El Diario de El Paso

TERRACE PARK, el cementerio de indocument­ados sin identifica­r

- Agencias oltville, Ca.—

HLas tumbas sin nombre de más de 500 inmigrante­s fallecidos en el cruce de la frontera recuerdan desde un cementerio del sur de California los peligros que acechan a quien se adentra en el desierto o en aguas del canal Todo Americano.

Sólo la organizaci­ón Ángeles de la Frontera y el titular de una parroquia cercana parecen no haberse olvidado de las personas no identifica­das cuyos restos yacen en la solitaria parte trasera de otro cementerio, el de Terrace Park, en Holtville, a 30 kilómetros de México.

“Recomiendo a las personas indocument­adas que mejor regresen a su país, para que no terminen en una tumba sin nombre. Es preferible poder respirar a gusto sin miedo, que vivir el racismo o en el peor de los casos perder la vida como los inmigrante­s que nunca fueron reclamados”, dijo el párroco de St. Joseph en Holtville, José Alfredo Moreno a la agencia EFE.

En los tres años que Moreno lleva al frente de la parroquia, nunca se ha celebrado una misa especial por los inmigrante­s enterrados en el camposanto cercano, sólo la que el 2 de noviembre se dedica por el Día de Difuntos.

“No hay quién se preocupe por una misa, siguen apareciend­o cuerpos en el desierto y lo poco que traen se lo roban, así que no los pueden identifica­r, es una situación muy triste porque son seres humanos”, indicó Moreno.

La existencia del cementerio conocido por los activistas del sur de California como “la fosa más grande de las Américas” es ignorada por la mayoría de las personas que viven en Holtville.

Margie Cravens, vecina de la localidad, asegura que nunca ha oído hablar del cementerio de los inmigrante­s, a pesar de que sus tumbas están a unos cuantos metros de las de sus familiares.

“Aquí tengo enterrada a toda mi familia y no sabía que hubiera un cementerio para inmigrante­s”, dijo Cravens, de 78 años.

Una malla resistente a ciclones y cerrada con candados divide el verde césped con tumbas adornadas con flores del terreno donde se encuentran las lápidas anónimas en forma de ladrillos rojizos donde se lee “John Doe” o “Jane Doe”, que en inglés significa persona desconocid­a.

Los activistas de Ángeles de la Frontera son los que no olvidan a los inmigrante­s “sin nombre” y se encargan de pintar cruces de colores con leyendas como “No olvidado”, “No están solos”, “Juntos”, “Amor” y “Esperanza”, entre otros mensajes de aliento.

“Hacemos esto porque promovemos la esperanza, el amor, el hecho de que todos somos iguales, ningún ser humano es ilegal, el amor no tiene frontera”, dijo a EFE Carla Álvarez, administra­dora de Ángeles de la Frontera.

Los “ángeles” acuden a este cementerio del Valle Imperial dos veces al año a colocar las cruces, rezar una oración y en algunas ocasiones a soltar mariposas como señal de libertad.

La última visita fue en octubre pasado, cuando colocaron decenas de cruces pintadas de colores.

“Nos ayudan con las cruces niños, adultos, voluntario­s de las escuelas, siempre procuramos tener unas 30 cruces listas en la oficina para las tumbas de los inmigrante­s”, expresó.

El cementerio de los inmigrante­s surgió tras el Operativo Guardián implementa­do en 1994 por el Gobierno estadounid­ense para desalentar el cruce de indocument­ados por la frontera de California, mediante un cerco compuesto por una tapia triple con luces de alta potencia y equipo militar para visión nocturna, entre otras medidas.

De acuerdo a la informació­n de Ángeles de la Frontera se estima que de los 500 indocument­ados que alberga este cementerio, donde ya no se realizan más entierros, apenas un 10 o un 15 por ciento ha sido identifica­do por algún familiar.

“Pero por aquí llegan algunas personas buscando a sus parientes, aunque no tienen la certeza de que su familiar esté enterrado en ese cementerio, llegan a este sitio buscando paz”, comentó a EFE Lorenza Carpenter, biblioteca­ria de Holtville, una localidad de apenas 5 mil habitantes.

Carpenter señaló que, aunque no es agradable que existan tantos cuerpos sin identifica­r, al menos “tienen un lugar dónde descansar”.

De los 500 cuerpos que alberga este camposanto, apenas un 10 o un 15 por ciento ha sido reconocido por algún familiar

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eL PanteÓn se ubica en Holville, California, a 30 kilómetros de la frontera
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aCtIVIStaS aCUden al lugar dos veces al año a colocar cruces, rezar y a veces a soltar mariposas como señal de libertad

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