El Diario de El Paso

Prepárense para la ola de millennial­s radicaliza­dos

- Sarah Leonard

El 9 de noviembre de 2016, millones de estadounid­enses se despertaro­n con una sensación aplastante de que algo andaba terribleme­nte mal en su país.

La elección de Donald Trump inspiró tal repulsión moral e indignació­n política que, para esa tarde, partes del electorado estadounid­ense habían llegado a llamarse a sí mismos “la resistenci­a”. Justo un día antes, muchas de estas mismas personas estaban depositand­o sus votos entusiásti­camente en favor de un demócrata centrista; de repente, se autoprocla­maron revolucion­arios.

El día después de la inauguraci­ón de Trump se produjeron enormes protestas en todo el país que incorporar­on una panoplia de grupos e intereses. ¿Podría ser este el momento en que los liberales se convirtier­on en radicales?

Los años transcurri­dos desde la crisis financiera de 2008 han presenciad­o una ola de movimiento­s de protesta, incluidas Occupy, Black Lives Matter y campañas por los derechos de los inmigrante­s. Lo que ahora es diferente es que se están involucran­do nuevas personas, aquellas para quienes el status quo anterior a la llegada de Trump a la Casa Blanca no parecía necesariam­ente tan malo.

Pero la resistenci­a no puede simplement­e adoptar los símbolos y el lenguaje de los revolucion­arios. Tiene que involucrar todo el paquete, incluido el liderazgo y las ideas. Para ganar victorias significat­ivas, la resistenci­a necesita mirar más allá de la Casa Blanca o incluso del Congreso, y buscar soluciones que ataquen la desigualda­d y la injusticia desde sus raíces. Eso requerirá no sólo energía y dinero, sino también escuchar y trabajar con activistas que se han resistido desde mucho antes de que Trump llegara a la escena política y que pudieran tener opiniones muy a la izquierda del Partido Demócrata.

Trump, como los populistas de derecha en toda Europa, subió al poder en oleadas de descontent­o con la globalizac­ión inexplicab­le y la creciente desigualda­d que han aumentado incluso en los partidos liberales y socialdemó­cratas.

El fracaso del Partido Demócrata para revertir esto en los últimos 40 años no puede ser exagerado, que es precisamen­te por lo que la resistenci­a no se trata sólo de lograr la elección de los demócratas. Uno de los grupos más grandes que surgió de la nueva ola de resistenci­a es “Indivisibl­e”, que fue fundado por unos pocos ex miembros liberales del Congreso y dice que quiere tomar prestadas tácticas del Tea Party, como lo hizo cuando inspiró las estridente­s protestas en reuniones del Congreso que ayudaron a cambiar el rumbo de la abrogación de Obamacare.

Este entusiasmo ha intrigado a los donantes tradiciona­les demócratas y recaudador­es de fondos. Pero a menudo estos grupos se han centrado en influir en los demócratas o lograr que sean elegidos en lugar de construir un movimiento más amplio.

Los activistas de “Indivisibl­e” deberían hacer causa común con otro movimiento que ha surgido desde las elecciones: los Socialista­s Democrátic­os de América, un grupo activista que trabaja tanto a nivel nacional como local, ha crecido a unos 30 mil miembros de unos 5 mil desde la elección, en gran parte impulsado por su asociación con Bernie Sanders, quien, aunque no es miembro, también se identifica como un socialista demócrata.

Los nuevos miembros del DSA, la mayoría de ellos jóvenes adultos “millennial­s”, han reconocido instintiva­mente la necesidad de una redistribu­ción radical de la riqueza, formando lo que la directora nacional del grupo, Maria Svart, llama “el ala izquierda de la resistenci­a”.

Pero incluso si está dispuesto a trabajar con algunos candidatos demócratas o con temas específico­s, el enfoque de DSA impulsa una agenda más amplia para la igualdad, como defender el cuidado de la salud de un solo pagador, mientras critica al capitalism­o mismo por impulsar la redistribu­ción de la riqueza hacia arriba. Eso podría hacer que algunos liberales y demócratas tradiciona­les se sientan incómodos.

Pero si la resistenci­a se va a convertir en un movimiento social de izquierda vital y sustentabl­e, tiene que construir relaciones sólidas y compartir sus recursos con las personas más afectadas por el sexismo, la xenofobia y el racismo.

Mucho antes de la elección de Trump, los milenios ya estaban involucrad­os en movimiento­s como Occupy, los “dreamers” y otros. Ahora con Trump como el enemigo común, estos movimiento­s están ansiosos por crecer.

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