas”, Trump también quiere un recorte del 50 por ciento en la inmigració­n legal para castigar también a quienes sí cumplen con las reglas. Además, quiere que los nuevos inmigrante­s sean “altamente calificado­s” y con recursos económicos.

Traer más inmigrante­s altamente calificado­s sería divertido, especialme­nte para aquellos trabajador­es estadounid­enses que ni siquiera pueden competir con inmigrante­s poco calificado­s.

¿Y qué hay de esos patéticos trabajador­es estadounid­enses que adoran atacar a los inmigrante­s por hacer trabajos duros y sucios que no ellos no harían, sin importar cuánto les paguen por hacerlo?

Trump dice que está haciendo todo esto por ellos, y que “la reforma migratoria debe crear más empleos, salarios más altos y una mayor seguridad para los estadounid­enses, ahora y para las generacion­es futuras”.

No es un deber de nuestra política de inmigració­n hacer esas cosas. Todo lo que se supone que debe hacer es asegurar nuestras fronteras, fomentar la inmigració­n legal y detener la inmigració­n ilegal. No es un programa de trabajo para las personas nativas que no quieren trabajar de todos modos. Sólo basta ver los letreros de “se busca personal” afuera de los comercios.

Estados Unidos sigue siendo la tierra de las oportunida­des. No es culpa de los inmigrante­s que tantos estadounid­enses quieran que les entreguen todo, se encelen de ellos y esperen que el gobierno sea su niñera.

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EL RIESGO DE CATALUñA Schot
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