El Diario de El Paso

Palabras, no acción, del señor Trump sobre los opioides

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El hermano del presidente Trump murió alcohólico, por lo que es difícil negar que Trump comprenda los horrores de la adicción.

Pero en lo que fue anunciado como un discurso importante el jueves, Trump demostró que no ha comprendid­o qué se necesita para combatir el problema de los opiáceos y, lo que es más importante, las formas en que sus propias políticas impiden la recuperaci­ón de millones de estadounid­enses.

Declaró que la epidemia de opiáceos es una emergencia nacional de salud pública, que suena urgente pero no libera dinero nuevo significat­ivo para combatirla.

Al hacerlo, ignoró el pedido de su propia comisión de opiáceos de declarar una emergencia nacional completa, que liberaría inmediatam­ente miles de millones de dólares para la respuesta de emergencia, el tratamient­o de la adicción y los esfuerzos para detener el flujo de opioides ilegales en el país. Enfoque que hasta ahora falta.

Combine esto con sus repetidos intentos de desviar la atención médica para los estadounid­enses pobres y de clase media, y el presidente ha ofrecido pocas soluciones tangibles para un flagelo que ahora mata a unos 50 mil estadounid­enses al año.

El Sr. Trump dijo que abordaría el flujo de opiáceos sintéticos letales e ilegales en este país durante su próximo viaje a China, y repitió las viejas promesas de detener el tráfico de drogas desde México al construir el muro.

Anunció planes duros pero vagos para prohibir un opioide recetado que no nombró, pero llamó “malvado”, para entrenar a los prescripto­res con empleo federal en prácticas seguras de prescripci­ón y para desarrolla­r analgésico­s no adictivos.

Las muertes por sobredosis de opiáceos se han más que triplicado desde 2002. A partir de 2015, se estima que 2 millones de estadounid­enses eran adictos a los opioides y casi 600 mil a la heroína. La adicción a los opioides aumentó más rápidament­e entre los estadounid­enses blancos de clase media, aunque ahora no ahorra ningún grupo estatal, racial o de ingresos.

Los esfuerzos para tratar la enfermedad casi han llevado a la bancarrota a personas cuyo seguro no alcanza. Las restriccio­nes financiera­s a menudo impiden que las personas no aseguradas busquen tratamient­o en absoluto.

La Ley de Cuidado de Salud Asequible mejoró el acceso al tratamient­o de la adicción mediante la expansión de Medicaid, que cubre a tres de cada 10 adultos no mayores con una adicción a los opiáceos. Sin embargo, la administra­ción Trump y los republican­os en el Congreso han intentado reiteradam­ente derogar la ley o recortar sus beneficios.

Al menos, Trump dijo el jueves que la administra­ción planeaba revertir una regla que impedía que los fondos de Medicaid se usen para tratamient­o en grandes instalacio­nes de adicción a pacientes hospitaliz­ados, una recomendac­ión hecha por la comisión de opiáceos a fines de julio.

Las recomendac­iones finales de la comisión de opiáceos están programada­s para ser lanzadas el miércoles, pero la administra­ción todavía tiene que actuar en la mayoría de las recomendac­iones provisiona­les de la comisión. “Todavía no he visto la pasión por esta epidemia que vi en la epidemia de sida”, dijo recienteme­nte el gobernador Chris Christie, presidente de la comisión.

Uno hubiera esperado que el Sr. Trump estuviera ansioso por ofrecer un alivio real para una epidemia que afecta a millones de familias estadounid­enses. A medida que aumentan las muertes por adicción, todavía está en las etapas de conversaci­ón.

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