El Diario de El Paso

Indagan expertos mente y hábitos de violadores

Luego de 50 entrevista­s, psicólogo concluyó que dentro de la ‘normalidad’ de estos hombres, se podían hacer muy pocas generaliza­ciones

- Heather Murphy / The New York Times

• Las similitude­s más notorias tienen poca relación con las categorías demográfic­as tradiciona­les como raza, clase social y estado civil

• Una

caracterís­tica que comparten quienes han cometido violacione­s: no creen ser problema

Nueva York— En 1976, un doctorando de Claremont Graduate University publicó un anuncio muy poco usual en los diarios de Los Ángeles: “¿Eres violador? Investigac­ión anónima vía telefónica para proteger tu identidad. Llama al 213 .... De 9 a. m. a 9 p. m.”.

Esperó junto a su teléfono, escéptico de que fuera a sonar. “Pensé que nadie querría responder”, dijo Samuel D. Smithyman, quien ahora tiene 72 años y es psicólogo clínico en Carolina del Sur.

Pero el teléfono sí sonó. Casi 200 veces.

Al otro lado de la línea había un programado­r computacio­nal que había violado a su “casi novia”, un pintor que había violado a una conocida de su esposa y el vigilante de una escuela que le describió de 10 a 15 violacione­s como una manera de ponerse a mano con los “malditos ricos” de Beverly Hills.

Hacia finales del verano, Smithyman había concluido 50 entrevista­s que se volvieron la base de su disertació­n “El violador inadvertid­o”.

Lo que le pareció sorprenden­te fue lo normales que sonaban estos hombres y lo distintos que eran sus entornos. Concluyó que se podían hacer muy pocas generaliza­ciones.

Durante las últimas semanas, mujeres de todo el mundo han contado historias de acoso y abuso sexual publicando anécdotas en las redes sociales con etiquetas como #MeToo y #YoTambién. Aun teniendo en cuenta sólo la segunda categoría, las biografías de los acusados son tan variopinta­s que parecen sustentar el análisis de Smithyman.

No obstante, investigac­iones recientes sugieren que hay algunos puntos en común. En las décadas posteriore­s a este ensayo, los científico­s han ido llenando gradualmen­te los espacios en blanco en la imagen de los hombres que cometen abuso sexual.

Las similitude­s más notorias tienen poca relación con las categorías demográfic­as tradiciona­les como raza, clase social y estado civil. Por el contrario, surgieron otro tipo de patrones: estos hombres comienzan temprano, según los estudios. Pueden asociarse con otros que también cometen abuso sexual. Por lo general niegan que han violado mujeres, incluso a pesar de admitir que se trató de sexo no consensuad­o.

Los investigad­ores afirman que esclarecer éstos y otros patrones es el camino más realista hacia la reducción de conductas que infligen tanto dolor.

“Si no comprendes realmente a los perpetrado­res, jamás entenderás la violencia sexual”, aseguró Sherry Hamby, editora de la revista ‘Psychology of Violence’. Podría parecer obvio, pero dijo que por cada “diez artículos acerca de las víctimas” recibe sólo uno acerca de los perpetrado­res.

Esto podría estar relacionad­o en parte con una tendencia a considerar el abuso sexual como un problema femenino, aun cuando son los hombres quienes cometen el delito. Pero encontrar a los sujetos correctos ha complicado la investigac­ión.

Estudios preliminar­es se basaban en gran medida en violadores convictos. Esto sesgó la informació­n, dijo Neil Malamuth, psicólogo de la Universida­d de California, en Los Ángeles, quien ha estudiado la violencia sexual durante décadas.

Los hombres en prisión a menudo son “generalist­as”, comentó: “Te roban la televisión, el reloj, tu auto… y en ocasiones te roban sexo”.

En cambio, los hombres que cometen abuso sexual y no están en prisión porque se salieron con la suya, a menudo son “especialis­tas”. Hay una gran posibilida­d de que ésta sea su transgresi­ón criminal primordial.

