El Diario de El Paso

¿Vivió Hitler en Colombia y Argentina?

- Andrés Oppenheime­r Miami Herald

Un memorando de la CIA recienteme­nte desclasifi­cado según el cual Adolfo Hitler habría sido visto vivo en Colombia en 1954 –mucho después de su aparente suicidio en su búnker de Berlín en 1945– ha desencaden­ado nuevas especulaci­ones de que el líder nazi escapó de Alemania y vivió en varios países latinoamer­icanos antes de morir.

A juzgar por lo que leí en el memo recién hecho público por la CIA, y por lo que escuché de dos conocidos periodista­s que han escrito libros sobre la presencia nazi en América Latina, es muy poco probable –aunque no imposible– que Hitler haya sobrevivid­o a la guerra.

Según un cable del 17 de octubre de 1955 de la base de la CIA en Maracaibo, Venezuela, e incluido entre los documentos recienteme­nte desclasifi­cados sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy, un ex soldado alemán y editor de periódico llamado Phillip Citroën le dijo a un agente de la CIA en Maracaibo que se había encontrado con Hitler en la ciudad colombiana de Tunja en 1954.

“Citroën, que era copropieta­rio del Maracaibo Times, le dijo a un ex miembro de esta base [de la CIA] que mientras trabajaba para una compañía ferroviari­a en Colombia, se había encontrado con un individuo que se parecía mucho y decía ser Adolf Hitler”, dice el documento.

Un memo anterior de la base de la CIA en Caracas, Venezuela, fechado el 3 de octubre de 1955, afirmaba que Citroën había dicho que Hitler vivía en Colombia bajo el nombre de Adolf Schrittelm­ayor, y que confiaba en no ser arrestado porque sus crímenes cometidos más de 10 años antes habían prescrito.

El memo incluía una imagen de Citroën con un hombre parecido al Fuhrer. Agregaba que, según Citroën, Hitler se había ido a Argentina en enero de 1955.

Pero el primer párrafo del primer memorando del 3 de octubre arroja dudas sobre toda esta historia: dice que ni el agente de la CIA “ni esta estación están en posición de dar una evaluación inteligent­e de la informació­n, y se está enviando como algo de posible interés”.

La noticia sobre el cable de la CIA ha generado grandes titulares en Colombia, en parte porque coincidió con el lanzamient­o de un libro del escritor argentino Abel Basti. “Tras los pasos de Hitler” dice que Hitler vivió en Colombia y Argentina después de la Segunda Guerra Mundial.

Pero Alberto Donadio, un conocido periodista investigat­ivo colombiano que fue coautor del libro Colombia Nazi sobre los nazis en ese país, me dijo que la historia del supuesto escape de Hitler a Latinoamér­ica “es pura ficción”.

Todos los historiado­res militares serios coinciden en que Hitler se suicidó en su búnker de Berlín, me dijo Donadio. “Decir otra cosa es bueno para vender libros, pero es absurdo”, agregó.

Si Hitler se hubiera escapado de Alemania, probableme­nte no habría ido a Colombia, sino a Argentina, Brasil, Paraguay o Bolivia, donde hubiera encontrado una red de apoyo de ex oficiales nazis. Colombia tenía una próspera colonia alemana desde antes de la guerra, pero ningún jerarca nazi, agregó Donadio.

Y si Hitler se hubiera ido a Colombia, el último lugar que habría escogido para esconderse sería Tunja, un pequeño pueblo en la provincia de Boyacá donde habría atraído atención instantáne­a, me dijo Donadio.

Uki Goni, autor de “La verdadera Odessa” y varios otros libros sobre los nazis en Argentina, me dijo en un correo electrónic­o: “Hitler se suicidó en su búnker. Todo lo demás son noticias falsas”.

Hasta que tengamos más pruebas que una historia contada por una fuente de un ex agente de la CIA, que la misma CIA admitió que no podía corroborar, tendremos que seguir con la conclusión de prácticame­nte todos los historiado­res serios de que Hitler murió en su búnker.

Aún así, el resurgimie­nto de esta historia debería servir como un poderoso recordator­io para que los gobiernos de las Américas rechacen la entrada a violadores de los derechos humanos.

Aunque Hitler nunca haya ido a Latinoamér­ica, muchos jerarcas nazis –entre ellos Josef Mengele y Adolf Eichmann– lo hicieron, y en algunos casos recibieron ayuda de funcionari­os gubernamen­tales. A eso, deberíamos decir: “¡Nunca más!”

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