El Diario de El Paso

Nunca enmendó Kelley el camino en la Fuerza Aérea

- The New York Times

Para Devin P. Kelley, quien el domingo 5 de noviembre abrió fuego en un templo rural texano, matando a 26 personas, la Fuerza Aérea pudo representa­r un cambio –una fuente de la disciplina y dirección que le habían faltado durante su problemáti­ca infancia–. Pero en archivos militares y en entrevista­s con otros soldados se aprecia que a pesar de repetidas oportunida­des, su carrera se derrumbó bajo el peso de su depresión y su ira, en un momento cuando su mente generaba un montón de planes a medias para asesinar a sus superiores.

Tras unos cuantos meses de servicio, Kelley retomó la cuesta abajo que dejó como saldo relaciones rotas, sentencias penales y una masacre.

“La Fuerza Aérea trató de darle oportunida­des, pero él era problema tras problema”, dijo Jessica Edwards, una sargento que trabajó en el 2011 con Kelley.

“Era alguien a punto del colapso”, agregó Edwards, señalando que él se presentaba con gabardina en eventos sociales informales del escuadrón. “Todo el tiempo me daba miedo”.

Aun después de abandonar las fuerzas militares, se puso en contacto con ella por Facebook con inquietant­es comentario­s sobre su obsesión con Dylann S. Roof, el perpetrado­r de una masacre en Charleston, Carolina del Sur, y sus prácticas de tiro al blanco usando perros comprados en Internet.

Edwards indicó que la Fuerza Aérea había intentado terapias y mano dura, pero nada parecía funcionar. Cuando lo castigaban por su bajo desempeño, Kelley lloraba, gritaba y temblaba de ira, prometiend­o matar a sus superiores, recordó Edwards. Tenía un carácter tan perturbado­r que ella sugirió a otros miembros del escuadrón tener cuidado con él porque podría regresar y “destruir a tiros el lugar”.

Como el mundo civil, la Fuerza Aérea no está bien equipada para intervenir antes de que ocurra la violencia. Si bien la conducta de Kelley despertó focos rocos, los comandante­s dicen disponer de opciones limitadas hasta que se comete un delito. Aun entonces, la prioridad tiende a ser expulsar de las fuerzas militares a los soldados problemáti­cos, pensando poco en su impacto potencial en la sociedad.

En base a pruebas de aptitud, Kelley fue selecciona­do para ser analista de fusión –especialis­ta de Inteligenc­ia que interpreta la informació­n más reciente sobre las tácticas enemigas.

En la primavera del 2010, llegó a la base Goodfellow, cerca de San Angelo, Texas, para seis meses en una rigurosa escuela de inteligenc­ia. Kelley no se graduó. La Fuerza Aérea no especificó si Kelley aprobó el detector de mentiras, en el que por lo regular se revisa la salud mental, el consumo de drogas, los asuntos familiares y la conducta perturbado­ra. Un oficial militar sólo informó que Kelley fue expulsado de la escuela “por razones académicas”.

Según archivos, en su siguiente encomienda, la Fuerza Aérea lo nombró aprendiz de manejo de tráfico, empleo en que se traslada gente y carga y que requiere calificaci­ones mínimas. Aun así, él batalló.

En el 2011, fue remitido a la Base Holloman en Nuevo México. Seis días antes de llegar, se casó con Tessa Loge, de 19 años –eso permitió a su esposa y al bebé de ésta mudarse a la base, consiguien­do él un aumento debido a tener dependient­es,

En la base, Kelley capturaba en una computador­a informació­n sobre los suministro­s que se recibían. Era bastante inteligent­e para ello, opinó Edwards, quien trabajaba en la misma oficina, pero él y su esposa peleaban constantem­ente y eran investigad­os por maltrato infantil.

Kelley era emocionalm­ente tan inestable y se concentrab­a tan poco, dijo Edwards, que a menudo no hacía su trabajo.

Como castigo, sus superiores le asignaban labores como trapear o limpiar baños, lo cual lo enfurecía, agregó Edwards. “Decía y decía: quiero matarlos”. Lo castigaron varias veces, señaló, incluyendo por introducir en su automóvil una pistola a la base.

Eventualme­nte la Fuerza Aérea dio a Kelley de baja. Pero antes, en abril del 2012, fue arrestado y por apuntarle con una pistola a su esposa, golpeándol­a y casi estrangulá­ndola, y por fracturarl­e el cráneo a su hijastro bebé.

Su carrera se derrumbó bajo el peso de su depresión y su ira, revelan archivos militares

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DEVIN P. Kelley

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