Cómo la ficción se vuelve un hecho en las redes sociales
Nueva York – Horas después de la masacre en Las Vegas, la sección de noticias de Facebook de Travis McKinney estaba llena de teorías de conspiración. La Policía estaba mintiendo. Había varios tiradores en el hotel, no solo uno. El alguacil estaba encubriéndolos para que los propietarios del casino conservaran su negocio.
Los rumores políticos surgieron poco después, como maleza digital. El asesino era antiTrump, un activista “antifa”, dijeron algunos; otros afirmaron lo contrario, que era un terrorista de la extrema derecha. Ambas narrativas sin fundamentos se observaban en la habitual cascada de conversaciones, noticias y selfis.
“Estas cosas provenían de toda mi red de 300 a 400” amigos y seguidores, dijo McKinney, de 52 años, de Suffolk, Virginia, y algunas publicaciones eran de su círculo íntimo.
Pero él sabía que solo había un tirador, según lo que dijeron un instructor de armas de fuego y un contratista de defensa; había estado escuchando la radio de la policía de Las Vegas con una aplicación. “Me metí a internet e intenté encontrarle algo de sentido a todo el asunto”, dijo.
En las próximas semanas, los ejecutivos de Facebook y Twitter se presentarán ante los comités del congreso para responder preguntas acerca del uso de sus plataformas por parte de hackers rusos y otros participantes para divulgar información falsa y manipular las elecciones. Durante la campaña presidencial de 2016, Facebook vendió más de 100 mil dólares en anuncios publicitarios a una empresa vinculada con el Kremlin, y Google vendió más de 4 mil 500 dólares a cuentas que, se piensa, están conectadas con el gobierno ruso.
Agentes que tienen relación con el gobierno ruso abrieron un sinfín de cuentas falsas y sitios web, y compraron un montón de anuncios en Google y Facebook, para divulgar afirmaciones dudosas que parecían tener por objetivo sembrar divisiones en todo el espectro político: “un hackeo cultural”, en palabras de un experto.
Sin embargo, la psicología tras las plataformas de redes sociales —la dinámica que las hace vectores tan poderosos de desinformación en primer lugar— es igual de importante, dicen los expertos, sobre todo para quienes creen que son inmunes a ser engañados. A pesar de todas las sospechas acerca de los motivos y la ética de las empresas de redes sociales, es la interacción de la tecnología con nuestros prejuicios psicológicos a menudo subconscientes lo que a muchos de nosotros nos hace vulnerables a la desinformación, y eso se ha ignorado en gran medida.
El escepticismo ante las “noticias” en línea sirve como un filtro decente gran parte del tiempo, pero nuestros prejuicios innatos permiten que lo eludamos, según los hallazgos de investigadores… sobre todo cuando se presenta con el tipo adecuado de “meme” seleccionado algorítmicamente.
En una época en la que la desinformación política se encuentra fácilmente, y además está muy requerida, “Facebook, Google y Twitter funcionan como un mecanismo de distribución, una plataforma para hacer circular información falsa y ayudar a encontrar audiencias receptivas”, dijo Brendan Nyhan, un profesor de gobierno en Dartmouth College (y colaborador ocasional de la columna Upshot de The Times).
Para empezar, dijo Colleen Seifert, un profesor de psicología en la Universidad de Michigan, “la gente tiene una opinión benevolente de Facebook, por ejemplo, como curador, pero de hecho sí tiene un motivo propio. Lo que en realidad está haciendo es hacer mantener tu atención en el sitio. Está curando noticias e información que te mantendrán atento”.
Ese tipo de curaduría actúa como campo fértil para las mentiras al involucrar simultáneamente dos fundamentos predigitales de la ciencia social: el mito urbano como “meme”, o idea viral; y los prejuicios individuales, los supuestos subconscientes que tiñen las creencias.