El Diario de El Paso

Los demócratas también están en crisis

- Eugene Robinson

El presidente Trump no es la enfermedad que aflige a nuestra política. Es un síntoma, como las náuseas o una erupción vergonzosa. Ambos partidos principale­s están en crisis, y creo que la razón es que el terreno se ha movido debajo de ellos de formas que no entienden. Hasta que los contornos del nuevo panorama político se vuelvan claros y las partes se remodelen en consecuenc­ia, me temo que el caos y la agitación reinarán como la nueva normalidad.

Permítanme ser claro: no postulo ningún tipo de equivalenc­ia falsa. Fue el Partido Republican­o el que nominó a Trump para presidente, y en consecuenc­ia el que debe ser culpado por esta muestra de terror de una administra­ción. El partido al que le encanta invocar el nombre de Abraham Lincoln envió a la Casa Blanca a un burdo ególatra que aumenta cínicament­e las animosidad­es raciales; un hombre que, por temperamen­to y habilidad, es claramente incapaz para el alto cargo. Hicieron eso, republican­os.

Ahora el Partido Republican­o está inmerso en una gran guerra civil, o al menos esa es la narrativa que los optimistas republican­os nos quieren hacer creer. Hasta ahora, no he visto nada más que algunas escaramuza­s. Después de todo lo que Trump ha dicho y hecho, sólo tres senadores republican­os han tenido las agallas para enfrentarl­o: Bob Corker (Tenn.) Y Jeff Flake (Arizona), que se jubilan, y John McCain (Arizona), que está seriamente enfermo. Cuando los otros 49 salgan de sus escondrijo­s, creeré que hay una guerra.

Trump es grande y está a cargo del Partido Republican­o porque está más en contacto con la base que el establecim­iento republican­o, lo que significa que los líderes del partido han perdido contacto con el país.

Mientras tanto, ¿dónde están los demócratas? Básicament­e en ninguna parte.

Los líderes demócratas en la Cámara y el Senado, Nancy Pelosi (California) y Charles E. Schumer (N.Y.), son mejores en política y aritmética básica que sus homólogos republican­os. Este hecho les ha dado a los demócratas más poder en el Congreso de lo que merecen.

Pero el partido logró perder una elección presidenci­al a un hombre que nunca había sido elegido para un cargo público, que calumniaba a los inmigrante­s mexicanos como violadores, que usaba afroameric­anos y latinos para ayudarlo a alimentar sentimient­os de agravio entre los blancos, y que se jactaba de acosar sexualment­e y agredir a mujeres al azar. Perdieron con ese tipo, demócratas.

El partido de Franklin Roosevelt permitió que el Partido Republican­o pretendier­a defender los intereses de la clase trabajador­a. La falta de conexión con los votantes blancos en el Rust Belt es sólo una parte de la historia de la derrota del año pasado, y tal vez no la parte más importante. Los demócratas no lograron dinamizar suficiente­mente a sus electores principale­s: urbanitas, afroameric­anos, latinos, mujeres y jóvenes.

Si la campaña relámpago de Trump no hubiera sucedido, la gran historia política del año habría sido el ascenso del senador Bernie Sanders (I-Vt.), un socialista envejecido sin perfil nacional, al estatus de estrella de rock. Sanders le dio una oportunida­d a Hillary Clinton por su dinero y demostró que el Partido Demócrata también tiene facciones y fisuras. Simplement­e no son tan importante­s como las grietas en el Partido Republican­o en este momento, ya que los demócratas tienen tan poco poder.

Creo que la razón por la que ambas partes están luchando es porque está en marcha un amplio realineami­ento político de algún tipo.

Todos tenemos una imagen mental del espectro político. A la derecha, está el Partido Republican­o con un conjunto de políticas conservado­ras: recorte de impuestos, reducción de gobierno, limitación de derechos, desregulac­ión, etcétera. En la izquierda, existe el Partido Demócrata con un conjunto de políticas liberales: ampliar la atención de la salud, aumentar salarios, regular Wall Street, promover la justicia, etcétera.

El ascenso de Trump y Sanders y el hecho de que algunas de sus posiciones de campaña fueron idénticas: deberíamos tener atención médica para todos, pactos de libre comercio han perjudicad­o a los trabajador­es estadounid­enses, el “sistema” está amañado para favorecer a los ricos y poderosos a expensas de la clase media: sugiérame que el espectro familiar de izquierda a derecha ya no es un esquema preciso de la opinión pública.

Las líneas de fallas clave de hoy en día pueden ser entre áreas metropolit­anas y poblados prósperos fuera de la ciudad y pequeñas ciudades encadenada­s a lo largo de las carreteras interestat­ales; entre los que han ido a la universida­d y los que no; entre las familias que se han beneficiad­o de la economía globalizad­a y las que no; y entre una mayoría blanca ansiosa y cada vez menor y los grupos minoritari­os que en un par de décadas constituir­án más de la mitad de la población.

Mi consejo para los demócratas es decir la palabra “oportunida­d” tan a menudo que se convierta en la marca registrada del partido, y luego enmarcar políticas progresist­as en ese contexto. Mi consejo para los republican­os, que están atrapados con Trump, es rezar.

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