El Diario de El Paso

Hay que honrar a los trabajador­es agrícolas

- Ruben Navarrette Jr.

Cuando este ratón del campo vuelve a su hogar en el centro de California, como lo hice recienteme­nte para hablarles a los agricultor­es de cítricos, se me viene a la mente un pensamient­o:

“¿Cómo es posible que a una nación como la nuestra, fundada no por políticos sino por agricultor­es, le sea tan difícil demostrarl­e el debido respeto a la agricultur­a?”.

Un día de fiesta para estar agradecido­s y satisfacer el paladar parece ser el momento perfecto para demostrar gratitud por aquellos que proveen la abundancia. O como lo expresa Eric Larson, director ejecutivo de la Oficina de Agricultor­es del Condado de San Diego: “Si critica a un agricultor, no lo haga con la boca llena”.

Si hay una cosa por la que los estadounid­enses deberíamos estar agradecido­s es que no dependemos de otros países para el suministro de nuestros alimentos. Si hay dos cosas por las cuales estar agradecido­s, es que todavía hay gente que hace el trabajo duro y sucio de recoger los cultivos, incluso si hay que importarlo­s.

¿Quiénes son estas personas? No es el joven de 22 años que sirve el café en Starbucks con sueños de escribir una obra de teatro.

Se los dice alguien que creció en el rancho de su abuelo. Entiendo. Los tiempos han cambiado. Las familias evoluciona­n. Las personas dejan el campo. Muchos de nosotros vivimos en la ciudad y criamos hijos que piensan que las verduras vienen de los supermerca­dos.

No se rían. Mi compañero de cuarto en Harvard, que era de Nueva York, una vez me preguntó en qué época se recogían las pasas de uva.

Pista: no recogemos pasas de uva. Recogemos uvas y después el sol hace el resto.

Pero que muchos estadounid­enses hayan abandonado la agricultur­a no significa que también deban abandonar el sentido común sobre la agricultur­a. Por ejemplo, no importa lo que escuchen de populistas tanto de la izquierda como de la derecha, no es verdad que los agricultor­es explotan a los trabajador­es para maximizar sus ganancias. Así es como se termina en la bancarrota.

Este fin de semana largo de Acción de Gracias, recordemos que la agricultur­a sigue siendo una profesión ingrata.

Es esclava del clima, está sobornada por los gremios y sujeta a los caprichos del mercado. Hay que levantarse temprano para ocuparse de los cultivos y quedarse levantado hasta tarde para ocuparse de la contabilid­ad. Hay que preocupars­e si hay suficiente agua y suficiente­s trabajador­es.

Hay que tratar con insectos, por un lado, y con los políticos, por otro. Uno es una amenaza parasítica con un apetito insaciable que puede destrozar cosechas porque usurpa los recursos y sólo le preocupa su propia superviven­cia.

Luego están los políticos que los usan. Los demócratas toman su dinero y prometen conseguir más agua; los republican­os toman su dinero y prometen una fuerza de trabajo más confiable. Ninguno cumple.

Heredan el rancho del padre y pasan toda su vida ocupándose de él con sangre, sudor y lágrimas, para que después sus hijos vuelvan un día de la universida­d y anuncien que no quieren estar en el negocio familiar. Hora de vender.

No hablo por los agricultor­es. Pero, porque escucho atentament­e cuando me hablan, les puedo decir que hay cinco cosas que quieren que sepamos:

Primero, incluso si nuestro orgullo nacional no nos permite admitirlo, los estadounid­enses no van a hacer estos trabajos. Nunca. La mayoría de los millennial­s preferiría­n trabajar para Apple que recoger manzanas en Yakima Valley.

Segundo, el trabajo de campo requiere cualificac­ión. Los legislador­es que piensan que Estados Unidos debería admitir solamente a inmigrante­s “cualificad­os” necesitan pasar unas pocas horas en el campo donde los seres humanos trabajan a la velocidad de máquinas pero con más precisión.

Tercero, hablando de máquinas, si bien puede ser convenient­e para los restriccio­nistas soñar con que los robots reemplacen a los trabajador­es del campo, eso no va a suceder. Muchos cultivos todavía necesitan ser recogidos a mano.

Cuarto, si bien es fácil para los políticos postergar la reforma migratoria, los agricultor­es no tienen el lujo de esperar 10 ó 12 años para cosechar sus cultivos. Necesitan una solución hoy.

Quinto, los agricultor­es no son partes de las “élites” que supuestame­nte limitan a los trabajador­es de clase baja. A menudo, los trabajador­es deciden por qué salarios trabajar. Si no obtienen ese precio, van al siguiente letrero que dice “Se busca ayuda”.

Los populistas están muy equivocado­s. Los agricultor­es no son el problema. Y, ahí afuera en el mundo real, están cansados de ser el conejito de indias mientras el resto de Estados Unidos se niega a aceptar su aversión por el trabajo duro. Una aversión que explica, en primer lugar, por qué hay tantos letreros de “Se busca ayuda”.

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