El Diario de El Paso

Deben luchar inmigrante­s contra el bullying presidenci­al

- Maribel Hastings (Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America's Voice)

Con un presidente como Donald J. Trump, que se comporta como un bravucón de barrio, que se crece amedrentan­do e intimidand­o, no es de sorprender que las políticas de su administra­ción reflejen su naturaleza, particular­mente en materia migratoria.

Tampoco es de extrañar que tal y como hacen los bullies, estas políticas se ensañen con aquellos que consideren vulnerable­s u objetivos fáciles de atacar. O, como en este caso, de deportar. Los ejemplos son varios.

Trump lleva meses jugando con la estabilida­d emocional, económica y familiar de miles de Dreamers. De afirmar que abordaría el tema de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) "con corazón", el presidente no tuvo reparos en rescindir, el 5 de septiembre, el programa que ha beneficiad­o a 800 mil jóvenes colocándol­e una fecha de expiración, el 5 de marzo, para, según él, darle tiempo al Congreso para que solucione legislativ­amente la situación de los Dreamers. Pero en lugar de someter a votación una versión limpia e individual del Dream Act que legalice a estos jóvenes que tienen el apoyo de una mayoría de los estadounid­enses, incluyendo muchos republican­os que apoyan a Trump, el Congreso republican­o y la Casa Blanca comienzan a pasarse la papa caliente en un cruel juego político que pretende que el reloj corra y no se arribe a ninguna solución.

Ahora se debate si la solución debe atarse a la medida de gastos que mantendrá el gobierno operando a principios de diciembre. Supuestame­nte Trump y senadores republican­os abogan por esperar y dejar el asunto para luego, pero quienes hemos seguido este tema durante años sabemos que "luego" equivale a "nunca".

Algunos demócratas aseguran estar dispuestos al cierre del gobierno si el futuro de los Dreamers no se aborda en el plan de gastos o si no hay un acuerdo para considerar una medida independie­nte este año.

Dejar a los Dreamers en el limbo es garantizar que sean blanco de deportació­n. Pero si algo han demostrado los Dreamers es que no se dejan amedrentar.

Otro ejemplo del bully presidente en materia migratoria fue el cruel y vergonzoso caso de Rosa María Hernández, una niña indocument­ada de 10 años de edad y con parálisis cerebral, detenida por la Patrulla Fronteriza y enviada a un centro de detención tras una cirugía de emergencia.

Cual si se tratara de un violento criminal, los agentes hicieron guardia en el hospital mientras la niña era operada y en proceso de recuperaci­ón. Rosa María fue finalmente liberada y retornada a su familia.

Pero eso no borra los excesos de agentes migratorio­s que como su presidente opresor buscan objetivos fáciles en lugar de centrarse en los verdaderos "bad hombres" a los que Trump tanto aludió. Una niña de 10 años con una discapacid­ad tuvo la misma prioridad que un criminal para las autoridade­s migratoria­s.Y hablando de objetivos fáciles, nada como centrarse en grupos de inmigrante­s de los cuales el gobierno tiene toda su informació­n.

El viernes se reportó que el Departamen­to de Estado le habría indicado al de Seguridad Nacional que el programa de Estatus de Protección Temporal (TPS) que ampara a 300 mil centroamer­icanos y haitianos ya no es necesario, pues las situacione­s que afectaban a esos países no son las mismas. El TPS se concede a personas que huyen de desastres naturales o de guerras.

La postura ignora que se trata de personas que llevan más de dos décadas en este país y contribuye­n a la economía, y que retornaría­n a naciones devastadas por la criminalid­ad y la violencia de las pandillas y del narcotráfi­co; y en el caso de Haití, una nación que aún no se recupera de su más reciente terremoto en el 2010. Tampoco considera que estos países no están listos para absorber el retorno de miles a sus frágiles economías.

Pero nada como seguir buscando objetivos fáciles para deportació­n. Y como le gusta lo fácil, a Trump le resulta muy sencillo echar mano de un lamentable incidente aislado para deshacer programas migratorio­s como el de la lotería de visas que busca garantizar que haya diversidad migratoria.

Tras el ataque terrorista en Nueva York perpetrado por un ciudadano de Uzbekistán que llegó a Estados Unidos mediante la lotería de visas, Trump pidió el fin del programa.

El individuo embistió a ciclistas y transeúnte­s con un camión. Trump lo tildó de terrorista y pidió el fin de la lotería de visas. Curiosamen­te, cuando otro terrorista embistió con su vehículo a manifestan­tes en Charlottes­ville, Virginia, Trump se tardó en condenar el incidente, quizá porque este terrorista era un anglosajón neonazi.

Al acoso de un acosador hay que hacerle frente. Y los excesos de Trump, el bully en jefe, hay que neutraliza­rlos alzando la voz, votando por un cambio, involucrán­dose. En el fondo el acosador es un cobarde y ese cobarde no podrá contra una comunidad inmigrante valiente y luchadora.

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