Ignora Trump importancia histórica del comercio internacional
La mayoría de los estadounidenses probablemente creen que nuestras políticas comerciales han sido prácticamente las mismas desde los primeros días de la República. Las suposiciones son que ahora somos librecambistas; también, que hemos sido durante mucho tiempo un poder de manufactura, impulsando las exportaciones. Si a veces perdemos en la competencia global, la causa principal es que otros países no juegan limpio.
La verdad es más complicada, como lo demuestra el economista Douglas Irwin, del Dartmouth College, en su estudio monumental de la política comercial de Estados Unidos desde la Revolución, “Choque sobre el comercio”.
Irw in rápidamente disipa la idea de que la manufactura ha caracterizado tradicionalmente a las exportaciones de Estados Unidos. Por el contrario,
Estados Unidos inicialmente se parecía a lo que hoy se llamaría un “país en desarrollo”.
Irwin escribe: “Antes de la Guerra Civil, los alimentos y las materias primas (trigo y algodón) abarcaban alrededor dedos tercios de las exportaciones, y los productosy productos deme tal) comprendían aproximadamente dos tercios de las importaciones”. Sólo a fines del siglo 19, Estados Unidos emergió como una verdadera potencia industrial.
De manera similar, los aranceles –impuestos a las importaciones– eran altos en el siglo 19 según los estándares modernos, que variaban rutinariamente de 30 por ciento a 50 por ciento; el arancel promedio más pronunciado fue del 62 por ciento en 1830. En aquellos días, servían como la principal fuente de ingresos del gobierno. Más adelante en el siglo, se defendió que protegían a las empresas y los trabajadores estadounidenses de la competencia extranjera.
Todo cambió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se buscó el libre comercio como medio para reconstruir el mundo.
Este es el sistema que Trump repudia con el argumento de que ha sido contraproducente para los trabajadores y las empresas estadounidenses. “No vamos a dejar que se aprovechan más de Estados Unidos”, dijo en su discurso comercial de la semana pasada. “Los malos acuerdos comerciales y los abusos de nuestros socios comerciales han provocado un déficit comercial en Estados Unidos”, dijo el presidente.
Sin duda, Estados Unidos debería ser más agresivo a la hora de presentar denuncias comerciales contra países que roban propiedad intelectual (patentes) o realizan dumping y subsidios ilegales a las exportaciones.
Aun así, estas no son las principales fuentes de nuestros déficits comerciales. Esa distinción pertenece al estado del dólar como la principal moneda mundial, utilizada para realizar transacciones comerciales e inversiones transfronterizas.
Esto impulsa el valor del dólar al alza, haciendo que las exportaciones de Estados Unidos sean más caras y las importaciones a Estados Unidos más baratas. Dada la naturaleza de los déficits comerciales resultantes, y como es obvio a partir del estado actual de la economía, Estados Unidos puede lograr el “pleno empleo” y tener déficits comerciales simultáneamente.
Después de haber diagnosticado mal el problema, Trump ha adoptado soluciones proteccionistas. Se retiró del Tratado Transpacífico (TPP), un acuerdo con otros 11 países, lo que provocó el antagonismo de estas naciones y el debilitamiento de la influencia estadounidense sobre las prácticas comerciales de la región. China es la alternativa obvia.
Ahora, Trump está ofendiendo a Canadá y México al exigir cambios importantes en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Si las conversaciones fracasan, ¿quién sabe cómo les irá a los tres países?
Naturalmente, Trump aparece tarde en la historia de Irwin. Un juicio severo es posible: el comercio de Trump conduce a un callejón sin salida. Pero Irwin es más juicioso y escribe: “Ya sea que la administración Trump marque un punto de inflexión en la política comercial de Estados Unidos o sólo una con posturas firmes sobre cuestiones comerciales, aún está por verse”.