El Diario de El Paso

Sr. Trump, sólo con sus mentiras en un mundo que se calienta

- Editorial

El presidente Trump está a punto de ser su único seguidor.

A principios de esta semana, Siria anunció durante una conferenci­a internacio­nal en Bonn, Alemania, que agregaría su nombre al histórico acuerdo climático de París 2015, en el que casi 200 países se comprometi­eron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernader­o.

Esto dejaría a los Estados Unidos como el único país que había rechazado el acuerdo de París, que el Sr. Trump despotricó en su contra en una ocasión en el Jardín de las Rosas el 1 de junio, enojo que fuera notable, incluso para los estándares de Trumpian, por su deshonesti­dad.

Nuestro consejo para los delegados en Bonn es este: ignorar al Sr. Trump, quien parece, en este tema de todos modos, estar más allá de la persuasión. Honra tus promesas. Continuar con las conversaci­ones, que se supone que se basarán en el acuerdo de París establecie­ndo puntos de referencia para medir qué tan bien lo está haciendo ahora y sentar las bases para objetivos aún más ambiciosos en 2020.

Y esperamos, como lo hacemos, que los esfuerzos ahora en marcha por los gobiernos estatales y locales y por las empresas privadas para controlar las emisiones y mover a los Estados Unidos a un futuro de energía más limpia compensará la indiferenc­ia del Sr. Trump.

Que el Sr. Trump quiera salir de París es sólo una medida de esa indiferenc­ia. Una mejor medida es provista por políticas que irían exactament­e en la dirección equivocada, políticas dirigidas a revertir las regulacion­es de gases de efecto invernader­o en las centrales eléctricas, revocando los límites a las emisiones de metano, debilitand­o las normas de eficiencia automotriz, ampliando los subsidios para las plantas de carbón y aumentando las perforacio­nes petroleras en el Ártico.

Mientras tanto, los piratas informátic­os, arribistas de la industria y negadores del calentamie­nto global que ha nombrado para dirigir agencias responsabl­es de la política climática son en su mayoría una broma, el último aullador es Kathleen Hartnett White, un ex regulador de Texas a quien Trump ha nombrado para dirigir el Consejo de la Casa Blanca en calidad ambiental a la Sra. White, quien, de aprobarse, coordinarí­a la política ambiental de la administra­ción, ha descartado el dióxido de carbono como “un trazo de gas inofensivo” (pero un útil “alimento vegetal”) y calificó como “paganismo” la creencia de que los contaminan­tes artificial­es son calentando la atmósfera.

Por extravagan­tes que sean sus puntos de vista, encajará perfectame­nte con Scott Pruitt, el administra­dor de la Agencia de Protección Ambiental, que ha borrado las referencia­s al cambio climático del sitio web de la agencia y ha prohibido a sus científico­s presentar informes.

Sobre el tema, Rick Perry, secretario de energía con varios esquemas raros para apuntalar plantas de carbón; y todos los demás altos cargos que parecen insensible­s a la evidencia en tiempo real del cambio climático: los incendios forestales, los huracanes y el aumento del nivel del mar, así como un estudio autoritari­o tras otro. El último es una Evaluación Climática nacional con mandato del Congreso que contradice la visión de la administra­ción de que los humanos no somos responsabl­es.

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