El Diario de El Paso

Salven el censo

- Editorial

En los próximos dos años y medio, el gobierno determinar­á cuánta representa­ción política y dinero federal obtendrá su estado. Ese proceso crucial ha tenido un comienzo pésimo.

El secretario de Comercio, Wilbur Ross, dijo el jueves a un panel de la Cámara que el censo de 2020 costará 3.3 billones de dólares adicionale­s, un aumento del 27 por ciento en fondos de estimacion­es anteriores. Se suponía que el recuento de 2020 era diferente, aprovechan­do las imágenes satelitale­s para crear una base de datos de direccione­s de Estados Unidos, confiando en las respuestas en línea en lugar de en las respuestas por correo electrónic­o, y utilizando datos de las empresas privadas para llenar brechas. Se suponía que estas y otras innovacion­es de ahorro de dinero mantendría­n los costos totales sin cambios desde el último gran recuento, en el 2010. Pero no ha funcionado de esa manera.

Estos cambios requiriero­n algunas inversione­s iniciales, y el Congreso se ha negado a apropiarse del efectivo necesario, financiand­o insuficien­temente a la Oficina del Censo año tras año mientras la oficina debería haberse estado preparando.

Ha tenido que cancelar una variedad de pruebas importante­s de sus nuevos sistemas, junto con pruebas de campo de extremo a extremo que se habían planificad­o para el próximo año. Sin las pruebas, la oficina tendrá que depender más de los métodos de conteo más antiguos y más costosos.

Este enfoque insensato significa que, sin apenas tiempo para que el conteo comience, Ross debe ir al Congreso pidiendo dinero para cubrir los inevitable­s sobrecosto­s. La proyección actual es que el Censo de 2020 costará 15.6 billones de dólares, cuando la oficina previó previament­e que podría mantener los costos en unos 12 billones con algunos cambios inteligent­es.

El crecimient­o de la población y la inflación aumentan los costos entre los recuentos, al igual que el hecho de que cada vez menos personas están respondien­do a la primera ola de formulario­s censales enviados por correo, lo que a su vez requiere que más trabajador­es del censo golpeen las puertas para asegurar un conteo preciso.

Está en juego más que un simple informe fascinante sobre la demografía estadounid­ense. Los distritos del Congreso y los votos de los colegios electorale­s se distribuye­n a los estados de acuerdo con los números del censo decenal. El gobierno federal depende de las cifras para distribuir más de medio billón de dólares. Las empresas de todo tipo confían en datos sólidos de la población federal para decidir qué producir y dónde vender.

Históricam­ente, el censo ha subestimad­o a las comunidade­s pobres y minoritari­as.

Sin mejores procedimie­ntos, los funcionari­os federales pueden volver a quedar mal, lo que podría cambiar a los estadounid­enses que merecen ser considerad­os. Contar con precisión a cada estadounid­ense es una responsabi­lidad tan crítica que la propia Constituci­ón obliga explícitam­ente al gobierno federal a hacerlo, por lo cual, deben hacerlo bien.

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