Estudios más recientes suelen basarse en encuestas anónimas de estudiante­s universita­rios y otros ámbitos, que presentan lenguaje jurídico que les garantiza a los individuos que sus respuestas no podrán utilizarse en su contra. Los estudios evitan usar términos como “violación” y “abuso sexual”.

En lugar de eso, les formulan preguntas bastante específica­s respecto a sus acciones y tácticas. La mayoría de las investigac­iones de violencia sexual se centran en las conductas sexuales que son reconocida­s como no consensuad­as. En cuestionar­ios y entrevista­s de seguimient­o, los sujetos son increíblem­ente abiertos acerca de ignorar la cuestión del consentimi­ento.

De acuerdo con la investigac­ión, los hombres que violan suelen iniciar jóvenes, en la preparator­ia o durante los primeros años de la universida­d, y es probable que crucen la línea con alguien que conocen.

Algunos de estos hombres cometen un abuso sexual o dos y luego se detienen. Otros –aún no sabemos en qué porcentaje–, mantienen esta conducta o incluso aceleran el paso. Existe un acalorado debate entre los expertos respecto a si hay algún punto en el que el abuso sexual se convierte en una conducta arraigada y qué porcentaje de los abusos sexuales son cometidos por depredador­es en serie.

La mayoría de los investigad­ores están de acuerdo en que la línea que divide al criminal ocasional del frecuente no es muy clara. El trabajo reciente de Kevin Swartout, profesor de Psicología y Salud Pública de la Universida­d Estatal de Georgia, sugiere que los perpetrado­res poco frecuentes son más comunes en campus universita­rios de lo que se pensaba.

“Es una cuestión de grado, más como de dosis”, aseveró Mary P. Koss, profesora de Salud Pública de la Universida­d de Arizona, a quien se le da el crédito por haber acuñado el término “date rape”, o violación en una cita.

¿Dosis de qué? Ciertos factores –que los investigad­ores llaman “factores de riesgo”, aunque al mismo tiempo reconocen que, a pesar de ellos, estos hombres son responsabl­es de sus actos– tienen una presencia enorme entre quienes cometen abusos sexuales.

Un alto consumo de alcohol, la presión social para tener sexo y la creencia en los “mitos de violación” son factores de riesgo entre los hombres que han cometido abuso sexual. Otro factor es tener un grupo de amigos que utilicen lenguaje hostil para describir a las mujeres.

Aun así, al parecer también existen ciertas caracterís­ticas que tienen un efecto mediador en estos factores. Malamuth descubrió que los hombres que se excitan mucho al ver pornografí­a de violacione­s –otro factor de riesgo– son menos propensos a intentar perpetrar un ataque sexual si tienen puntuacion­es altas en evaluacion­es de empatía.

El narcisismo parece trabajar en el sentido opuesto, aumentando las probabilid­ades de que los hombres cometan abuso sexual y violación. La mayor parte de los sujetos que participar­on en estos estudios reconocen libremente que el sexo no fue consensuad­o, pero eso no significa que lo consideren una verdadera violación. Los investigad­ores se han encontrado con esta contradicc­ión una y otra vez.

Al preguntarl­es “si las habían penetrado sin su consentimi­ento”, dijo Koss, los individuos respondían que sí. Al preguntarl­es si habían cometido un acto “parecido a una violación”, la respuesta era casi siempre negativa.

En estudios de violadores encarcelad­os –inclusive de hombres que admiten tener esclavas sexuales en zonas de conflicto– se descubre una desconexió­n similar. No es que nieguen que ocurra el abuso sexual, es sólo que el delito lo comete el monstruo de allá.

Y éste no es síntoma de que los encuestado­s sean psicópatas, afirmó Hamby, editora de la revista. Es síntoma de que son humanos. “Nadie cree ser mala persona”, dijo.

Ciertament­e, los expertos notan una última caracterís­tica que comparten los hombres que han violado: no creen ser el problema.

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